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Sin querer queriendo

HBO ha estrenado la serie de Chespirito: Sin querer queriendo, inspirada en la vida de Roberto Gómez Bolaños. La producción supone un proyecto de la familia del artista, específicamente de su hijo, quien figura detrás de los créditos de la creación. En tal sentido, guarda correspondencia con trabajos recientes para la oferta de streaming como […]
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HBO ha estrenado la serie de Chespirito: Sin querer queriendo, inspirada en la vida de Roberto Gómez Bolaños.

La producción supone un proyecto de la familia del artista, específicamente de su hijo, quien figura detrás de los créditos de la creación.

En tal sentido, guarda correspondencia con trabajos recientes para la oferta de streaming como Cien años de soledad, que cuestionamos por literal y plana en su ejercicio de revisionismo.

Chespirito: Sin querer queriendo despierta mayor encanto y gracia, pero dista de ser perfecta.

Logra recrear con éxito el contexto del personaje, pero se queda corta a la hora de emular el ingenio humorístico de Roberto Gómez Bolaños, quien parece más el protagonista de una serie dramática como Luis Miguel, que el ícono de la comedia televisiva en México.

Sufre de los mismos problemas que le vimos a la película fallida de Cantinflas.

Buenas Intenciones lastradas por una ejecución hasta ahora prolija y cuadrada que hace extrañar la transgresión audiovisual de Chespirito en su formato analógico.

Un Sin querer queriendo en HD que despierta mis sentimientos encontrados.

Tema del complejo revisionismo, en la actualidad posmoderna, que busca solemnizar y academizar lo que antes fue una verdadera disrupción. Le falta la gracia y el absurdo del verdadero Chespirito, al que se le admira pero se le teme porque puede ofender a las audiencias contemporáneas.

De ahí una adaptación tan tímida por los momentos. La relación del mexicano con Chespirito se ha tornado incómoda y la serie lo sublima de forma involuntaria.

Por eso la producción se concentra más en sus aspectos personales y románticos que en desarrollar el humor que lo hizo famoso.

La generación de cristal del milenio siente que el personaje representa de forma estereotipada a la vasta cultura mexicana.

Por eso se le mira con el recelo y el encono que caracterizan a los tiempos de la vulnerabilidad y la cancelación.

Hay cantidad de foros y videos en redes sociales que analizan el fenómeno, al mostrar el supuesto lado oscuro de los episodios de El Chavo del Ocho y Chespirito, los mismos que disfrutamos en loop alrededor del planeta, sin tanto drama y explotación del morbo conspiranoico.

Sí notamos que el impacto de la media contemporánea, puede llegar a lastrar el contenido de la serie Chespirito en cuanto busca no ofender a nadie o hacer control de daños desde la sala de redacción de su libreto.

Por temas de derecho y protección, algunos secundarios relevantes apenas son mencionados y mostrados, teniendo escasos minutos para evitar demandas.

Es el caso de Kiko o Carlos Villagrán, que protagonizó un sonado divorcio con Roberto Gómez Bolaños.

Por tal motivo, en el primer capítulo, solo lo vemos en una escena que parece un gag de crítica y algo de venganza, al buscar vender un autógrafo en son de broma.

De pronto un ajuste de cuentas.

Ya veremos cómo se desarrolla su historia en la serie.

Por último, cabe destacar la presencia del casting venezolano en la producción, lo cual refrenda el talento de exportación que sigue alimentando a las industrias culturales del extranjero, después de los traumas de la diáspora y el exilio no deseado. Los actores Alejandro Grossman y Carla Muller personifican papeles secundarios, que tendremos ocasión de ponderar a lo largo de los capítulos.

Así Chespirito: Sin querer queriendo se perfila como un trabajo continental que reconoce la impronta de los artistas venezolanos que salieron por la frontera, como también es el caso de El Eternauta.

Otra razón para seguirle la pista al fenómeno de masas de Chespirito en su propuesta de actualizar su repertorio, de refrescar la licencia de una marca tan universal como la de Roberto Gómez Bolaños.

Por lo pronto, el resultado de la operación es desigual.

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