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El periodismo es la víctima: entrevista con Carlos Jornet, vicepresidente de la SIP

"Desde hace varios años se viene produciendo un persistente deterioro de las libertades de expresión y de prensa en el continente", señala Carlos Jornet
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En un continente donde la democracia parece ceder terreno a paso firme frente al avance de regímenes autoritarios, el periodismo se ha convertido en una de las primeras víctimas del retroceso institucional. A través de una combinación de amenazas físicas, presiones legales, hostigamiento judicial y acoso digital, los gobiernos (tanto de izquierda como de derecha) han apuntado sus discursos y acciones contra la prensa libre, debilitando una de las piedras angulares de toda sociedad democrática.

Son escenarios que el actual segundo vicepresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Carlos Jornet, que durante los últimos cinco años dirigió (hasta el pasado 1 de mayo) la Comisión de Libertad de Prensa e Información, ha ayudado a denunciar y enfrentar.

Y, aunque la situación no es igual en todos los países, Jornet alerta que sí suele ser repetitiva. Países como Venezuela, Nicaragua y Cuba representan el rostro más extremo de este fenómeno, donde el periodismo independiente se ha debilitado enormemente por la persecución estatal. Incluso otras naciones reconocidas como democracias también muestran señales preocupantes, advierte: en México, la violencia física por parte del crimen organizado se ha convertido en una amenaza constante; en Perú y Panamá, las querellas judiciales millonarias buscan silenciar voces críticas; y en países como El Salvador, Brasil o Argentina, la estigmatización pública y el uso de troles digitales fomentan un clima de odio y polarización que margina a la prensa.

A esta entrevista comentada en un podcast puede acceder aquí:

La situación actual del periodismo

¿Cómo describiría el estado actual del periodismo y la libertad de expresión en América Latina? 

—Desde hace varios años se viene produciendo un persistente deterioro de las libertades de expresión y de prensa en el continente. Presiones gubernamentales, estigmatización desde la cima del poder, violencia del crimen organizado, acoso digital, legal y judicial son distintas estrategias para intentar acallar voces disidentes, silenciar cuestionamientos, descalificar denuncias. Y todo ello se da en simultáneo con un contexto adverso para la prensa, porque las bases del modelo de negocio tradicional de los medios de comunicación se han visto sacudidas por los cambios en los hábitos de las audiencias, y asimismo por la competencia de grandes plataformas globales que, si bien contribuyen a distribuir contenidos, generan con ellos enormes ingresos que no comparten con quienes produjeron esas informaciones. Esto va debilitando las economías de las empresas editoriales y limitando sus posibilidades de desarrollo e innovación.

¿Ha notado un retroceso en la calidad o independencia del periodismo en los últimos años? ¿Es posible que, de haber algún retroceso, esté ligado con las restricciones cada vez mayores para ejercer la profesión en distintos países de la región (como Venezuela y Nicaragua, por ejemplo)?

—Sin duda que ese debilitamiento termina afectando la calidad del periodismo que se ofrece a la comunidad. Pese a ello, sigue habiendo expresiones de muy buen periodismo. Investigaciones, rigor profesional, crónicas enriquecidas por nuevos formatos, reportes en profundidad se producen en grandes medios, pero también en otros pequeños y hasta unipersonales. La tecnología lo hace posible, aunque también en muchos casos plantea un entorno competitivo que dificulta la subsistencia o conspira contra el periodismo de calidad. De todos modos, la mayor amenaza sigue estando afincada en la persecución de gobiernos autoritarios, en algunos casos devenidos en férreas dictaduras, como las de Nicaragua y Venezuela, que se sumaron a Cuba en su política liberticida. En esos países se persigue, encarcela, espía, deporta o fuerza al exilio a centenares de periodistas y no se trepida en clausurar medios que no se alinean al discurso oficial. Lo sabe muy bien el equipo de El Nacional, que aún así no baja los brazos y sigue dando voz a los silenciados por el régimen. 

¿Cuáles considera que serían los países de la región que más han retrocedido en materia de libertad de expresión en los últimos años? ¿Y qué ha ocurrido en ellos para que exista ese retroceso?

