El intrincado momento que vivimos nos coloca -íntimamente- frente a preguntas esenciales cuyo contenido se torna imprescindible para poder seguir viviendo. Las primeras interrogantes que aparecen son las relativas a la libertad de “vivir”, ¿qué podemos hacer, decidir, escoger, mientras estamos activos en la tierra? Fácil, pero a la vez dificilísimo, porque la respuesta va a reflejar o descubrir nuestra interioridad, tal como si nos colocáramos ante un espejo, sin filtro alguno. Es abrir la caja de Pandora para que salten los ángeles y los monstruos que cargamos por dentro.
El primer encontronazo es una simple e ineludible pregunta: ¿Qué quiero, aspiro, deseo, sueño hacer con mi vida? Alguna vez nos lo planteamos descarnadamente, sin disfraces, se trata de simplemente lanzarse a la corriente de un río y dejarse llevar, cerrar los ojos, acallar la conciencia, ese pequeño monstruo que llevamos por dentro y comenzar a fluir usando solo mi parte material, mi fuerza física. O, nos cargamos de valor y decidimos buscar, encontrarnos espiritual y éticamente.
Este escenario lo vivimos aun sin querer, ocurre por ejemplo cuando oímos anunciar hechos, sucesos que no son más que imposiciones que nos colocan en el plano de marionetas manejadas por un poder al cual no le importa nuestra vida.
La realidad está ahí, basta leerla, sabemos, aun haciéndonos los locos, que desde hace más de una década Venezuela está inmersa en una crisis multidimensional que ha hecho que el país perdiera 80% de su PIB en 8 años consecutivos de recesión, entre 2014 y 2021. 85% de los ingresos de Venezuela en divisas vienen de la producción petrolera y de ese porcentaje, en los actuales momentos, cerca de 30% de los ingresos en dólares viene de Chevron. Los economistas estiman que la devaluación se acentuará una vez se concrete la salida de Chevron y otras petroleras de nuestra nación.
Frente a esta calamidad se anuncia, ante un importante auditorio de empresarios, la creación de un nuevo modelo productivo:
“El gobierno bolivariano ha construido de manera virtuosa todos los mecanismos de diálogo económico para la creación de un nuevo sistema productivo nacional, en concreto: un nuevo modelo económico".
Este modelo "debe tener como elemento fundamental la capacidad para autosostenerse, la autosostenibilidad y debe tener la capacidad de generar respuestas en cada uno de sus motores y circuitos de interacción productiva, para lograr un crecimiento económico real".
Esta noticia contiene dos mensajes emanados desde el centro del poder, el primero y obvio: “Yo decido cuál será la suerte de ustedes en esta contingencia”. No son las autoridades económicas, la opinión de los economistas, ni la gravedad de la crisis, yo decido. Un claro ejercicio de poder sin límites sobre nuestra existencia. La segunda parte del mensaje descubre que no se trata de la vida de los venezolanos, es una muestra de subordinación a una autoridad, para favorecer a ciertos grupos que controlan el poder de decidir en todos los terrenos: político, económico, técnico, social, cultural, administrativo.
Las sonrisas que vemos en el auditorio como respuestas a este anuncio simplemente nos dan pena.
Si nos importa el sentido y valor de la vida no podemos dejar de sacudirnos ante la aversión que genera este mandato, lo cual induce otra reflexión, más allá de todos los estragos que ha producido y que hemos vivido en nuestro país, en la economía, en la libertad, surge imponente la convicción de que hemos perdido la propiedad de nuestra vida, representado por un poder que se presenta ante el mundo como nuestro propietario.
Si vamos a la génesis del concepto de propiedad enunciada por John Locke en 1689: “La propiedad es poder decidir sobre mi vida, mis bienes y mi libertad, cosas que constituyen la esencia de la propiedad”, chocamos con una verdad, siempre, al referirnos a la propiedad nos ubicamos en el ámbito material, tierras, cosas creadas por el hombre, pero cuando intentamos desentrañar esta realidad vemos con claridad algo más profundo, lo que está en juego es nuestra vida, nuestra existencia, aquello que nos identifica como seres humanos, nuestra capacidad de elegir, decidir, actuar. Es como convertirnos en un juguete al cual una mano externa visible da cuerda.
