Apóyanos

Panamá: una política exterior al Caribe

El fin de semana pasado, Panamá asumió la presidencia pro tempore de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), el cual marca un momento importante para el posicionamiento estratégico del país dentro del entramado geopolítico del Gran Caribe. Esta responsabilidad regional, más que un gesto protocolar, refleja un reconocimiento al rol histórico y contemporáneo de Panamá como articulador […]
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

El fin de semana pasado, Panamá asumió la presidencia pro tempore de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), el cual marca un momento importante para el posicionamiento estratégico del país dentro del entramado geopolítico del Gran Caribe. Esta responsabilidad regional, más que un gesto protocolar, refleja un reconocimiento al rol histórico y contemporáneo de Panamá como articulador regional, plataforma logística y promotor del diálogo multilateral.

Fundada en 1994, la Asociación de Estados del Caribe (AEC) agrupa a más de 30 países de América Latina y el Caribe, con el objetivo de promover la cooperación regional en áreas como el comercio, el transporte, el turismo sostenible y la gestión del riesgo de desastres. Su carácter multilingüe y su diversidad geográfica convierten a este organismo en una herramienta clave, aunque muchas veces subestimada, para consolidar la integración regional en el Caribe ampliado.

Desde esa óptica, la presidencia del organismo en manos del presidente José Raúl Mulino, llega en un momento de grandes desafíos comunes: la crisis climática, la inseguridad alimentaria, las vulnerabilidades económicas pospandemia y la creciente presión migratoria en varios puntos del Caribe. Frente a este contexto, el Presidente Mulino asume un liderazgo que trasciende lo simbólico, con capacidad real de convocar y construir consensos regionales.

La posición geoestratégica del país y su infraestructura logística, anclada en el Canal de Panamá, al que el Presidente aprovechó para ratificar una vez más la soberanía panameña, la conectividad aérea y su zona portuaria, le otorgan ventajas significativas para dinamizar proyectos regionales. Bajo el liderazgo del presidente Mulino, se espera que la AEC dé un renovado impulso a la agenda de interconectividad regional, con énfasis en la cooperación marítima, el transporte intracaribeño y el fortalecimiento de cadenas de suministro resilientes.

Aunque el organismo es fundamentalmente técnico, Panamá tiene la oportunidad de proponer una narrativa regional basada en solidaridad y sostenibilidad, articulando políticas conjuntas para enfrentar los efectos del cambio climático, una de las mayores amenazas existenciales para los pequeños Estados insulares del Caribe.

En su intervención el presidente Mulino abogó por la situación migratoria que vive la región, en particular la problemática de la frontera colombo-panameña del Darién y la presión migratoria que enfrenta la República Dominicana-Haití, planteando una política migratoria regional basada en el respeto a los derechos humanos, la seguridad ciudadana y la solidaridad entre los pueblos, reconociendo que los países del área no cuentan con los recursos para atender el flujo migratorio

Panamá tiene la oportunidad de reforzar su proyección internacional y su vocación histórica como punto de encuentro entre naciones. Este nuevo rol también fortalece el posicionamiento internacional de Panamá como un actor diplomático confiable, capaz de actuar como mediador en tiempos de creciente polarización hemisférica. En un entorno donde las tensiones geopolíticas entre potencias externas (como Estados Unidos, China y Rusia) se filtran en la región caribeña, la diplomacia panameña puede ofrecer una voz pragmática, equilibrada y orientada al desarrollo.

La coyuntura actual exige un mayor nivel de integración y colaboración entre los países del Gran Caribe. En ese sentido, Panamá se encuentra en una posición privilegiada para liderar con visión regional, apostando por una agenda conjunta que responda a las necesidades de las poblaciones caribeñas y siente las bases de un desarrollo más justo, resiliente y sostenible.

La presidencia por parte de Panamá de la AEC representa, entonces, un desafío y una oportunidad: liderar no solo con capacidad técnica, sino también con una visión política estratégica de largo plazo que privilegie el multilateralismo, la equidad regional y el fortalecimiento institucional. El éxito de esta gestión dependerá de la habilidad de Panamá para trascender la diplomacia de ocasión y transformar la Asociación de Estados del Caribe en un verdadero mecanismo de integración funcional. Son tiempos donde el Caribe necesita más que nunca cohesión, planificación regional y visión de futuro.

Relacionadas