—Además de las situaciones críticas de tres países mencionados (Venezuela, Nicaragua y Cuba), los informes que elabora la SIP marcan un retroceso generalizado de la institucionalidad democrática. La debilidad de la prensa, el cierre de medios, y la censura asfixian el debate ciudadano y favorece el surgimiento de autocracias. Y estas, a su vez, eligen al periodismo como una de sus primeras víctimas en el camino hacia la cooptación de la justicia, el aniquilamiento de los organismos de control y el cercenamiento de la vida democrática. Lo preocupante es que este proceso decadente se verifica no solo en los llamados populismos de izquierda, sino en los nuevos populismos de derecha, como el que representó Jair Bolsonaro en Brasil, los que encabezan Nayib Bukele en El Salvador, Javier Milei en Argentina o Rodrigo Chaves en Costa Rica. Y también procesos políticos fallidos como el que vive Perú con Dina Boluarte. El regreso de un Donald Trump repotenciado a la presidencia de Estados Unidos no hace más que alentar esa tendencia y termina avalando el accionar autocrático en el resto del continente. Con sus más y sus menos, hay prácticas que se repiten, caracterizadas por la denigración de toda persona que piense distinto, el uso del aparato estatal y de ejércitos de troles para uniformar el discurso y la apelación a la lógica confrontativa de las redes sociales para alimentar el odio.

Las amenazas más frecuentes

¿Qué tipos de amenazas (físicas, legales, económicas o digitales) son hoy más frecuentes contra los periodistas? ¿Cuáles piensa que son los principales desafíos que enfrentan los periodistas en la región?

—Esas amenazas se dan en la región, con variantes según el contexto de cada país. En México, por ejemplo, la violencia física no cesa, ante la ineficacia de los programas de protección a periodistas y los altos niveles de impunidad que se registran. Esta situación marcó picos en el reciente sexenio de Andrés Manuel López Obrador, pero en el último semestre se registraron cuatro asesinatos de reporteros, un colega desaparecido y numerosas amenazas. También en Haití hay una violencia desbocada contra la prensa, aunque en el marco de una virtual desaparición del Estado como regulador de la vida ciudadana. El accionar del crimen organizado representa una amenaza creciente en Ecuador, Guatemala, Honduras, Perú. Ello se combina con recurrentes proyectos legislativos para amordazar a la prensa por la vía judicial. Es decir, demandar a periodistas y medios por cifras millonarias, para generar autocensura o asfixiarlos económicamente. Esta estrategia se traduce en querellas por millones de dólares que llevan a afrontar no solo largos procesos, sino a destinar ingentes recursos para honorarios de abogados, aun cuando las sentencias sean luego absolutorias o acaben en condenas ínfimas.

¿Qué alternativas pudieran tener los periodistas que se ven forzados a exiliarse por el incremento del autoritarismo en la región o quienes deciden seguir ejerciendo el periodismo en sus países incluso en esas condiciones?

—La resiliencia que caracteriza a los pueblos latinoamericanos lleva a muchos periodistas a seguir informando sobre su país pese a haberse visto forzados al exilio. Algunos se reinsertan en medios del país de acogida, pero muchos otros terminan abandonando la actividad por no contar con recursos, por dificultades legales o económicas, o por no poder superar el trauma que significa el desarraigo. Por ello es que la SIP ha puesto en marcha la Red Latinoamericana de Periodismo en el Exilio, para brindar apoyo psicológico, económico, jurídico y de capacitación a centenares de comunicadores deportados, exiliados o desplazados dentro de su propio país. Y trabajamos en colaboración con otras organizaciones lideradas por DW Akademie en el lanzamiento de un sitio web, periodismolibre.org, destinado a ofrecer información e insumos a periodistas y medios obligados al desplazamiento forzado. Hay, vale destacarlo, multitud de periodistas que siguen ejerciendo su actividad en países cooptados por dictaduras, volando bajo el radar, como suele decirse, para no ser detenidos, hostigados, espiados o deportados. En estos casos, la respuesta suele ser más compleja, pero siempre estamos atentos para acercar nuestra asistencia cuando recibimos pedidos de auxilio.

¿Qué rol han jugado los gobiernos en el deterioro o fortalecimiento de la libertad de expresión en la región? ¿Y qué medidas debería tomar la sociedad civil para defender el derecho a la información?

