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Venezolanos atrapados en México claman por regresar a casa: "Es como estar en la cárcel"

Según una publicación del diario estadounidense The New York Times, el flujo migratorio ha experimentado un vuelco drástico
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Centenares de migrantes venezolanos claman a las afueras de las oficinas de inmigración de Tapachula, en el sur de México, por la autorización para abordar un vuelo de regreso a Venezuela o, al menos, salir de la asfixiante ciudad fronteriza. El anhelado "sueño americano" ha quedado relegado, dando paso a un único deseo: retornar a casa.

Según una publicación del diario estadounidense The New York Times, el flujo migratorio ha experimentado un vuelco drástico. Individuos y familias emprenden ahora el arduo camino de vuelta, utilizando autobuses en sentido contrario, deshaciendo sus pasos a pie o incluso cruzando a nado el río Suchiate, frontera natural con Guatemala, en un intento por regresar a sus países de origen.

Migración a la inversa

Este fenómeno refleja una creciente tendencia de migración inversa, impulsada por las políticas migratorias de línea dura implementadas durante la administración del presidente Donald Trump. Ante la imposibilidad de avanzar hacia Estados Unidos, muchos han tomado la dolorosa decisión de retornar a las naciones de las que una vez huyeron, marcadas por la violencia y la pobreza.

Sin embargo, para los aproximadamente 3.000 venezolanos que aún permanecen en Tapachula, la falta de documentación y recursos los condena a una angustiosa espera. Las estrictas restricciones migratorias impuestas por México, bajo la presión de la administración Trump, les impiden incluso abandonar la ciudad, mientras que el retorno a Venezuela se presenta como una odisea burocrática y económica.

“Estamos atrapados”, lamenta Patricia Marval, una joven venezolana de 23 años, con ocho meses de embarazo y la difícil tarea de cuidar a tres niños en una precaria vivienda de bloques de concreto.

De acuerdo con su testimonio a The New York Times, cada día su pareja lucha por obtener unos pocos pesos en un taller de carpintería, un ingreso magro que apenas alcanza para arroz y tortillas, dejando los pañales para su hija de un año, Siena, como un lujo inalcanzable.

"Algunas noches, el hambre nos atormenta mientras dormimos", confiesa con la voz quebrada. La desesperación ha llegado a un punto límite, donde Marval incluso ha contemplado la desgarradora posibilidad de pedir a un vecino que se haga cargo de uno de sus hijos para garantizarle al menos tres comidas al día. "Si pudiera dejar a alguno te juro que lo haría".

La mayoría son venezolanos

Según Eduardo Castillejos, subsecretario de una agencia gubernamental estatal encargada de asuntos migratorios en la frontera sur, entre 8.000 y 10.000 migrantes se encuentran en una situación similar, dispersos por todo el estado sureño de Chiapas.

La mayoría provienen de Venezuela, Cuba y Haití, todos ellos con la mirada puesta en alcanzar la frontera estadounidense. No obstante, Castillejos señala que son los venezolanos quienes exhiben la mayor desesperación por salir y quienes enfrentan los obstáculos más significativos. Sin recursos y sin documentos de viaje, "a estas personas se les acabaron las alternativas", afirma el funcionario, describiendo su situación como "color hormiga".

Castillejos enfatiza la urgencia de destinar mayores recursos para la integración y el empleo de los migrantes, no solo en Chiapas, sino a nivel nacional. "México ya no es solo un país de paso, poco a poco nos estamos convirtiendo en un país destino", advierte, subrayando la necesidad de "adaptarnos a esa nueva realidad".

En los últimos meses, el gobierno mexicano ha intensificado sus esfuerzos para contener el flujo de migrantes que se dirigen hacia la frontera con Estados Unidos, en un intento por evitar las severas sanciones arancelarias amenazadas por la administración Trump.

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