
“Si me preguntan la significación de esta producción periodística en la vida literaria del país, responderé que no se oculta. Podría dar varias razones, como por ejemplo que mucha producción (tanto femenina como masculina) se encuentra en esas páginas en espera del trabajo de compilación”
Por MIRLA ALCIBÍADES
En 1872 aparece la primera revista venezolana fundada y dirigida por una mujer. Se llamó Ensayo Literario, salió de imprenta caraqueña en 1872 y corrió bajo responsabilidad de Isabel Alderson. A partir de ese momento se genera una serie hemerográfica surgida por voluntad femenina. No quiero fatigarlos hoy con un catálogo de nombres, sólo mostraré algunas características de ese variado conjunto.
Los hubo manuscritos –que solían ser de cuatro páginas en tamaño oficio. El más conocido fue "El Chistoso" (1890), de Coro. Se contaron los dedicados a contenidos educativos, como la Revista Escolar (1882) en la ciudad de Mérida. Sumaron los volcados a variados aspectos de cultura: fueron la mayoría. En este grupo alcanzaron mayor proyección y reconocimiento nacionales las dos publicaciones de Coro en 1891, las revistas Armonía Literaria y Flores y Letras.
Proliferaron en ciudades principales y, también, en poblaciones apartadas de los centros de cultura. Dentro de este grupo, pienso en Ña Fernanda (Táriba, 1889); La Azucena (La Grita, 1888); El Estímulo (Duaca, 1898) o Idilios (Pampán, 1909).
Algunas dieron preferencia a contenidos vinculados con la acción social, como El Hospital (Mérida, 1878) o La Beneficencia (Coro, 1881). Ambas eran órgano divulgativo de la sociedad benéfica de cada ciudad.
Estuvieron las que actuaron durante un par de décadas. En esta línea debo recordar La Lira (Caracas, 1895) que dirigía y redactaba Concepción Acevedo de Taylhardat y El Verbo Democrático (Coro, 1909), redactada y dirigida por Josefa Victoriana Riera de Torrealba. No quiero olvidar aquellas que no se conservan en nuestros repositorios hemerográficos como La Audacia (Macuto, 1881) o Minerva (Caracas, 1909).
He organizado mi estudio desde 1872 y lo he llevado hasta 1910. Este último año la práctica periodística femenina se muestra consolidada. En realidad la actividad de nuestras productoras de hemerografía continuó, pero aquí sólo quise destacar los años de inicio.
Durante esos treinta y ocho años, he podido sumar treinta y cinco títulos. Es una cifra significativa, pues supera en mucho los catálogos que se han venido organizando en otros países del continente durante el mismo lapso.
El título que cierra este recuento es La Violeta Azul, páginas que se lanzaron en Colón, estado Táchira, en 1910. Este último impreso lo dirigió Hercilia Vivas Colmenares y lo administró Victoria Costa Reina.
Si me preguntan la significación de esta producción periodística en la vida literaria del país, responderé que no se oculta. Podría dar varias razones, como por ejemplo que mucha producción (tanto femenina como masculina) se encuentra en esas páginas en espera del trabajo de compilación.
Y no olvidemos que el reconocimiento nacional a la obra de Polita de Lima nace de un concurso que auspició en 1913 la revista Idilios (que, vale recordar, nació en Chejendé y, después, se trasladó a Pampán). Ese concurso lo ganó la escritora de Coro y, a partir de ese momento, su proyección nacional se potenció.
Fueron algunos logros que nos legó esa prensa femenina en sus comienzos.