—Por acción u omisión, hay una enorme responsabilidad de la clase política en general y de los gobernantes en particular en la afectación al periodismo. La confrontación directa es quizá la más evidente de las prácticas contra la prensa. Pero también lo es no debatir estrategias que garanticen la seguridad de los periodistas y fortalezcan un sistema de medios plural y sustentable como pieza esencial para el debate democrático. Los discursos que menosprecian la libertad de informar eluden plantear que de ese modo se afecta el derecho de la ciudadanía a informarse. Y así un amplio sector de la sociedad, en especial las nuevas generaciones, se queda con la prédica contra los “privilegios” de la prensa y no ve que en realidad está en juego su propio derecho a conocer cómo se administra la cosa pública y a controlar así a los gobernantes. Es quizá responsabilidad de los propios medios y periodistas que no se haya hecho ver con claridad esta doble faz de la libertad de prensa y generar conciencia de que cuando se ataca al periodismo se busca opacar la imprescindible transparencia de los gobiernos y otros poderes que deciden sobre la vida cotidiana de cada habitante.

Inteligencia artificial y nuevas tecnologías

¿Cuál es el papel que cree que tendrán la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías en el periodismo? ¿Pudieran representar una amenaza al ejercicio periodístico o más bien los periodistas pudieran usarla de alguna manera a su favor?

—Este es hoy el debate más intenso en todo foro periodístico. Y cada vez queda más claro que la inteligencia artificial tiene un enorme potencial para generar un periodismo de mayor impacto, a partir de las enormes facilidades para procesar bases de datos, para simplificar procesos repetitivos y para acelerar la búsqueda y sistematización de documentos extensos. Pero a nadie escapa que la IA está siendo utilizada también para manipular procesos electorales; para generar confusión mediante textos, fotos, videos o audios fraguados; para potenciar la viralización de desinformaciones. Esto plantea un enorme desafío para el periodismo y, a la vez, revaloriza la labor de verificación y validación que siempre han tenido los medios profesionales. Por ello, la actitud más inteligente no es renegar de la IA u otros avances tecnológicos ni incorporarlos acríticamente, sino profundizar en el conocimiento de su potencial para que, como ha ocurrido en su momento con internet u otros adelantos técnicos, los aprovechemos para brindar más y mejores servicios a nuestra audiencias, con supervisión humana y perspectiva de los valores tradicionales del buen periodismo.

¿Cómo pueden los medios recuperar la confianza del público y combatir la desinformación?

—Como decíamos antes, hoy como siempre la respuesta es hacer más y mejor periodismo. Un periodismo que sea útil a la gente, que le permita tomar mejores decisiones en su vida diaria, que sea creíble, que le dé herramientas para ejercer su rol ciudadano. Una prensa que verifica datos; que se corrige cuando cometió errores; que no calla ante la presión de los grupos de presión; que investiga y denuncia con responsabilidad, tendrá más posibilidades de soportar los embates autoritarios. Un periodismo que no se limita a reproducir lo que se dice en redes sociales sino que contrasta presuntas verdades antes de difundirlas; que cumple con la regla básica de consultar a todas las partes involucradas de un conflicto; que ante un video o una foto viral busca el origen de esas imágenes antes de darlas por ciertas; que utiliza la inteligencia artificial con inteligencia humana (valga la redundancia) aplicada a verificar que los algoritmos no hayan incurrido en sesgos o alucinaciones, hará un aporte a la lucha contra la desinformación. Eludir estos principios, en cambio, sólo agravará la crisis de credibilidad que alientan los autócratas. 

¿Qué tipo de reformas institucionales o legales cree necesarias para proteger mejor el ejercicio periodístico?

—Este tema también es polémico. Porque si lo que está en crisis es la institucionalidad, es ilusorio plantear que por vía legal o reglamentaria se logrará mejorar las condiciones para el ejercicio periodístico. Es, sin duda, el camino más práctico, si no fuera porque muchos gobernantes aprovecharán esta demanda de protección para imponer restricciones a la libertad de prensa. Las regulaciones son una opción válida en la Unión Europea, aunque en ocasiones se cometen excesos. Pero en las Américas esa vía implica abrir una peligrosa rendija por la que puede filtrarse el virus del autoritarismo. Hay excepciones, por cierto, de unos pocos países donde se puede pensar en políticas de Estado para ampliar las libertades. Pero en una buena parte de la región, pedir legislación protectora de la prensa puede ser el primer paso para un control sobre la libertad de informar y de informarse.

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