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QUERIDA SALSA Y entonces, llegó el merengue

En 1979 la Fania All Stars saca al mercado un larga duración llamado Havana Jam, en el cual incluye un tema titulado “Mi Gente/Barbarazo (Medley) Héctor Lavoe / Wilfrido Vargas”.  El sello salsero consciente de que el merengue comenzaba a ganar terreno en Nueva York y quizás en su afán de llevar una propuesta novedosa […]
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En 1979 la Fania All Stars saca al mercado un larga duración llamado Havana Jam, en el cual incluye un tema titulado “Mi Gente/Barbarazo (Medley) Héctor Lavoe / Wilfrido Vargas”.  El sello salsero consciente de que el merengue comenzaba a ganar terreno en Nueva York y quizás en su afán de llevar una propuesta novedosa a la cuna de la música con clave, se lleva a este invitado especial dominicano y líder de orquesta, y lo pone a compartir un tema con Lavoe, probablemente el cantante más visible de la salsa en la Gran Manzana. El resultado, absolutamente desafortunado, anuncia lo difícil que sería la convivencia de ambos géneros, al menos en esa desigualdad de condiciones.  La salsa lucía agotada ante un merengue joven y con una propuesta distinta. Esta diferencia terminaría por liquidar a la salsa que además se daría el puntillazo final a sí misma con la aparición de la llamada salsa erótica.

Esta aventura, que no fue más que un intento desesperado por reinventarse, mantener activo el género y por supuesto, seguir vendiendo discos, nace a partir del LP Noche caliente, grabado en 1980 y que vería la luz dos años más tarde. Arreglado y producido por el multiinstrumentalista Louie Ramírez, contó con la voz de Ray de la Paz, sonero superprobado y aprobado que ya había trabajado con la orquesta de Ray Barretto. El resultado fue un disco con un sonido impecable (no podía esperarse menos de Ramírez), pero que conceptualmente buscaba distanciar a la música de sus orígenes. El primer experimento consistió en arreglar baladas famosas para la época como “Todo se derrumbó” y “Estar enamorado” del español Manuel Alejandro bajo la estructura de la orquesta de salsa. 

Considero importante hacer una aclaratoria en este punto del relato. No es que el público de la salsa no aprecie las historias de amor y erotismo, como de hecho lo ha demostrado con el pasar de los años. El problema es que fue una terapia de shock. De repente un día se perdieron las temáticas que unían a todo un público y que los conectaba con su identidad cultural, con el barrio, la calle y sus historias honestas y cotidianas, para entonces comenzar a hablar de historias de amor empalagosas que evocaban sábanas mojadas, camas de hotel y entrañas que se prendían en fuego. Piensen en un influencer que es seguido por millones de personas por hacer videos de acción que de la noche a la mañana comienza a hacer novelas rosa. ¿Qué le pasaría a ese influencer y a su canal? Eso mismo que están pensando le pasó a la música y la gente se sintió defraudada y perdida. La salsa agonizaba, dejando a la deriva a millones de seguidores.

En la acera de enfrente el merengue crecía vigoroso con todo a su favor. Mientras que en 1960 había un poco más de 12.000 dominicanos en Nueva York, ya para 1980 se contaban 170.000. Era lógico pensar que esa población que creció más de 10 veces en tamaño en apenas 2 décadas reclamara su espacio trayendo elementos de su cultura y tradiciones, así como lo habían hecho los puertorriqueños y cubanos años antes.  La tambora y la güira desplazaron a los timbales y los bongós. 

El merengue tenía una audiencia gigantesca a su disposición, que había sido abandonada por la salsa, estancada y herida de muerte ante la imposibilidad de reinventarse y seguir vendiendo discos sin hablar de amor, sexo y romance. El merengue, en cambio, era fresco, joven, divertido y estaba lleno de energía. Hay un elemento clave que sin duda ayudó al merengue a masificarse, y es que, a pesar de la velocidad de sus arreglos, cualquiera puede bailarlo. En el merengue no hay clave, por lo tanto, no hay saltos en el ritmo en términos generales. Con mover un pie a la vez, ya estás gozando. Y otro elemento muy importante: el merengue que se hizo comercial no tenía ningún compromiso social, de tal manera que pudo colarse en todos los salones de baile sin distinción de clase social. Mientras la salsa era música de “niches”, el merengue era un vacilón.

Afortunadamente, para la gran legión de seguidores de la salsa algunos pilares fundamentales se mantuvieron haciendo buena música.  Es por ejemplo en la década de los ochenta cuando Rubén Blades crea Seis del Solar.  Eddie Palmieri, siempre al margen del movimiento comercial, siguió haciendo su música, al igual que Ray Barretto y Tito Puente que se movían con naturalidad en el jazz.  Manny Oquendo y Andy González al frente del Conjunto Libre nunca cedieron a las presiones de vender discos y siempre hicieron la música que quisieron hacer.  Algunos se aventuraron a hacer productos más “románticos” con resultados predecibles: era un idioma no reconocido por sus seguidores de siempre.

Coda: Mucha agua ha pasado bajo el puente desde aquella desaparición forzada de la salsa y advenimiento del merengue. Hoy en día ambos géneros conviven pacíficamente y cuentan con una legión de seguidores que van de un lado a otro indistintamente. Mención especial a esos grandes músicos dominicanos que a punta de calidad lograron consolidar el ritmo a nivel mundial, como Juan Luis Guerra, Wilfrido Vargas, Ramón Orlando, Johnny Ventura, Jossie Esteban, Fernando Villalona, el recientemente fallecido Rubby Pérez y tantos otros. 


Ale Marquis es músico, melómano y creador de contenidos. En su canal de YouTube se ha dedicado a resaltar el legado de los maestros pianistas de la llamada salsa. Creador junto a Luis M.Guzmán del podcast Querida Salsa, disponible en las principales plataformas de difusión.

www.alemarquis.com

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