
“No obstante, la transmisión democrática de poder se hizo, y Leoni no sólo lograría gobernar los cinco años estipulados en la Constitución, sino lograría el prodigio de unas terceras elecciones libres en las que, además, triunfó la oposición y le entregó el poder, lo que era aún más asombroso para la tradición venezolana. Si en algún momento parecía Venezuela definitivamente encaminada a la modernidad y a la democracia, fueron aquellos años”
Por TOMÁS STRAKA
El 11 de marzo de 1964 ocurrió un hecho sin precedentes en la historia de Venezuela: un presidente civil, electo democráticamente, le transfirió el poder a otro civil, también electo en comicios libres. Además, ocurría ante un Congreso con parlamentarios igualmente producto de la elección popular. Tal hecho marca el inicio de la administración de Raúl Leoni. Basta pensar en lo mucho que el presidente saliente, Rómulo Betancourt; que el presidente entrante, Leoni; que la mayor parte de los parlamentarios presentes y que sus partidos habían luchado y padecido para llegar hasta allí. En sus casos se trataba, como mínimo, de un tortuoso camino de cerca de cuarenta años, lleno de retrocesos, fracasos, cárceles, exilios y, no pocas veces, torturas y muerte de compañeros y seres queridos. Pero sus biografías se insertan en algo más amplio, lo que el historiador Germán Carrera Damas ha llamado “el largo camino hacia la democracia”, que tampoco había sido más fácil. Desde que en 1810 la junta establecida en Caracas convocó por primera vez a unas elecciones en el sentido moderno de la palabra, de las que salió el Congreso que declaró la independencia y redactó una constitución democrática, hubo largos períodos autocráticos, guerras civiles, vidas y sueños rotos. Tenían, pues, los venezolanos razones para estar asombrados, incluso para dudar. En especial porque la administración que terminaba parecía haberlo logrado por muy poco, y la que comenzaba tenía ante sí un montón de problemas.
No obstante, la transmisión democrática de poder se hizo, y Leoni no sólo lograría gobernar los cinco años estipulados en la Constitución, sino lograría el prodigio de unas terceras elecciones libres en las que, además, triunfó la oposición y le entregó el poder, lo que era aún más asombroso para la tradición venezolana. Si en algún momento parecía Venezuela definitivamente encaminada a la modernidad y a la democracia, fueron aquellos años que van del fin de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez al final del gobierno de Rafael Caldera, es decir, entre 1958 y 1974. Cada día se libró una batalla mayor o menor, cuyo resultado casi siempre fue un paso adelante en la modernización política, económica, social o cultural. Hubo una importante continuidad entre aquellos primeros tres gobiernos democráticos, lo que permitió consolidar muchas de sus líneas de acción. En ocasiones, es necesario admitir, esa continuidad venía desde la década de 1920 o incluso antes, pero en todos los casos hubo un esfuerzo para madurar las cosas, para hacerlas más institucionales, más libres y, sobre todo, más inclusivas. Y, dentro de aquellos tres lustros, el gobierno de Leoni jugó el papel clave de ser el pivote que permitió consolidar muchos procesos que venían de la administración anterior, o incluso de antes, y de ponerlos en el siguiente nivel. En momentos en los que tantos venezolanos sienten desencanto por su destino, puede sorprender que, por muchas décadas, el signo del país fue más bien el del éxito. No se trata de romantizar, o de decir que todo fue perfecto, que no se cometieron errores, a veces muy importantes, sino de demostrar que se trata de decisiones y empeño, no de una tara sustancial en la sociedad.
