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¡Otra extracción na’ más!

Desde aquel día en que se reveló el escape y vuelo hacia el norte de las cinco guacamayas (realmente fueron cuatro), los nervios no andan muy bien que digamos en los predios de Miraflores y demás guaridas de los usurpadores del poder en Venezuela. El más nervioso de todos, por supuesto, es Diosdado Cabello, a […]
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Desde aquel día en que se reveló el escape y vuelo hacia el norte de las cinco guacamayas (realmente fueron cuatro), los nervios no andan muy bien que digamos en los predios de Miraflores y demás guaridas de los usurpadores del poder en Venezuela.

El más nervioso de todos, por supuesto, es Diosdado Cabello, a quien, últimamente, nada le está saliendo bien, y que, en sus escasos y contados descansos, sueña viéndose embutido en una braga color naranja.

Lo cierto es que hay una palabra del Diccionario de la Real Academia Española que últimamente hace parte de todas las conversaciones, rumores y chismes a lo largo y ancho de la geografía nacional venezolana: “Extracción”.

La “extracción”, por ejemplo, de una muela, es algo que todo el mundo odia. Pero la extracción a la que nos queremos referir es una un poco más complicada y compleja que tiene a los miembros del círculo íntimo de Nicolás Maduro aterrorizados. Este indecible vocablo para la mafia en el poder está asociado a otra palabra que igual les para los pelos, y que no es otra que esa que llaman traición. Porque, seamos objetivos, por más brillante que haya sido la Operación Guacamaya, fabricada y ejecutada por la inteligencia gringa y, supuestamente, con la colaboración de otros países (Argentina e Israel), no hay dudas de que allá adentro, en ese monstruo corrupto del régimen chavista, algunos se prestaron para la gran movida.

Vocerías de la Casa Blanca y del Departamento de Estado de Estados Unidos han señalado que esa milimétrica operación de rescate no será la única, y que eso explicaría la negativa de dar a conocer los detalles de esta. 

Mucho se comenta, entonces, sobre el eventual rescate de otros presos políticos, incluso, de aquellos cautivos de nacionalidad estadounidense todavía en las mazmorras venezolanas, que representan las principales piezas de cambio del régimen madurista. Pero quizás, lo que más genera insomnio a los miembros más connotados de la nomenclatura madurista es la posibilidad de una extracción de uno o varios de ellos.

Una sola extracción y listo

Teniendo como telón de fondo la fragilidad evidente que experimenta el régimen, sobre todo después del porrazo de la Operación Guacamaya, la expiración de la licencia general de la empresa Chevron y la catastrófica puesta en escena de unas falsas y desoladas elecciones el 25 de mayo, existe una hipótesis que ha venido cobrando cierta credibilidad. Se trata de la posibilidad de que, muy pronto, uno de los funcionarios de alto rango del régimen madurista, bien del sector político o del ámbito militar, sea el objetivo de una extracción al mejor estilo hollywoodense, por parte de los servicios de inteligencia y de seguridad de Estados Unidos. 

La captura de uno de estos personeros del gobierno de facto marcaría el verdadero principio del fin del régimen, por las obvias implicaciones en materia de seguridad y un estado absoluto de desconfianza que se instalaría al interior de sus filas. En los registros del Departamento de Justicia de Estados Unidos y de la oficina del secretario de Estado, Marco Rubio, sobran los candidatos. 

Hablamos de una maniobra que tendría un menor costo político, pero de gran impacto, en una coyuntura en la que varias condiciones parecen alinearse favorablemente. Esto es, las investigaciones de la DEA respecto a las actividades del narcoestado venezolano siguen su curso firme con nuevos hallazgos y confiscaciones. Igualmente, se han intensificado las pesquisas del FBI respecto a la participación de altos funcionarios del régimen en la estructura orgánica, tanto del Tren de Aragua como del Cartel de los Soles. Y, por otra parte, la opinión pública de Estados Unidos ha venido siendo alimentada con toda esta información, a todas luces vinculada a su seguridad nacional y la estabilidad hemisférica.

Las estructuras de gobierno de facto en Venezuela están experimentando tiempos de reacomodo, deserciones y traiciones. En otras palabras, el régimen pareciera estar ya impregnado de topos vendedores y delatores. Diosdado Cabello ya lo intuye, y en estos días, es tanto el terror y la desconfianza que lo abruman, que dio a conocer una información según la cual la esposa del jefe de la Zona Operativa de Defensa Integral (ZODI-La Guaira), almirante Gregorio Antonio Briceño Paniagua, habría recibido una llamada de “agentes del Imperio”, exactamente de una persona con “acento gringo”, ofreciéndole garantías a ella, su esposo y familia, a cambio de traicionar al gobierno venezolano.

¿Otra mentira más de Diosdado como una advertencia a las fuerzas represoras y de seguridad de que él está al tanto de todo? La verdad, poco importa. Hay una dinámica ya desatada que parece escaparse al control del aterrado ministro de Interior, Justicia y paz.

Diosdado tiene muchos enemigos. Él lo sabe, y cada día está expuesto a la traición de cualquiera de los tantos que están montados en el mismo barco. Las lealtades cada vez se reducen a lo mínimo, y, a diferencia de sus pares:  Nicolás, Cilia, Delcy, Jorgito y Vladimir, él no tiene ningún margen de negociación con su tan nombrado y temido imperio.

Javierjdiazaguilera61@gmail.com

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