
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá…” Jesús de Nazaret.
Escucho decir que murió Jesús un día viernes, a las 3:00 pm, producto de un sacrificio profético y resucitó al tercer día. Algunos médicos indican que la causa de su muerte fue un paro cardiorrespiratorio, particularmente lo afirma Jorge Valenzuela, profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Monterrey, basado en lo que hablan los evangelios de la Biblia. Según Valenzuela: “Si nosotros fuéramos a hacer un certificado de defunción, ¿qué escribiríamos? Muerte por paro cardiovascular y respiratorio, debido a choque traumático e hipovolémico, todo causado por crucifixión. Otros factores que probablemente estuvieron involucrados en la muerte fueron la deshidratación; arritmia del corazón producidas por estrés; derrame pericárdico, acumulación de agua entre el corazón y el pericardio; derrame pleural, inducida por los traumatismos, y coagulación intravascular diseminada, es decir, la sangre se coagula y por lo tanto no hay flujo”. Esta posición como médico puede ser aceptada. Ahora bien, sobre la resurrección, que es lo importante para todo cristiano, no hay opinión concluyente, como lo sería la de Valenzuela respecto a las causas de la muerte de Jesús.
Recordemos un poco. Durante el gobierno de Poncio Pilato, Jesús fue condenado, no propiamente por él, sino por conspiradores judíos, a morir en la cruz, una de las formas más crueles de ejecución romana, que se cumplió a cabalidad en su humanidad. Él murió un viernes en el Gólgota (o Lugar de la Calavera), durante los días de la celebración de la Pascua (en el mismo tiempo o cumpleaños de Jesús). José de Arimatea y Nicodemo bajaron su cuerpo de la cruz y lo prepararon para su sepultura. Pusieron a Jesús en una tumba nueva, sellada y custodiada por soldados romanos. El domingo por la mañana, un Ángel resplandeciente quitó la piedra de la entrada y anunció a las mujeres la Resurrección de Jesús, dejando a los guardias aterrorizados. Las mujeres fueron las primeras en recibir la noticia de la resurrección. Ellas encontraron el sepulcro vacío y el Ángel les dio instrucciones sobre lo que debían informar a los discípulos del Señor. Un hecho que removió los cimientos de las creencias de aquella época y pasó a ser el vértice de lo que se conocería en adelante como cristianismo.
Jesús se apareció a María Magdalena, a los discípulos y a muchos otros, demostrando la realidad de Resurrección, incluso a aquellos que dudaban, como Tomás, el de “hasta no ver, no creer”. Estos acontecimientos demostraron que Jesús venció la muerte, tal como se había profetizado en las Escrituras. Ese día, el mundo cambió para siempre.
La validez de las afirmaciones de Jesús sobre sí mismo descansa en el hecho de la Resurrección, de haber prevalecido sobre la muerte. Muchos escépticos dicen que creer en un Cristo resucitado no es más que un acto ciego de fe con poca o ninguna base en la verdad. Sin embargo, al ser confrontados con los hechos, aquellos que son intelectualmente honestos se han visto forzados a admitir que la Resurrección es un evento histórico basado en pruebas irrefutables. No solo la fe sino también pruebas documentales han llevado a la firme convicción de que una Resurrección corporal es la única explicación de la tumba vacía de Cristo, algo que él mismo predijo. La Biblia registra: “Desde entonces comenzó Jesús a advertir a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas... y que era necesario que lo mataran y que al tercer día resucitara” (Mateo 16:21 NVI).
El mismo Jesucristo hizo numerosas apariciones a sus seguidores. Él consoló a los dolientes fuera de su tumba el domingo por la mañana. En el camino a Emaús, explicó cosas acerca del sí mismo que están en el Antiguo Testamento. Incluso, comió en presencia de sus discípulos y los invitó a tocarlo. Fue entonces que Tomás, abrumado por la evidencia, exclamó: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28). Este momento marcó su reconocimiento de la divinidad de Cristo, pasando de la duda a la fe. Jesús respondió diciendo: "¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!” (Juan 20:29). Este pasaje es un poderoso recordatorio de la importancia de la fe. “La Escritura registra que Jesús fue visto por más de 500 al mismo tiempo. Algunos pueden argumentar que algunas personas podrían haber aceptado un engaño, pero ¿cómo se puede explicar la colaboración de centenares de personas?” Reitero: “¡Dichosos los que creen sin haber visto!”.
Durante 40 días después de su muerte y resurrección, Cristo apareció muchas veces a sus seguidores. En una ocasión, reunió a sus 11 discípulos restantes en una montaña en Galilea y les dio su gran comisión. Él dijo: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo os mandé; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días” (Mateo 28: 19,20).
No se puede negar que la resurrección de Jesús ha sido el milagro más grande de la historia. Este glorioso evento es central para el cristianismo y representa el triunfo de Cristo sobre la muerte y el pecado. Fueron muchos los testigos oculares de la resurrección de Jesús, y su resurrección confirmó lo que él mismo y otros profetas habían predicho. Jesús se les aprecio a sus apostales ellos, aterrorizados y asustados, pensaron que veían un espíritu. Y él les dijo: “¿Por qué estáis turbados, y por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. Y cuando dijo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos todavía no lo creían a causa de la alegría y que estaban asombrados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces ellos le presentaron parte de un pescado asado. Y Él lo tomó y comió delante de ellos” (Lucas 24:36-43).
Jesús resucitado llena nuestro corazón con la certeza de que la muerte no es el final, sino el comienzo de la vida eterna. Líbranos del juicio que merecemos y haznos instrumentos fieles para llamar a otros a apartarse de la ira venidera. Con esperanza, contemplamos el gozo que nos espera: ser rescatados de la condena por los méritos de tu sacrificio y ser revestidos con cuerpos glorificados, para reinar contigo en una tierra renovada. Que tu resurrección, fruto de la perfecta comunión entre lo humano y lo divino, fortalezca nuestra fe y nos impulse a caminar con confianza hacia las promesas celestiales.
@robertveraz