A seis décadas del gobierno de Leoni, es bueno recordar algunos de sus logros más destacados. Se trata de un ejercicio indispensable de memoria en la hora actual, tanto venezolana como mundial. De todos los que hubo, hemos escogido siete, que a nuestro juicio, y sin que ello implique excluir otros, resaltan por encima de los demás:
1 El primer y más notable de los hitos es el ya señalado: Rómulo Betancourt no sólo fue el primer presidente civil electo en comicios libres que logró terminar su período, sino que garantizó, pese a un montón de adversidades —varios intentos de golpes, un intento de magnicidio, violencia callejera, guerrillas, crisis económica— la celebración de elecciones en diciembre de 1963, en las que es electo otro civil, al que le entrega el poder. Hasta el momento, en Venezuela, el único civil que había terminado su mandato había sido Juan Pablo Rojas Paúl (1888-1890), pero del que difícilmente podría decirse que llegó a la presidencia por vía democrática, aunque sí lo hizo por canales institucionales, legales y legítimos. José María Vargas (1835), Manuel Felipe Tovar (1859-1861) y Raimundo Andueza Palacio (1890-1892) fueron obligados a renunciar, directa o indirectamente, por movimientos armados; Pedro Gual, que fue presidente provisional (1861), y Rómulo Gallegos (1948) fueron derrocados por golpes de Estado; y José Gil Fortoul (1914), Victorino Márquez Bustillos (1914-1922), Juan Bautista Pérez (1929-1931) y Germán Suárez Flamerich (1950-1952) fueron títeres de autocracias. De modo que aquello a lo que asistieron los venezolanos el 11 de marzo de 1964 no tenía parangón alguno en su historia.
2 Raúl Leoni llevó el logro de 1964 al siguiente nivel. Sorteando una gran escalada guerrillera, que incluyó desembarcos de comandos extranjeros; sorteando también una oposición parlamentaria bastante fuerte, aunque en general leal a la democracia, pero que echó para atrás algunos de sus proyectos más importantes; sorteando la ruptura de la alianza de partidos gubernamental, conocida como la Ancha Base; y finalmente la división de su propio partido, del que se separa un líder histórico clave, Luis Beltrán Prieto Figueroa; sorteando, además, una caída de los precios del petróleo y un sistema de cuotas establecido por los Estados Unidos, que ponía límites al petróleo importado desde Venezuela, logró varias cosas esenciales: mantener y acelerar el rito de crecimiento económico que había logrado recuperar Betancourt al final de su mandato; darle continuidad a una vasta red de programas sociales y obras públicas; enfrentar y en general derrotar a la escalada guerrillera y organizar unas elecciones libres en 1968. Eso, de por sí, ya marca un hito, pero en este caso hay mucho más: son las primeras elecciones presidenciales en las que gana la oposición y le es reconocido el triunfo. Hasta el momento aquello de que “gobierno no pierde elecciones” era la norma. Los recuerdos de 1898 y, sobre todo, 1952, estaban bastante frescos. Tal vez lo único que se le podía acercar eran las elecciones municipales de Caracas de 1937, en las que ganó la oposición de izquierda. Pero algo como una elección presidencial era inimaginable. Por ello Leoni hizo tanta historia el 11 de marzo de 1969 cuando le entregó el poder a Rafael Caldera, como cuando lo recibió justo cinco años antes.
1 Durante la administración Leoni se llevó, hasta donde tenemos noticias, el primer juicio a un dictador latinoamericano en el marco de una democracia. Aquello que dos décadas después caracterizará muchas transiciones democráticas tuvo su primer antecedente en la extradición que en 1963 consigue el Estado venezolano de Marcos Pérez Jiménez. Ver a un exmandatario sentado en el banquillo de los acusados era otra novedad absoluta para los venezolanos. Especialmente verlo con derecho a la defensa y garantías a su integridad. El juicio fue largo, seguido por los medios y, al final, quedó más o menos a tablas: fue hecho sólo por peculado, sin que se considerara su posible participación en el homicidio de líderes de la resistencia durante la dictadura; no se le pudieron probar cargos para una condena mayor a cuatro años, que ya había cumplido para cuando finalmente salió la sentencia en 1968, por lo que el resultado concreto fue que salió en libertad y pudo volver al exilio, esta vez bajo el ala protectora de Francisco Franco, lo que no dejó de verse como una especie de absolución; y en el período los perezjimenistas lograron reorganizarse, creando un partido, la Cruzada Cívica Nacionalista (CCN), que lo inscribió en sus listas como candidato a parlamentario en las elecciones de 1968. Pero eso no fue todo: la CCN tuvo un importante éxito electoral: obtuvo el 10% de los votos, lo que representó 21 diputados y cuatros senadores. Uno de esos parlamentarios electos fue nada menos que Pérez Jiménez, aunque su elección fue invalidada por la Corte Suprema de Justicia. De modo que si Pérez Jiménez fue el primer dictador latinoamericano al que enjuicia una democracia, fue también el primero en convertirse en un fenómeno electoral.
