Apóyanos

Punto Fijo, la ciudad muerta

Año 2025 y aún no hemos encontrado ningún ejemplo que demuestre que una institución cualquiera, sea una clase social, el aparato del Estado, cualquier otro artilugio o entidad tenga la capacidad, pueda sustituir y mostrar triunfos que no sean producto de la creatividad, del esfuerzo de “la gente” actuando con libertad para emprender, aprendiendo, investigando, […]
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Año 2025 y aún no hemos encontrado ningún ejemplo que demuestre que una institución cualquiera, sea una clase social, el aparato del Estado, cualquier otro artilugio o entidad tenga la capacidad, pueda sustituir y mostrar triunfos que no sean producto de la creatividad, del esfuerzo de “la gente” actuando con libertad para emprender, aprendiendo, investigando, trabajando, negociando.  

Me cobijo en  las palabras de Maxim Ross: “No debe resultar incomprensible que podamos apelar a la potencialidad que aloja el sector privado venezolano al cual, si se le liberan sus fuerzas productivas, podría cambiar en tiempo récord el curso de los acontecimientos, en especial si solo se apela al aumento de una capacidad productiva subutilizada que no requeriría de grandes inversiones. Si además se permite que ese sector crezca y satisfaga las ingentes demandas de la población venezolana, sin lugar a dudas habrá buenos y remunerativos empleos que ofrecer y, por consecuencia, una elevación efectiva del salario real y de aumento de la demanda por esos servicios productivos. 

Esta propuesta se fundamenta en el hecho comprobado de que liberar las fuerzas productivas de la agricultura y de la agroindustria podría aumentar la producción y satisfacer el consumo y las necesidades alimenticias de la población. Abrirse también al impulso de otras actividades industriales y de servicios que solo están a la espera del estímulo correspondiente y de la reducción de las trabas que imposibilitan su progreso sostenido”. 

Hasta ahora los venezolanos hemos dejado rienda suelta al Estado, a su capacidad reguladora, a su poder impositivo en el gasto público y sobre todo a ese ilimitado poder derivado de la propiedad pública de todo lo que se denomine “industrias básicas”. La forma como hemos crecido económicamente, las obras de infraestructura que se han creado, la orientación de las políticas públicas todo han sido producto de decisiones estatales. Maxim pide algo elemental, pero que ha sido la clave de bienestar y el crecimiento de sociedades donde la gente es más o menos feliz. Él sólo pide que confiemos en nosotros mismos. Venezuela es un país petrolero, pero 73% de nuestro territorio está ocupado por actividades agrícolas, pecuarias, hasta ahora de baja rentabilidad, sin acceso a financiamiento, sin desarrollo de infraestructuras que nos permitirían conducir o manejar sabiamente las fuerzas de la naturaleza, sin mejorar la calidad de los suelos, ni controlando las inundaciones, las sequías y sobre todo, sin preocupación por educar a ese 36% de la población que habita en esos pequeños pueblos rurales. Sitios agrestes, pero que están ahí. Solo busquemos cuántas escuelas técnicas agropecuarias existen en un país donde en los 23 estados que existen, en 17 de ellos la única actividad económica es la conectada con la ruralidad. Pocas industrias en esos vastos territorios, poca investigación creativa que permita el desarrollo y conversión de materias agropecuarias en otros nuevos productos para el consumo industrial y doméstico.

Relacionadas