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La ola, un musical feminista que encandiló el Festival de Cannes

Sebastián Lelio presenta en el certamen francés su octavo largometraje. Conversamos con el director chileno y sus protagonistas Daniela López, Avril Aurora, Lola Bravo y Paulina Cortés
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Por JANINA PÉREZ ARIAS

Desde que Sebastián Lelio irrumpiera en la arena internacional cinematográfica con la increíble Gloria y la excelente Una mujer fantástica, ha sido reconocido como uno de los directores más osados de Latinoamérica. La ola, presentada en la sección Cannes Première del Festival de Cannes, lo encumbra definitivamente como un realizador genuinamente interesado en la exploración de los universos femeninos y que no le teme a lo desconocido.

Lo del atrevimiento viene por hacer un musical inspirado en las protestas feministas de 2018 en Chile. “Justo estaba en Santiago y sabía que estaban ocurriendo las manifestaciones”, relata Sebastián Lelio la génesis de La ola en esta entrevista desarrollada en Cannes, “al día siguiente vi la portada del diario en un quiosco en la calle, con foto a media página con unas 50 estudiantes con las máscaras bordadas por ellas mismas, puños en alto y pechos expuestos, entonces dije, ‘Wow, Chile Rocks”.

Asegura que inmediatamente después de tener la idea de hacer una película sobre esas luchas feministas que tomaron calles y centros educativos, especialmente las universidades, su segundo pensamiento fue convocar a guionistas mujeres y escribir con ellas desde la minoría.

“La película nunca intentó ser sobre lo que piensa un hombre, eso hubiera sido aburrido”, argumenta Lelio el trabajo en conjunto durante un lustro con la periodista y guionista Josefina Fernández, la dramaturga y directora Manuela Infante así como con la comediante y actriz Paloma Salas. “Las admiro, saben mucho de feminismo, y por supuesto que ellas tenían mucho más que decir que yo”, admite.

La ola es una película hecha con las mujeres en un acto de pensamiento colectivo, en el cual yo tuve mi aporte, mi visión, pero sobre todo aprendí”, prosigue el director chileno, “que lo que pienso me interesa cada vez menos expresarlo en las películas, el acto de pensamiento es la película misma y es también el intento de hacer un retrato holístico de la cacofonía política por la que estamos pasando”.

“Ahora estamos en un momento, ni siquiera diría de backlash, sino de venganza contra la mujer”, prosigue, “en el que el avance que se hizo ahora en su cara les están refregando otra vez quién manda. Y una de las cosas que aprendí al hacer esta película es cuánto duele todo eso, palpé ese dolor y entendí esa rabia”.

De esa rabia hablan también las protagonistas de La ola, las debutantes Daniela López (como Julia), Avril Aurora (Luna), Lola Bravo (Rafa) y Paulina Cortés (Tamara). Al ser jóvenes y chilenas, les confrontó con el difícil proceso de amansar la cólera generada por la opresión del patriarcado y el hartazgo ante la normalización de la cultura de acoso, violencia y violación.

“La rabia femenina, sobre todo en Latinoamérica, es algo tan incómodo para la sociedad, que la queremos ver desde lejos y produce un poco de nervios”, apunta Avril Aurora, “y en este musical no solo se habita la rabia, sino que se baila, se canta, se actúa, se siente. Al tomar la rabia de esa forma y como un motor, también tomamos nuestro lugar como mujeres en la sociedad y eso es muy poderoso”.

Para Daniela López precisamente esa ira “nos moviliza”, afirma, “y creo que eso no solo se ve reflejado en esta película, que muestra la rabia en todas sus facetas, sino también en los movimientos en los que está basado la película. La rabia en aquel momento transformó y lo sigue haciendo hoy en día”.

En este momento de retrocesos, incluyendo la intención de determinar legalmente qué es una mujer, La ola apunta a la diversidad, al incluir en su elenco a mujeres trans.

“No hay una etiqueta que marque quiénes somos como una clasificación”, comenta Lola Bravo, “hay una diversidad que abraza cada una de las posibilidades también en las que vivimos. Es más importante la vida como tal, los cuestionamientos, las preguntas, porque en eso contemporáneamente nos desenvolvemos todos. Así que es algo que rescato y admiro mucho que se haya dado de esa manera”.

Uno de los tantos aciertos de La ola radica en plasmar las luchas feministas en el contexto latinoamericano, dejando claro que el mediático y necesario #MeToo no se puede implantarse como tal en nuestros países, donde carecemos de sistemas jurídicos y judiciales que protejan a las féminas.

“En conjunto, y no solamente como protagonistas, hablamos desde nuestra realidad latinoamericana”, argumenta Paulina Cortés, “somos voceras de nuestras realidades, de nuestras corporalidades, territorialidades, incluso nosotras mismas somos de territorios distintos dentro de nuestro propio país. El #MeToo no se aplica porque evidentemente vivimos en un país cargado de una historia con mucha impunidad”.

Siete años después de las manifestaciones feministas en Chile que inspiraron La ola, al constatar los retrocesos, no se puede evitar tener un sabor amargo. “Hoy día en Chile, Latinoamérica y en el mundo hay muchos movimientos antifeministas que han vuelto a aflorar”, comenta Daniel López, “lo vemos en la política, en las personas que gobiernan los países y creo que lo lindo de La ola es que es una gota de esperanza”.

La carrera de Sebastián Lelio ha transcurrido entre películas rodadas en Chile, pero también en países angloparlantes, donde rodó Disobedience y El prodigio. Volver a tu país natal para rodar un filme, que además es un musical, estrechamente relacionado con los más recientes cambios sociales en materia de feminismos, era una misión con un alto nivel de dificultad. Al respecto Lelio cuenta que se enfrentó a lo que vendría a ser su octavo largometraje “con una mezcla de pavor y fascinación”.

“Lo que pasa es que en Latinoamérica no existe tradición de cine musical”, detalla el cineasta, “ha habido periodos como la era dorada en México de melodramas, y  si bien hay algunos casos puntuales, si preguntas cuál es el musical latinoamericano, la gente queda como en búsqueda. Yo creo que no existe”.

Las razones son variopintas, como el alto presupuesto que se necesita para ese tipo de proyectos, así como el hecho de ser identificado como un género que solo hacen países puntuales como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o India.

“La audacia de meterse con un género que no nos corresponde y hacer un acto de pensamiento cinematográfico concebido, pensado y realizado desde Latinoamérica, no como un acto de turismo, sino de total pertenencia e incumbencia, está detrás del espíritu de La ola”, describe Sebastián Lelio, “pero también técnicamente hacer un musical es como convertirse en cirujano de cerebro, es una especialidad que solo se aprende haciéndola, y como nosotros no tenemos la tradición, la aprendimos a porrazos”.

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