Desde su toma de mando como nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump inició una campaña de deportaciones de residentes ilegales hacia sus países de origen.
Si bien esto no es más que la correcta aplicación de las leyes migratorias de Estados Unidos, es importante destacar que entre estas deportaciones y sobre todo en el caso de Venezuela se “justifican” aduciendo que muchos son delincuentes del lamentablemente famoso Tren de Aragua.
En Latinoamérica debemos estar atentos a los efectos que estas deportaciones puedan causar sobre todo si tenemos memoria del desastre causado en la región por la deportación de las maras en los noventa por Bill Clinton.
Si bien hay diferencias en las génesis de estas bandas el desarrollo y el resultado podrían ser analizados de forma análoga.
Las maras origen y desarrollo.
Las maras tienen su origen en las comunidades de inmigrantes salvadoreños hacia Estados Unidos fruto de la guerra civil que envolvió a su país y a Centroamérica durante los años ochenta.
Miles de salvadoreños se asentaron principalmente en la zona de Los Ángeles y como suele ser común empezaron a relacionarse entre ellos como una forma de mantener sus costumbres. Esto es algo que todas las comunidades de migrantes hacen en todo el mundo.
Pero lo bueno a veces también viene acompañado de lo malo, la formación de las pandillas, inicialmente para defenderse de otras pandillas de latinos o negros en las calles de Los Ángeles, dio origen a las maras de hecho, sus nombres Mara 13 y Mara 18 fueron tomados de las calles de la ciudad de Los Ángeles donde estaban asentadas las comunidades salvadoreñas.
Estas maras crecieron hasta transformarse en bandas criminales que se adueñaron de gran parte del negocio de contrabando y distribución de cocaína en la Costa Oeste de Estados Unidos.
A mediados de los noventa el tema estaba desmadrado y como una forma de combatirlo el presidente Bill Clinton inició una campaña de deportación de mareros a sus países de origen.
El Salvador, Honduras y Guatemala se vieron forzadas a recibir a miles de delincuentes, que aprovechando las falencias de todo tipo en sus países y en particular en las fuerzas de seguridad y fuerzas armadas hicieron de sus países verdaderos “Estados fallidos”, controlando y expandiendo sus actividades delincuenciales al tráfico de personas y armas.
No fue sino hasta la llegada al gobierno salvadoreño de Nayib Bukele que, con una muy fuerte política de seguridad y aplicando el estado de excepción, logró controlar la situación y volver a restablecer el orden en su país.
El Tren de Aragua
Entre las muchísimas cosas que destruyó el régimen chavista fue el sistema penitenciario de Venezuela, las cárceles se transformaron casi en “micronaciones” gobernadas por el pran y su banda imponiendo a sangre y fuego su imperio y desde allí controlando los “negocios” en el exterior.
Cárceles que fueron adaptadas y modificadas a gusto del pran. En el caso del penal de Tocorón, donde nace y tiene su centro de operaciones el Tren de Aragua, estas modificaciones incluían una cancha de beisbol, piletas de natación, restaurantes, casas de apuesta, la sucursal de un banco y hasta una discoteca, “Tokio”, que funcionaba abierta al público todos los fines de semana.
Su pran, “el Niño Guerrero”, Héctor Guerrero Flores, llegó a casarse en el penal con una fiesta que fue objeto de reseñas periodísticas en las revistas del espectáculo. Sus fiestas con artistas nacionales e internacionales todavía se recuerdan en el penal e incluso se lo relaciona sentimentalmente con Jimena “Rosita” Amaya, popular actriz venezolana.
La complicidad y convivencia con el gobierno chavista llevó a la organización a expandirse por todo el país, especialmente dedicados al secuestro extorsivo.
La crisis humanitaria generada por la dictadura, que obligó a más de 7 millones de venezolanos a salir de su tierra, fue también el momento que aprovecharon desde Tocorón para expandir sus actividades sentando bases y células en todo el continente. A una de estas células se le atribuye el secuestro y asesinato del teniente Ronald Ojeda, desertor del Ejercito Bolivariano, en Santiago de Chile. Secuestro y asesinato que hoy sabemos fue ordenado por el actual Ministro de Justicia Diosdado Cabello Rondón, número 2 de la dictadura chavista.
Seguridad nacional y seguridad regional
Para finalizar creo que es importante tener presente estos principios. Es absolutamente correcto que todos los países se esfuercen por la aplicación y cumplimento de sus leyes en su territorio, entre ellas las leyes migratorias.
Pero al mismo tiempo se debe tener presente que deportar delincuentes peligrosos es otra cosa.
Deportar miembros del Tren de Aragua de regreso a Venezuela solo logrará que estos tengan un feliz reencuentro con sus familias, un tiempo de descanso y desde ya una mayor capacidad operativa para seguir expandiendo sus delitos a toda la región. Les van a dar la gran oportunidad de descansar, reagruparse, reorganizarse y volver reforzados.
La deportación de los mareros causo más de dos décadas de terror y anarquía en Centro América. El regreso de los miembros del Tren de Aragua a Venezuela solo traerá décadas de narcotráfico, secuestro y anarquía a toda la región.
Todos los gobiernos de Latinoamérica deberían coordinar ya sus planes de seguridad y sus sistemas de inteligencia criminal al tiempo de buscar alternativas que impidan que estos delincuentes vuelvan a circular libres por nuestros países, incluso ofreciendo fondos para su mantenimiento de estos delincuentes en las cárceles de los Estados Unidos.
Al menos en forma temporal y hasta que el presidente Edmundo González tome posesión de su mandato presidencial y puede avanzar en la titánica tarea de reconstruir su país y que pueda estar en capacidad de garantizar que estos delincuentes van a terminar sus días en una cárcel real, donde paguen sus deudas con la sociedad.
Restitutir la democracia y la libertad de Venezuela es también un tema de seguridad nacional y regional. Mientras la dictadura mata y tortura hacia adentro, exporta sus redes criminales por todo el continente sumiendo a toda la región en el caos del narcotráfico, el lavado de activos, el tráfico de personas y un largo etcétera de caos, crimen y anarquía.
Diego Bavio es licenciado en Seguridad