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Tierra de Gracia: Un malagueño nacido en Caracas

Como una versión de esta vida de trashumantes, Rodrigo Blanco Calderón se me aparece como el reverso de mí mismo. Yo, un caraqueño nacido en Málaga y él, ahora, un malagueño nacido en Caracas. Las veredas insondables de la emigración tienen esas rutas sorpresivas. Enseñan que la vida mancha, pero también que es la protagonista, […]
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Como una versión de esta vida de trashumantes, Rodrigo Blanco Calderón se me aparece como el reverso de mí mismo. Yo, un caraqueño nacido en Málaga y él, ahora, un malagueño nacido en Caracas. Las veredas insondables de la emigración tienen esas rutas sorpresivas. Enseñan que la vida mancha, pero también que es la protagonista, según versificó Rafael Cadenas

Rodrigo Blanco Calderón / Foto: Emilio Morales

En su pregón, inaugurando la LIV Feria del libro de Málaga, Rodrigo Blanco Calderón habló como un escritor venezolano que no sólo sabe juntar letras, sino que lo hace poniendo el acento entre caraqueño/malagueño, que dicta la mezcla gloriosa de pronunciarse ante la ola de indignación que arrastra a 8 millones de venezolanos por la faz de la Tierra. Su pregón fue ejemplo también de la generosidad de este pueblo andaluz, que tantas veces ha sido emigrante. El alcalde, Francisco de la Torre Prados, allí presente, me manifestó su emoción tras escuchar a este joven escritor, agradecido y vibrante sintiéndose un paisano más de esta ciudad milenaria.

Su discurso, salpimentado de anécdota de vida, contestó a la pregunta que todos le hemos hecho: ¿Por qué Málaga, Rodrigo? “Después de tres años en París y sabiendo que no quería regresar a Venezuela, busqué un destino que me ofreciera tres o cuatro cosas fundamentales: vivir en España, frente al mar y donde no hubiera invierno y donde, además, hubiera una intensa vida cultural. Todo esto me lo dio Málaga, más una carta bajo la manga con la que yo no contaba y que, en el fondo, es el principal valor de la ciudad: el para nada discreto encanto de los malagueños”.

Por haber descubierto que un emigrante no es un ser desamparado en esta dura España, Blanco ensalza la cercanía de los malagueños con el extraño. Lo acoge con facilidad, seguramente, porque sabe que cuando uno ha estado fuera de su patria, ese calor se valora aún más estando en tierra ajena. En realidad, como decía Lorca, “Andalucía no terminaba en Cádiz, sino en La Habana”, que era como decir en nuestra querida América española. Blanco señaló varias situaciones que le aseguraron que él también es de aquí. Ya lleva aquí casi siete años, y siente que no está nada arrepentido. Se afirmó en un verso de Jaime Gil de Biedma: “Un destino condujo diestramente/las horas, y brotó la compañía”.

Rodrigo Blanco, a los 44 años, es un escritor laureado por sus relatos cortos y novelas. Publicó su primer libro con 23 años. Es de agradecer que no haya dejado de escribir, pese a tanta vicisitud. También es un intelectual comprometido con el tiempo feroz de su país. Lleva en la piel la marca de la emigración forzada. No es como aquellos escritores hispanoamericanos de Boom de los sesenta, que eligieron venir a Barcelona o París por voluntad propia a cumplir la ensoñación de la cultura europea. Blanco es una versión literaria traspasada por imperativo político.

La dictadura cubano-venezolana le ha obligado a emigrar, como a millones de sus compatriotas, ante la asfixia mortal de la ausencia de libertad. Si Blanco no hubiera tenido que dejar su país, seguramente su creación literaria sería tan copiosa y magnífica, como la que hace fuera, pero no tendría el sello indeleble de ser otro escritor desterrado; ni mejor o peor, solo diferente. Creo que Blanco y otros que andan juntando letras están inaugurando una potente literatura de la diáspora venezolana.

Para afianzar ese buen sentimiento que siente Blanco por Málaga como su segunda ciudad de vida, nos enteramos por su discurso el pasado 30 de abril de que su tatarabuela paterna, doña Dolores Padilla Alcántara, nació en Málaga en 1866. Así que el destino sabe unir el tiempo con el espacio. Ese dicho popular de que no hay mal que por bien no venga, lo señaló Blanco en su pregón, refiriéndose a su país. “Esta tragedia ha tenido, sin embargo, una consecuencia que para nuestra literatura ha sido positiva, a pesar de todo. Al emigrar, cada escritor venezolano ha cargado consigo las esporas de sus respectivos imaginarios, a partir de los cuales resurgen, como ‘flores en el abismo’, destellos del pasado y de las querencias perdidas”.

El que la organización de la 54 Feria del Libro de Málaga lo haya escogido como pregonero es una muestra indudable de que esta ciudad ha acogido a este talentoso joven escritor como uno de los nuestros. Como él piensa, cuando se pierde un país, algo se gana; en este caso, ser un malagueño destacado habiendo nacido en Caracas. Al final somos del mismo árbol florido.

El pregón al completo aquí:

https://mirarnos.org/lee/rodrigo-blanco-calderon-pregonero-de-la-54-feria-del-libro-de-malaga-abril-30/


Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.

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