
“Del escritor de minúsculas y misceláneas, de discursos de agradecimiento a presentaciones de libros, de la conversación a la nota breve, a las palabras de Lastra siempre acude el sentimiento de reciprocidad de la buena y aguda lectura”
Por BENJAMÍN CARRASCO BRAVO
No siempre tenemos ocasión de celebrar la reedición de libros marginales. Pero en el caso de Pedro Lastra ocurre para nuestro bien lo contrario, es decir, gracias a su gran reservorio de “papelerías” le es posible aún remendar y reordenar un particular opúsculo de prosas: Marginalia, publicado por Ediciones Altazor en 2022 y reeditado este año junto a ilustraciones de Juan Luis Martínez.
Un libro como Marginalia, inscrito en la vasta tradición y vocación por la brevedad (cuéntese en el género a Edgar Alan Poe, Alfonso Reyes o a Baltazar Gracián, entre los referidos por Lastra en su “Liminar” —según nuestro parecer, un prefacio exquisito—), podemos contarlo, sin ningún ánimo de encasillamiento, entre aquellos denominados “libros menores”, como bien lo entendió Andrés Gutiérrez de Cerezo, es decir, como libro preparatorio o antesala para otros que continúan la correspondencia, con mayor o menor envergadura, de una larga tradición literaria, poética, escritural y todavía abierta.
Del escritor de minúsculas y misceláneas, de discursos de agradecimiento a presentaciones de libros, de la conversación a la nota breve, a las palabras de Lastra siempre acude el sentimiento de reciprocidad de la buena y aguda lectura. A esta nueva edición de Marginalia se suman seis textos en total: dos nuevas notas prologales, dedicadas a Reunión de versos (2022) de Hernán Valdés y Pájaro libre como soy (2013) de Wanda Marla Lynch; una reseña dedicada a Durante la reconquista (2009) de Alberto Blest Gana; dos discursos académicos (la ponencia Escribir un libro y el discurso de recepción de Antonio Cussen en la Academia Chilena de la Lengua). Cierra el volumen una iluminadora conversación sostenida con Miguel Gomes respecto a Juan Sánchez Peláez y su relación con Chile.
Algunas de estas notas tienen más de una década a su haber y como tales, actualizadas aquí, no son sólo una invitación a la lectura tanto como a la relectura, ejercicio que se nos ofrece con ese ademán de auténtica generosidad que caracteriza la prosa de Pedro Lastra, esto es, en búsqueda continua de nuevas direcciones intelectivas, a partir de su biografía y filiaciones vitales, la mayoría de las veces, pero nunca para detenerse en el trasiego personalista ni en el ensimismamiento, antes bien con una profunda admiración discipular. El deslumbramiento del mundo provocado por los libros, bibliotecas y maestros, yendo así de la lectura deseable al comentario sensible.
Por sus páginas transita el diálogo imperecedero, la conversación erudita que hoy se nos da tan escasa. Detrás de cada autor hay una amistad posible, un diálogo postergado o venidero. Las claves de esa amistad, que siempre tienen como punto de irradiación el ejercicio de las letras, refugian preciosas vías de lectura que se guardan casi siempre inéditas, hasta que el testimonio es capaz de hacerlas más evidentes. Allí se encuentra la gracia memorística del ensayo lastriano, una capacidad para aquilatar las gemas del recuerdo literario con la distancia crítica. Pero no es sólo un repertorio de filiaciones lectoras el que desfila entre sus notas. Lo ejemplifica el anecdótico encuentro con José Lezama Lima, en que confiesa ciertos conflictos con el estilo del poeta cubano, sin desvalorizar La expresión americana. Ello nos demuestra, he aquí otra “lección” de Pedro Lastra, que la disensión jamás debe sucumbir al desprecio.
En Marginalia figura la historia de una vida en la lectura o, para decirlo con uno de los títulos de Lastra, “una vida entre libros”. Es una lectura fervorosa pero que no se traduce en una escritura que exalte los humores. Por eso de sus páginas más memorables recordamos no sólo las inéditas asociaciones interpretativas o el habernos iluminado un pasaje, un autor, un libro; recordamos ante todo cómo nos ha llevado hasta allí: su fluidez expresiva, su relato memorioso y sutil, su cadencia cálida mas no afiebrada. Un escritor que no se rinde a la soberbia maquinación intelectual ni al artificio crítico. No renuncia por ello a la nota erudita y a la observación filológica necesaria, como en aquel precioso apunte que traza un recorrido desde Pigafetta a Neruda, pasando por Shakespeare y Browning, o en la que anuncia con entusiasmo una edición de las prosas poéticas de Mariano Latorre. Llegar a esta aparente y ejemplar sencillez se condice con su veta poética encadenada tan fuertemente al silencio, que casi siempre nos parece melodioso y puesto con inteligente recato.
“Si mi palabra me enturbia o me oscurece es porque soy incapaz de ubicarme al mismo tiempo en un dentro y un fuera de mí y del otro que me escucha, y así estoy siempre por debajo de mi pasión y de mi deseo”. (“Del sentimiento de equidistancia”)
En algún pasaje de El arte de la fuga, Sergio Pitol anota que el trabajo de la memoria, aun oblicuo y rebelde como la lógica de los sueños, extrae casi siempre visiones placenteras cuando se tiñe de nostalgia: “la nostalgia —añade— sólo por excepción produce monstruos”. Saludemos así esta Marginalia de Pedro Lastra, una de las altas cumbres del pensamiento poético hispamoamericano a las que todavía podemos recurrir para airearnos de los muchos monstruos, acaso con nostalgia por la buena literatura.
*Marginalia. Pedro Lastra. Ediciones Altazor. 2da edición (2025), con ilustraciones de Juan Luis Martínez.