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Un modelo para la convivencia educativa: Colombia, Córdoba y Cereté

Por Claudia Patricia Salazar Castaño * Aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás Jack Delors – La educación es un tesoro    I La universalidad de los derechos humanos para la convivencia educativa La heterogeneidad propia de la sociedad multicultural actual precisa de la trasformación de los sistemas educativos en entornos más […]
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Por Claudia Patricia Salazar Castaño *

Aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás

Jack Delors – La educación es un tesoro 

 

I La universalidad de los derechos humanos para la convivencia educativa

La heterogeneidad propia de la sociedad multicultural actual precisa de la trasformación de los sistemas educativos en entornos más inclusivos que promuevan la coexistencia pacífica como fruto de la aceptación y valoración de la diferencia como un hecho social positivo y enriquecedor. Es decir, una escuela para todos y con todos que privilegie la salud-físico emocional de todos los alumnos, en especial de aquellos que evidencian barreras para la participación en razón de sus diversidades; condición socioeconómica, discapacidad, género, extra-edad, entre otros factores que erosionan la convivencia educativa. 

La construcción de ambientes escolares pacíficos requiere de una visión compartida entre escuela, familia y comunidad. En ese contexto, se ha planteado un modelo de gestión para la convivencia escolar que toma como punto de partida el fortalecimiento del desarrollo cognitivo y socioemocional, con miras a mejorar las formas de relación, diálogo y resolución de conflictos dentro del ámbito educativo. La convivencia educativa se fortalece cuando se integra al currículo de manera transversal. El papel del docente en este proceso es clave al servir como mediador, facilitador de la palabra y en promotor de ambientes donde se valoran las ideas de todos sin descalificaciones. La convivencia no se reduce a las aulas, también requiere de una política institucional clara, coherente y con acompañamiento continuo. 

En tal sentido, la transcendental Declaración de Salamanca en su principio rector señala que: las escuelas deben acoger a todos los niños independientemente de sus condiciones físicas, intelectuales, sociales emocionales, lingüísticas u otras. Deben acoger a todos los niños discapacitados y niños bien dotados, a niños que viven en la calle y que trabajan, niños de poblaciones remotas y nómadas, niños de minorías lingüísticas, étnicas o culturales y niños de otros grupos o zonas desfavorecidos o marginados. Las escuelas tienen que encontrar la manera de educar con éxito a todos los niños, incluidos aquellos con discapacidades graves. (Unesco, 1994. p. 6)

A través de metodologías como el aprendizaje cooperativo, los juegos de rol y el análisis de experiencias cotidianas, los estudiantes desarrollan habilidades para el diálogo, la toma de decisiones compartidas y el manejo emocional. Esta gestión activa de la convivencia se fortalece cuando el docente actúa como mediador, facilitador del diálogo y generador de confianza. Para ello, es fundamental que conozca las necesidades particulares de su grupo, intervenga de forma oportuna y mantenga un lenguaje claro, respetuoso y cercano.

 

II Colombia, Córdoba y Cereté: nuevos espacios para la convivencia educativa

Esta visión inclusiva de una nueva escuela para todos fundada en la coexistencia entraña la necesidad de apostar por modelos educativos convivenciales disruptivos que se distancien de enfoques tradicionales que han abordado el conflicto escolar desde una visión reduccionista punitiva en lugar de ocuparse del desarrollo de competencias ciudadanas –conocimientos y habilidades cognitivas, emocionales y comunicativas- que fomenten la convivencia y paz, participación y responsabilidad democrática y la pluralidad, identidad y valoración de las diferencias.

Si estas habilidades y conocimientos se desarrollan desde la infancia, los niños y las niñas podrán ir construyendo los principios que fundamentan los derechos humanos y así los tendrán como horizonte para su acción y su reflexión. Al entender su verdadero sentido y al incorporarlos en la vida cotidiana, aprenderán, de verdad y no sólo en teoría, a promoverlos, a respetarlos, a hacerlos respetar y a buscar apoyo cuando éstos estén en riesgo. (MEN, 2004, p. 6) 

Sobre lo anterior, la comprensión amplia de la convivencia como una experiencia cotidiana de construcción de vínculos, donde el respeto, la empatía y la capacidad de manejar diferencias constituyen la base de toda interacción humana. Más allá del cumplimiento de normas, se plantea una propuesta formativa en la que la comunidad educativa reflexione sobre las emociones, potencia la autorregulación, y reconoce al otro como interlocutor válido dentro del aula y la institución. De hecho, en el caso de Colombia, la actual apuesta del gobierno por la paz total no se limita a la erradicación de la violencia armada, sino que propone un proceso sostenido de reconstrucción social. 

