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La forma elusiva: el paisaje desde una mirada liberadora

“La historia del arte consideró al paisaje como una pintura sin tema, por el contrario, el paisaje es el continente de la historia, de la identidad, de los oficios y tareas, de la creatividad” Por TAHÍA RIVERO Una gran cantidad de paisajes que se proyectan en medios audiovisuales y publicidad son vistas imposibles, son vistas […]
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La historia del arte consideró al paisaje como una pintura sin tema, por el contrario, el paisaje es el continente de la historia, de la identidad, de los oficios y tareas, de la creatividad”

Por TAHÍA RIVERO

Una gran cantidad de paisajes que se proyectan en medios audiovisuales y publicidad son vistas imposibles, son vistas no humanas, hechas por drones. En ocasiones, ni siquiera es discernible la diferencia entre lo que supera nuestras capacidades físicas, y sin embargo, pareciera importante asentar el paisaje como experiencia desde lo vivido para integrarlo a lo que somos.

La historia del arte consideró al paisaje como una pintura sin tema, por el contrario, el paisaje es el continente de la historia, de la identidad, de los oficios y tareas, de la creatividad.

En el país, en el período de la transición entre el siglo XIX y XX el paisaje adquiere legitimidad y prevalencia. Surgen dos grandes grupos artísticos, el Círculo de Bellas Artes y la Escuela de Caracas.

Comenzando el siglo XX aparecen dos artistas muy singulares, son ellas Elena Margarita Piñero de Müller y Elisa Elvira Zuloaga, para quienes la pintura aplicó como un rescoldo para inventar otros mundos.

En sus obras, trastocaron el estilo predominante por uno propio que actuará como bisagra para mostrar una expresión libre y personal dentro de una temática suscrita al canon.

Hay una corriente de pensamiento que plantea la idea de la dependencia del camino, la cual sugiere que, según el lugar donde naces, las condiciones sociales en las que naces y del tiempo en el que naces, hay destinos que te están vedados

Hay que tomar en cuenta que las mujeres a las que me refiero nacieron en la primera mitad del siglo XX en un país rural, aprisionado en estructuras políticas y culturales extremadamente opresivas. Esas mujeres tuvieron, además, que enfrentar montañas de prejuicios asociados a su condición y a un mundo que estaba diseñado y amoblado para favorecer el desempeño de los hombres.

Ellas tuvieron la valentía, el carácter y la resolución para trascender la dependencia del camino; es decir, para acceder al futuro que tenían vedado, pudieron empinarse sobre los determinantes culturales que le imponía su condición de mujeres nacidas en ese contexto tan adverso.

Probablemente pudieron vislumbrar algunas grietas a partir de las cuales intentaron conseguir espacios de libertad. Y fue precisamente el arte la práctica que encontraron para expresar sus insatisfacciones y su rebeldía.

Elena Margarita Piñero de Müller nace en Caracas en 1915. Estudia pintura y escultura en la Academia de Bellas Artes con Ángel Cabré y Magrinya y Cruz Álvarez García. Poco se sabe de su vida ya que muere antes de los 40 años. Igual suerte corre su obra de la cual queda poca evidencia. Si bien tres esculturas y una pintura suyas participaron en exposiciones de varias ediciones del Salón Oficial del Museo de Bellas Artes de Caracas, no se la menciona en documento o catálogo alguno de esos años. Ya en 1938 sus obras no figuraban en el registro de la colección del museo. Elena Margarita Piñero pinta al aire libre un paisaje que es más bien atmósfera, temperatura, tiempo. En la acuarela Ruinas de la Hacienda Bello Monte —una de sus dos obras encontradas hasta el momento— vemos una construcción abandonada en un entorno desértico donde se plantea un tema y un estilo modernos,  adelantado a los artistas de su época. Elena Margarita avizora la belleza de lo derruido, quizás manifestando la necesidad de un diálogo franco solo posible a través del arte.

Elisa Elvira Zuloaga nace en Caracas en 1900, proveniente de una familia de intelectuales y artistas, comienza estudios de pintura desde pequeña estimulada por su padre. Durante sus años de formación asiste a renombradas escuelas y academias de arte en París, Londres y Nueva York.  Poseedora de una sensibilidad especial, Zuloaga va construyendo un lenguaje modernista que la distancia de ese segundo grupo de artistas ligado al Círculo de Bellas Artes con el que se la asocia. En su encuentro con el paisaje propone vistas y troncos de árboles secos como líneas que se entrelazan, extraídos del entorno natural pero más próximos a un mundo imaginado, surrealista. De nuevo, la aridez del paisaje parece sugerir el silencio que marca la recepción de su obra. Zuloaga fue una profusa estudiosa de las técnicas de impresión y fundadora del taller de artistas gráficos.

Elena Margarita Piñero de Muller y Elisa Elvira Zuloaga, dos artistas que trastocaron la tradición del paisaje, cuya obra, todavía hoy, constituye una investigación pendiente del arte nacional.

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