
No abundan los hombres cultos entre quienes han ocupado o usurpado la presidencia de Venezuela. Muchos provenían de montoneras. A otros no les interesaba el trabajo intelectual. Entre las excepciones, además del Precursor Miranda, el Libertador Bolívar y el general Páez, figuran más cercanos Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Luis Herrera Campíns, políticos de acción, y Rómulo Gallegos, escritor, Edgar Sanabria, jurista y Ramón J. Velásquez, historiador. Todos los últimos fueron intelectuales reconocidos y al mismo tiempo gobernantes democráticos. Constituyen – para quienes gustan buscar claves para la interpretación de nuestra historia – representación de la realidad humana extendida en la geografía nacional.
Conocí a Luis Herrera Campíns en 1959 en una reunión de trabajo partidista en Tovar (Mérida). Me había tocado presentarlo como uno de los nuevos líderes copeyanos: insistí sobre su labor periodística y su actitud ante la dictadura. Cuando terminó el acto me dijo más o menos esto: “En el exilio, también estudié mucho: sobre todo la doctrina social de la Iglesia y el pensamiento de quienes la siguen. Además, viví en varios países de Europa y viajé mucho (en carro, me aclaró), leí buena literatura, aprendí idiomas, visité museos, escuché conciertos. Eso completó mi formación”. Me dio una buena lección en momentos de despertar y entusiasmo políticos. Supe después que no sólo era uno de los dirigentes más importantes de la naciente democracia venezolana, sino uno de sus intelectuales más relevantes, con obra densa que requiere urgente recopilación, porque está contenida principalmente en discursos y trabajos periodísticos.
Era un hombre culto. Después de la escuela en Acarigua, pasó al seminario y al colegio La Salle en Barquisimeto. Al terminar el bachillerato ingresó en la Universidad Central. Escribía en periódicos y militaba en la UNE (de Rafael Caldera) cuando se produjo la Revolución de Octubre (1945). Fundado Copei, se convirtió en referencia de los jóvenes. Se opuso a la dictadura militar desde 1948: por una nota de prensa fue encarcelado. Tras apoyar la huelga universitaria, fue desterrado: Londres, Roma, Madrid (donde fundó TIELA, informativo de lucha) y Munich. Se graduó de abogado en Santiago de Compostela (1955). Aprendió inglés, italiano y alemán. Según Ramón J. Velásquez “parecía que se había leído todo”. Conocía bien las obras de los humanistas cristianos (P. Teilhard de Chardin, Jacques Maritain, L. J. Lebret, Emmanuel Mounier, Ives Congar) y se interesaba por los asuntos de mayor actualidad (ecología, cibernética, globalización). Creía profundamente en el poder del pueblo.
Durante su gobierno (1979-1984) dio apoyo a iniciativas de gran interés cultural. Se concluyó la construcción y se puso en funcionamiento el Teatro Teresa Carreño (su sala más pequeña se abrió en 1976). Inaugurado el 19 de abril de 1983, en ocasión del bicentenario del nacimiento del Libertador, es el mayor espacio cultural de Venezuela y el segundo de América Latina. Está dotado para acoger todo tipo de eventos. Aquel mismo año (28 de julio) se creó la Universidad Pedagógica Experimental Libertador que integró los institutos pedagógicos existentes y que amplió las posibilidades de estudio (a todos los niveles) de los educadores. El presidente designó para adelantar esa tarea, al profesor Antonio Luis Cárdenas, egresado del antiguo Instituto Pedagógico y profesor de la Universidad de los Andes. La UPEL no sólo satisfizo una aspiración de maestros y profesores, sino que contribuyó a mejorar la calidad de la enseñanza en el país.
Otras iniciativas despertaron interés, como la designación de un ministro para el Desarrollo de la Inteligencia (Luis Alberto Machado). Debía poner en ejecución programas que permiten al ser humano aprovechar todas sus posibilidades intelectuales, propuestos por estudiosos de otros países. Se trataba en definitiva de “enseñar a pensar” en las escuelas. Esa actividad debía tener gran impacto social: beneficiaría a millones de niños de las escuelas oficiales, la mayoría de condición humilde. Tuvo reconocimiento de instituciones (Unesco), universidades (Harvard, Cambridge) e investigadores destacados en el mundo. El gobierno siguiente abandonó aquella experiencia, que el presidente Herrera esperaba produjera “la revolución de la inteligencia”. En 1983 (24 de agosto) fue creada la Academia de Ciencias Económicas para dar impulso a los estudios e investigaciones en la materia y participar en la elaboración de los planes nacionales. Lamentablemente, las medidas tomadas el “viernes negro” (1983) hicieron olvidar aquellas iniciativas, que merecieron la atención de muchos especialistas.