2 La victoria más rápida de la historia sobre una guerrilla. Durante la administración de Leoni la reforma militar, creando unidades adecuadas para la contrainsurgencia, y policial, que se había iniciado en el gobierno anterior, estuvo a punto para enfrentarse a la Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), organizadas en 1963 por el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el primero de los MIR del continente. Ya existían antes algunos núcleos guerrilleros, pero no fue hasta el fracaso del Porteñazo en 1962 que se inició la organización sistemática de la guerrilla. Venezuela se convirtió en uno de los campos de batalla de la Guerra Fría, en el que los dos bloques invirtieron tiempo y dinero. Las derrotas de los intentos golpistas llevó al sector comunista a organizar frentes guerrilleros en varias regiones del país, así como una activa guerrilla urbana que hizo muchos atentados, robos “revolucionarios” a bancos y secuestros.
Ante ello el gobierno respondió de dos maneras: siguiendo con el programa de reformas de la democracia, que impidió un apoyo mayoritario de la población a la guerrilla; y desarrollando estrategias de contrainsurgencia modernas. Ambas resultaron en completo éxito. Aunque algunos excesos policiales, como la muerte del guerrillero Alberto Lovera, generaron escándalos que siguen recordándose, en parte porque en su momento se discutieron de forma libre y los responsables fueron llevados a juicio, el hecho es que para mediados del mandato ya un sector importante de la guerrilla concluyó que su lucha no tenía perspectiva, que carecía de apoyo popular y que política y militarmente había sufrido continuas derrotas. Esto llevó a divisiones internas y disensiones importantes (que a veces terminaron pasándose al otro bando). Fidel Castro, sobre todo después de la Conferencia Tricontinental de La Habana de 1966, decide subir la apuesta con Venezuela, lo que se tradujo en el desembarco de comandos militares cubanos, siendo el más famoso el del desembarco de Machurucuto en 1967, rápidamente repelido por las fuerzas venezolanas. A pesar de los sobresaltos, la guerrilla nunca estuvo cerca de amenazar seriamente al gobierno. De hecho, la administración Leoni inició una política de pacificación, con la que muchos guerrilleros pudieron conmutar sus penas de prisión por exilios. En 1968 el Partido Comunista, que estaba más alineado con Moscú, que no quería continuar la lucha armada, pudo presentarse en las elecciones con una organización de tapadera, Unión Para Avanzar (UPA). Por ello, cuando Rafael Caldera inició su exitoso proceso de pacificación, tenía frente a sí a una guerrilla en general derrotada y dividida. Esto no desdice los méritos de la administración de Caldera, que logró llevar todo a buen puerto, lo que no fue para nada sencillo, ya que cualquier error puede hacer zozobrar una pacificación y reinserción a la vida democrática de grupos armados, sólo se pone en perspectiva el éxito de la política contrainsurgente de Leoni. Si se compara con cualquier otro movimiento guerrillero de mediados del siglo XX, en especial con los latinoamericanos, ninguno fue sofocado de forma tan rápida como el venezolano.
3 El Acuerdo de Ginebra, suscrito en 1966, uno de los éxitos diplomáticos más grandes de la historia de Venezuela. La reclamación de Venezuela del Esequibo, cuya ocupación por Gran Bretaña fue reconocida por el Laudo Arbitral de París de 1899, había sido introducida y aceptada por la ONU en 1962. Se alegó, con base en evidencias documentales, que el Laudo estuvo amañado y por lo tanto su dictamen es írrito. En 1965 el Estado venezolano decidió incorporar al Esequibo a sus mapas oficiales, como Zona en Reclamación. En este sentido, cuando Gran Bretaña decide descolonizar a la Guayana Británica, que estaba en una situación de turbulencia política, la diplomacia venezolana logra sentar al gobierno británico y a las autoridades coloniales locales, que se comprometen a llegar a un acuerdo. Esto significa que todas las partes reconocen que la reclamación tiene justificación y que debe ser atendida. Así, la territorialidad venezolana cambia con Leoni. Desde 1965 todos los venezolanos tenemos una imagen distinta del país, con el Esequibo como parte suya. A ello se pueden sumar otras cosas, como la integración plena de la Guayana venezolana al resto de Venezuela con el Puente Angostura, inaugurado en 1967, así como la puesta en marcha de la primera etapa de la central hidroeléctrica del Guri, en 1968.
