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La máscara de un bufón

Querida Psicótica, ponte el cinturón. Que acabas de entrar en esa etapa de tu vida en la que siempre soñaste. Jorgita Rodríguez Miles de pitos en contra el día de una presentación que fueron acompañados por el silencio sepulcral en las redes. Una fugaz, larga y casi desapercibida desaparición del escenario público del bufón, fue […]
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Querida Psicótica, ponte el cinturón. Que acabas de entrar en esa etapa de tu vida en la que siempre soñaste. Jorgita Rodríguez

Miles de pitos en contra el día de una presentación que fueron acompañados por el silencio sepulcral en las redes. Una fugaz, larga y casi desapercibida desaparición del escenario público del bufón, fue un extraño acto en cualquier escenario. Un coqueteo previo con él adversario fue parte de esa dubitativa desaparición del público.  Uno de sus muchachos ambidiestros le recordó: “El pescuezo no retoña”. Frase icónica recordada en nuestra historia al referirse a una conversación en tiempos de Pérez Jiménez. El joven hablaba de otros pescuezos. De otras formas, de otras maneras y comportamientos. Cuando la estabilidad de un barco se compromete, las ratas se esconden para huir primero. Así es la historia. Pero no es historia la puesta en escenario del teatro nuestro:  Jean Valjean y Javet juntos, integrados y blasfemos. Un teatro ballenato con la piscina más larga del llano. 

Un escenario en el llano expresa “entre broma y broma, el diablo se asoma”. La valentía no es de muchos, la inteligencia tampoco. Pero llueve y escampa. Versátil tiempo para quienes solo piensan en una franela marca Lacoste, un par de gomas Nike, un elegante vestido diseñado por Dior, acompañado por un par de tacones Louboutin que suman al menos 10.000 dólares. Se luce con orgullo en una retreta pública ante los desdentados hambrientos, los harapientos, los jalabolas de a nadie, los miserables que describió Víctor Hugo y representados en una obra con nuestra realeza teatral.

Ese pueblo inocuo y servil que solo sueña con un mendrugo de pan, una arepa vieja dura y sin relleno, una inexistente esperanza que se cuelga en el ropero de una tarima improvisada y un par de bufones que asemejan la realeza. 

Ciudad gemela. Quizás siamesa con medio cerebro y el doble de las tripas que todos portamos por carecer de otras glándulas. Quizás la hemos desarrollado más por la capacidad de almacenar más detritos que ideas. Quizás con más tristeza, quizás con menos orgullo. Que lamentable es tener que vanagloriarse de tanta elegancia ante tanta gente pobre, ante nadie que sepa leer o que carezca de bienes. Porque nadie, ninguna clase social -ni vieja ni nueva- tendría el valor de aceptar semejante elegancia careciendo de ella. El teatro no tiene amigos. El escenario tampoco.

“Es urgente que Jorgita Rodríguez venga a producir esta obra teatral”, a transformar el drama en una realidad que valga la pena recordar. Solo ella puede cambiar la tristeza en belleza y la desgracia en futuro.

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