Puedo dar fe del respaldo ofrecido a las autoridades locales y regionales en actividades culturales (como en otras áreas). Bastan algunos ejemplos. En 1980, a solicitud del Arzobispo Miguel Antonio Salas otorgó a la Arquidiócesis de Mérida la licencia para el funcionamiento de una televisora de señal abierta (TAM-Canal 6), que comenzó a emitir en 1982. En 1980, tras reunirse con el cineasta Tarek Souki, director del Departamento de Cine de la ULA; Manuel de la Fuente, director de Cultura Municipal de Mérida, y con quien esto escribe acordó aportar el monto del gran premio “Simón Bolívar” del Festival del Cine Nacional. En fin, brindó apoyo (a través del ministerio correspondiente) a la Municipalidad para la construcción (emprendida en coordinación con la Gobernación del Estado) de la Biblioteca Bolivariana. Y ordenó la erogación para la adquisición de material en el exterior. Él mismo presidió el acto inaugural (14 de julio de 1983).
Luis Herrera Campíns, llanero que valoraba la riqueza humana de Venezuela, apoyó el proceso de descentralización (iniciado en 1979 con las primeras elecciones municipales). Desde 1990 estuvo atento a la acción de los gobernadores recién elegidos (especialmente, los de afinidad social-cristiana). Viajaba a los estados: se enteraba, daba consejos y hacía gestiones en Caracas. En varias ocasiones estuvo en Mérida. Además de los programas de desarrollo económico o interés social (vivienda, salud, deportes) se interesó por los referidos a la educación, el desarrollo científico y la cultura. Conoció el programa de las escuelas integrales. Una vez asistió al acto de reconocimiento a los mejores alumnos. Elogió la aprobación de la ley del desarrollo científico, la labor de Fundacite (con presupuesto estadal) y la creación de la Academia de Mérida. Conoció los avances del rescate del patrimonio cultural. Se interesó particularmente por el funcionamiento de la red de casas y centros culturales.
Político culto quiso transmitir los principios que lo orientaban y el saber acumulado en muchas materias. Con tal propósito dictó cursos y conferencias. Además, en los inicios de la democracia, puso a circular obras de autores de difícil acceso. Se acercó a los jóvenes para sembrar inquietudes, actividad no siempre bien entendida. En realidad, nunca tuvo intenciones grupales, aunque se llamó “herreristas” a sus allegados (y se dijo promovía la “Izquierda Cristiana”). Confió –lo señala Asdrúbal Aguiar– en las generaciones de relevo. Les asignó responsabilidades importantes. En su labor formativa utilizó la prensa: escribió muchos artículos (desde El Impulso, el periódico de UNE y El Gráfico hasta los grandes medios venezolanos). También colaboró en muchas publicaciones, como lo muestra Ramón Guillermo Aveledo en notable biografía. Al apenas dejar el poder comenzó a editar Voz y Caminos para ofrecer su opinión (y la de otros) y orientar sobre los problemas nacionales.
Hombre de gran cultura, era amante de la paz. Conocía sus beneficios y también el daño y los sufrimientos que causan las guerras. Mucho meditó sobre el tema cuando vivió los años de la posguerra en países europeos. La paz permite el trabajo productivo y la realización de la justicia. Le preocupaba especialmente la situación en Centroamérica. Para facilitar el financiamiento del desarrollo y el establecimiento de la democracia firmó con México y los gobiernos de la región el “Acuerdo de San José” para suministrar petróleo en condiciones preferenciales. Por último, en 1983, ante el agravamiento de los conflictos en el área, México, Colombia, Panamá y Venezuela, constituyeron el “Grupo de Contadora” para contribuir a lograr la paz. En la “Declaración de Cancún” (del 17 de julio siguiente) se fijaron los principios para hacer posible aquel objetivo, que sólo se alcanzó tiempo después. Ya expresidente, Luis Herrera se mantuvo atento.
Luis Herrera Campíns entendió que la cultura es una actividad importante en las sociedades (tanto como otras: educación, salud, economía). Manifiesta la aspiración del hombre a realizarse plenamente. Y también es instrumento para el desarrollo: permite preparar mejor a los ciudadanos para todas las tareas y para participar en la vida cívica, especialmente en la democracia. Fomenta la libertad, la diversidad de pensamiento, el espíritu crítico. Despierta visión del futuro. Por eso, requiere atención de parte de los órganos de gobierno, que la deben sostener y animar. Entre los aciertos del mandatario (que no fueron pocos) estuvo haberlo comprendido.
X: @JesusRondonN