Al respecto, es imprescindible recordar a Martha Nusbaum cuando pregunta"¿Qué actividades típicamente realizadas por los seres humanos son tan centrales que parecen definitivas de la vida verdaderamente humana?". "¿Qué cambios o transiciones son compatibles con la existencia continua de un ser como miembro de la clase humana y cuáles no?". "¿Qué tipo de actividad debe haber si vamos a reconocer que una vida determinada es humana?".
Surge esta inquietud cuando sufrimos el control de nuestra posibilidad de estar vivos, como evidencia de un asalto a la médula de nuestra existencia, un ejercicio expropiatorio de nuestra esencia de ser humano. Nusbaum nos reta, nos conmina a explorar, buscar, conocer cuán libres, y cuán propietarios de nuestras vidas somos, se trata de calibrar capacidades que sólo como seres humanos podemos ejercer o perder:
- Ser capaces de sumergirnos en nuestra vida. Ejercer el derecho de estar vivos. Vivir hasta el final una vida humana de longitud normal o morirnos prematuramente. Puede alguien tomar una decisión en contra de nuestra voluntad de estar vivos. ¿Qué representa un poder con esta capacidad de determinar nuestra presencia en la tierra, contribuye al crecimiento, al exterminio o a la dominación?
- Cuidar nuestra Salud corporal. Qué injerencia, cuáles decisiones tomar, que oportunidades existen de tener una buena salud, incluida la salud reproductiva; nutrirnos adecuadamente; tener cobijo, un refugio adecuado, enfrentar peligros como la pandemia, o las entidades que intervienen autoritariamente.
- Preservar nuestra integridad corporal. Poder movernos libremente de un lugar a otro; estar seguro contra las agresiones violentas. ¿Qué nos protege y qué nos acecha?
- Liberar nuestros Sentidos, imaginación, pensamiento. Ser capaz de usar los sentidos, imaginar, pensar y razonar, ejercer la libertad de expresión con respecto al ámbito político, artístico y al ejercicio religioso.
- Desplegar nuestras Emociones. Construir apegos a las cosas y a las personas fuera de nosotros mismos; poder amar a quienes nos aman y cuidan; libres para llorar por su ausencia, anhelar, sentir gratitud y enojo justificado; convivir sanamente con el miedo o ansiedad...
- Aceptar el ámbito de la Razón práctica. Crear, construir a partir una concepción del bien y tener valor para reflexionar críticamente sobre la ruta de la propia vida.
- Afiliarnos. Decidir voluntariamente la posibilidad de participar, vivir con los otros y por los otros, tener capacidad tanto para la justicia como para la amistad... Ser tratado con dignidad, valorado igual que los demás.
- Relacionarnos con otras especies. Poder vivir con preocupación por y en vinculación con los animales, las plantas y el mundo de la naturaleza.
- Ser capaces de jugar. Liberar nuestro mundo lúdico, reír, jugar, disfrutar de actividades recreativas.
- En el entorno. A nivel político: participar en las decisiones políticas que rigen la vida; libertad de expresión y asociación. A nivel Material: crear y ser propietarios legítimos de bienes materiales e inmateriales; generar riquezas, empresas, trabajar...
Todas estas visiones de Martha Nusbaum están relacionadas entre sí de manera compleja, sólo se pueden descubrir desde y dentro de nosotros mismos. ¿Cuáles podemos hacer, cuáles están bloqueadas? ¿Quién y cómo nos roban nuestra vida? Enfrentemos con osadía a quienes pretenden ejercer un poder ilimitado, dictatorial, como propietarios de nuestras vidas. Si nos acobardamos, al final podemos quedarnos como canta el Puma:
"Dueño del aire y del reflejo de la luna sobre el agua /
Dueño de nada".