Esta mirada requiere la participación de todos los sectores, y encuentra en la educación un espacio clave para sembrar las bases de una convivencia pacífica y duradera. En este contexto, las escuelas se convierten en escenarios estratégicos donde se gesta un modelo de gestión orientado a transformar los vínculos, regular los conflictos y fortalecer el tejido social desde la primera infancia hasta la adolescencia. La resolución de conflictos dentro del aula deja de ser un procedimiento reactivo para convertirse en una oportunidad de aprendizaje. 

Este fundamento parte de una comprensión amplia de la convivencia como una experiencia cotidiana de construcción de vínculos, donde el respeto, la empatía y la capacidad de manejar diferencias constituyen la base de toda interacción humana. Más allá del cumplimiento de normas, se plantea una propuesta formativa en la que la comunidad educativa reflexiona sobre las emociones, potencia la autorregulación, y reconoce al otro como interlocutor válido dentro del aula y la institución.

Es así como desde esta perspectiva, defendemos las tesis de la construcción de un modelo de gestión de convivencia enraizado en un enfoque intensivo, estos, un arquetipo de convivencia escolar que se interese por brindar apoyo personalizado a los estudiantes con diversidades. Este modelo parte del reconocimiento de que la convivencia escolar no puede abordarse únicamente desde la normatividad, sino como una construcción conjunta entre los distintos actores de la comunidad educativa. De allí que sea necesario un enfoque que articule la formación ciudadana, la participación democrática, la educación emocional y el respeto por la diferencia, integrados en una política institucional coherente con los objetivos del Proyecto Educativo Institucional (PEI).

Desde un enfoque cualitativo existe una precarización de la convivencia que se hace patente en el municipio de Cereté, departamento de Córdoba en Colombia, población que ha sido flagelada por el microtráfico y consumo de drogas, generando con esto altas tasas de criminalidad lo cual se ha traducido en diversas formas de violencia. Todos estos patrones conductuales que han erigido una suerte de cultura o modus vivendi en el contexto de interés investigativo que se ha venido instalado en la escuela primaria, afectando de manera notoria el clima de aula. En este orden de ideas, se ha observado creciente violencia física y verbal que se genera principalmente a raíz de hurtos y manoteo en el aula. Esta última forma de agresión que tiene como rasgo primario el desequilibrio de poder entre la víctima y el victimario se focaliza en aulas regulares método tradicional principalmente aquellos que tienen extra-edad en la comunidad educativa en el municipio señalado.

Este grupo poblacional también incluye la población de migrantes integrantes de la diáspora venezolana domiciliado en el territorio de Cereté, el cual ha reprobado de forma sistemática y devela un rezago importante en términos de aprendizaje, viendo comprometidas sus trayectorias educativas completas en el marco de la educación básica y media. Aunado con la inestabilidad de las familias por cuenta de sus cambios sistemáticos de domicilio, la falta de aceptación y reconocimiento como miembros de la comunidad educativa.  Lo cual se ha traducido en conflictos de aula, y que han afectado notablemente el logro de las metas de aprendizaje de esta población en condición de vulnerabilidad y en riesgo de exclusión educativa. 

Todas estas realidades descritas, invocan la necesidad de apostar por la construcción de un modelo de gestión de la convivencia escolar que posibilite instaurar un clima de aula que favorezca el aprendizaje de todos. En palabras de Delors (1996, p. 34), es un modelo educativo que promueva: aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás. Estamos construyendo un modelo de gestión diferente para garantizar los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Debemos encontrar la convivencia educativa; no sólo en Colombia, Córdoba y Cereté, sino en el resto de América Latina.

Referencias

Delors, J. (1996). La Educación Encierra un Tesoro: Compendio e Informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI. Unesco.

Ministerio de Educación Nacional, (2004). Guía N.º 6 “Formar para la ciudadanía ¡Sí es posible!” Revolución Educativa.

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura - [Unesco]. (1994). Declaración De Salamanca Marco de Acción para las Necesidades Educativas Especiales. España: Ministerio de Educación y Ciencia.


* Doctorante de Educación, Universidad de Tecnología y Educación (UTE), Florida

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