4 Se amplió el protagonismo femenino. Aunque el feminismo fue consustancial al proyecto democrático que se perfiló en la década de 1930, con la participación de mujeres en el liderazgo de casi todos los nuevos partidos y la consagración del derecho al voto femenino en 1946, cuando se eligen las primeras diputadas, durante la administración de Leoni ocurren dos hitos fundamentales en este sentido: el rol de primera dama se transforma e institucionaliza con Carmen América Fernández de Leoni, conocida como Menca de Leoni; y se nombra la primera mujer ministra de la historia de Venezuela, Aura Celina Casanova. En el caso de la primera dama, las obras sociales impulsada por Menca de Leoni, como el Festival del Niño y el Programa de Regularización de Uniones, que fomentaba el matrimonio de las uniones de hecho, le granjearon una gran popularidad. No es aventurado decir que fue el personaje más popular de todo el gobierno. Acompañando a su esposo en actos oficiales, los Leoni-Fernández dotaron a la sociedad venezolana de un modelo de familia de clase media, demostrando, en términos muy democráticos, que el poder no es un coto para clanes familiares u oligarquías, sino un ejercicio cívico abierto a ciudadanos comunes. Y que, además, el presidente no tiene que ser un patriarca lejano, sino un padre y un esposo cariñoso que cena con su familia, besa a su esposa en público y juega con sus hijos. Es decir, un torpedo a la idea del caudillo-macho-mujeriego que imperó por mucho tiempo. Aura Celina Casanova, por su parte, encarna un rol que apenas se atisbaba: la de la mujer profesional que trabaja en “cosas de hombres”, como se las consideraba entonces. Fue nombrada ministra de Fomento. Es decir, su trabajo tenía que ver con la industria, los créditos, los aranceles, los empresarios, en aquel tiempo un coto casi por entero masculino. Con Menca y con Aura Celina aparece un nuevo tipo de venezolana que en los siguientes años no dejaría de crecer. No es irrelevante que Rafael Caldera haya nombrado a otra mujer en la cartera de Fomento, Haydée Castillo; y que su esposa, Alicia Pietri de Caldera, haya sido también una destacadísima primera dama, gerente muy exitosa en muchos programas.
5 En la administración de Leoni comenzaron las políticas culturales modernas en Venezuela. No es que antes no hubiera algún tipo de medidas estatales en función de los que tradicionalmente se entiende por cultura (artes plásticas, música académica, teatro): desde los tiempos de Guzmán Blanco se han otorgado becas para la formación de artistas, se han hecho encargos estatales de obras, se crearon museos y academias, bien de formación, o de altos estudios, como la Academia Venezolana de la Lengua y la Academia Nacional de la Historia; se han financiado ediciones y construido teatros. Pero eran iniciativas generalmente desconectadas y de alcance muy parcial. Con la creación en 1938 de la Dirección de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación, todas las instituciones culturales pasaron a estar integradas bajo una política más o menos coherente, articulada con las políticas educativas. Durante el gobierno de Leoni se le encarga a quien había sido el fundador de la Dirección, Mariano Picón Salas, la creación de un órgano desprendido del Ministerio de Educación, al estilo del Ministerio de la Cultura que había creado De Gaulle en 1959. Tal fue el Instituto de Cultura y Bellas Artes (INCIBA). Picón Salas murió repentinamente el 1° de enero de 1965, por lo que no puede dirigir el proyecto que diseñó, pero que, de las manos de otros directores, como José Luis Salcedo Bastardo y, sobre todo, Simón Alberto Consalvi, sentaron las bases de uno de los momentos de mayor despliegue cultural en la historia venezolana, entre las décadas de 1960 y del 2000. En 1966 se creó la Cinemateca Nacional, en 1968 Monte Ávila Editores, se dieron becas a creadores, se financiaron grupos de teatro, se impulsaron museos en todo el país. Al concluir en 1969, la administración Leoni dejaba un panorama e instituciones culturales muy distintas de aquellas que existían cinco años antes.
Es mucho más lo que se puede decir del gobierno de Leoni, desde las obras públicas que inauguró hasta reformas tan importantes como la institución de las pensiones de vejez por el Seguro Social; y también es mucho más lo que se puede decir de los seis hitos acá señalados, pero de momento baste con lo consignado para resaltar lo dicho al principio: seis décadas después, recordar a Leoni es un ejercicio indispensable de memoria para la hora actual, tanto venezolana como mundial, en la que la democracia tiene, nuevamente, mucho por lo que luchar.