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Tierra de Gracia: La fría venganza contra Sánchez

En la era digital, la privacidad de mensajes soterrados, silenciosos, secretos, la sotto voce, se ha acabado. La prueba es la tormenta que le ha caído a Pedro Sánchez. Sus comentarios con su ex mano derecha José Luis Ábalos han puesto en evidencia, que eran íntimos en el mando Como una mancha de aceite, los […]
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En la era digital, la privacidad de mensajes soterrados, silenciosos, secretos, la sotto voce, se ha acabado. La prueba es la tormenta que le ha caído a Pedro Sánchez. Sus comentarios con su ex mano derecha José Luis Ábalos han puesto en evidencia, que eran íntimos en el mando

Foto: EFE

Como una mancha de aceite, los casos de corrupción se extienden por España y toca el mismo corazón de la UE con una Úrsula von der Leyen amiguita de las vacunas de Pfizer. Los WhatsApp de Sánchez-Ábalos descubren la sombra de sus manos en el rescate de Air Europa, vinculado a la ilegal visita nocturna a Madrid de Delcy Rodríguez, además de los otros casos que cercan al gobierno español –el del contrato de favor al hermano del presidente y el lío universitario de su esposa– como el manejo fraudulento de las mascarillas COVID o el reciente apagón total español. Se puede sacar, como primera lección, que hay que tener cuidado con lo que se escribe o graba por esas líneas digitales. Todo queda guardado para usarlo cuando haga más daño.

Está claro que el desterrado Ábalos ha sacado su artillería pesada para cobrar venganza a su socio de partido. Tras una vida de servicio, el exministro y secretario omnipotente del PSOE está arrinconado y a punto de sentarse en el banquillo de los acusados con tal cúmulo de pruebas, que si se salva de las rejas será un milagro de los que ya no ocurren por estas santas tierras. Él ha elegido este instante para exponer los mensajes cómplices que se cruzaron. Las evidencias son contundentes. Tienen la potencia como para que cualquier presidente dimitiera ipso facto; si no fuera este mandatario a prueba de bombas de profundidad.

El rumor por los mentideros políticos del Congreso y el Senado en Madrid, resbalan suspiros de un adelanto electoral nacional. Una fruta madura en el árbol de la corrupción socialista gobernante, que, ahora sí, podría caer. Los del PP se sacuden la siesta y se van a reunir en plena canícula de julio, para reordenar sus ideas, dicen. Mientras, alguna voz liberal ex-Vox clama por que esos de la centroderecha se peleen menos y miren juntos al rival –"enemigo", le llama– a batir. Los populares olfatean elecciones a la vuelta de la esquina. Pero Ábalos puede estar jugando a un último acuerdo con su jefe Sánchez. Para que, de ser condenado, sea salvado, in extremis, por un fiscal amigo o el togado Pumpido. Estamos en el país de las sorpresas judiciales al servicio de Ejecutivo.

Conociendo la capacidad estratégica de Sánchez, habilidoso en columpiarse entre el ramaje de secesionistas, neocomunistas y otras especias de las derechas catalanas y vascas, estará agazapado para evitar adelantar elecciones. Con el cerco judicial al que está sometido, tanto en lo personal, como en sus acciones de gobierno oscuras y, seguramente, punibles; el valor de su aforamiento pesará más que el riesgo de someterse a unas votaciones. Aunque sabe que, aunque nunca ha ganado una, pactando con el diablo, lleva gobernando casi ocho años. Además, tiene la carta en la manga de meterles el miedo a todos sus socios de investidura y gobierno, que con él están seguros y que de gobernar la fachosfera se complicarán las prebendas.

A estas fechas, no sabemos los mensajes comprometedores que guarda aún Ábalos. Los ha ido soltando a ráfagas, afinando la puntería. Sin malgastar munición. La venganza es un plato que se degusta mejor frío. Esa frialdad sienta mejor en el verano español, que empieza a moverse. Es de presumir que aún tiene calibre por disparar. Fue el incondicional que acompañó a Sánchez durante su tránsito tortuoso por el desierto político socialista. Muchos, menos Ábalos, le dieron la espalda como a un cadáver político, que lo fue. Su amigo entrañable le ayudó a no desfallecer y a levantarse de la cuneta del camino final, para llegar adonde está. Ahora Sánchez extraña a Ábalos, según los WhatsApp que se cruzaron, como aquellos dos viejos queridos compañeros.


Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.

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