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El papa León XIV

El valor de una misa es infinito, decía el R.P. Pedro Arrupe, S.J., para quien “…es divino caber en lo pequeño y no caber en el Universo: cabe en este sagrario, pero no cabe en el Universo…”. Para los cristianos, ese valor ceremonial trasciende los contornos de la liturgia, al escenificar el sacramento que renueva […]
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papa León XIV
Foto: EFE

El valor de una misa es infinito, decía el R.P. Pedro Arrupe, S.J., para quien “…es divino caber en lo pequeño y no caber en el Universo: cabe en este sagrario, pero no cabe en el Universo…”. Para los cristianos, ese valor ceremonial trasciende los contornos de la liturgia, al escenificar el sacramento que renueva la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Es un acto de acción de gracias, de fe y esperanza que ofrece a los fieles la gracia de la salvación. ¡La Paz esté con ustedes! —ha reiterado Su Santidad León XIV en una de sus primeras alocuciones—. “…Este es el primer saludo de Cristo resucitado, el buen pastor. También yo quisiera que este saludo de paz entre en sus corazones, llegue a sus familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra…”. Igualmente ha dicho el sucesor de San Pedro: “…Fui elegido sin tener ningún mérito, y con temor y trepidación vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría. Caminando con ustedes por el camino del amor de Dios que nos quiere a todos unidos en una única familia…”. Es así como desde la humildad o la virtud que se desdobla en la sincera aceptación de las propias limitaciones y debilidades humanas, el Papa León XIV inicia su pontificado —nos anuncia que actuará conforme esta comprobación—. Y es que la habilidad y la inteligencia son dones de Dios, el origen de nuestra vitalidad y competencia para afrontar los retos que la vida terrenal nos impone y para aprovechar las oportunidades que se nos dan. Es preciso actuar con modestia y mesura, afrontando las relaciones humanas desde la horizontalidad, sin alardear intempestivas superioridades. También ha dicho que viene a construir puentes y a fomentar el diálogo respetuoso entre los hombres —ninguno de los extremos del pensamiento y la acción es absolutamente perfecto y definitivo—. Con ello nos ofrece signos evidentes de moderación, por demás indispensables para un pastor de almas en estos tiempos tan difíciles y retadores para la humanidad. En síntesis, Su Santidad León XIV —en su homilía de la Plaza de San Pedro ante cientos de miles de feligreses y representantes acreditados de delegaciones de 150 países, el domingo 18 de mayo de 2025—, reclama fraternidad y reconciliación —tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella—, en un mundo acosado y sacudido por la violencia, el odio, la exclusión, el miedo y los prejuicios. En esta significativa ocasión, recibe el Palio y el Anillo del Pescador, símbolos de su autoridad como sucesor de San Pedro. 

Robert Francis Prevost —nacido en Chicago el 14 de septiembre de 1955—, es desde el pasado 8 de mayo, el obispo de Roma número 267 —el primer Papa estadounidense en la historia de la Iglesia Católica Apostólica Romana—. En sus palabras pronunciadas dos días después ante el Colegio Cardenalicio, ofreció un somero argumento sobre la motivación del nombre asumido, inspirado en el último de sus homónimos, el Papa León XIII, quien fuera eximio defensor de los derechos de los trabajadores en el entorno y secuelas de la revolución industrial. La suya fue la primera carta encíclica de carácter social en la Iglesia Católica —titulada en 1891 De Conditione Opificum, también conocida como Rerum Novarum—. De ella nos es dado considerar su plenitud en función del tiempo histórico que la envuelve, aunque, a qué dudarlo, algunos conceptos todavía gozan de plena actualidad, entre ellos: (1) lo inapropiado de la propiedad comunitaria como solución a las diferencias de clase, pues ella termina perjudicando a los propios trabajadores; (2) la exhortación al respeto de la condición humana, “…que no se puede igualar en la sociedad civil lo alto con lo bajo...Y hay por naturaleza entre los hombres muchas y grandes diferencias; no son iguales los talentos de todos, no la habilidad, ni la salud, ni lo son las fuerzas; y de la inevitable diferencia de estas cosas brota espontáneamente la diferencia de fortuna…”. Naturalmente, el propósito y razón de la encíclica ha mudado al correr de los años transcurridos, pero igual vale al abordar ciertos asuntos de actualidad mundial en los ámbitos de la moral y de la fe cristiana. A fin de cuentas, ayer como hoy, el magisterio de la Iglesia, por lo que se refiere a las cuestiones de carácter social, debe opinar y favorecer medidas en beneficio de las clases trabajadoras. 

En 2023, el hoy papa León XIV había sido investido en Roma como arzobispo, prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para la América Latina. El 30 de septiembre del mismo año, fue creado Cardenal. Como prior de los agustinos y representante de la Unión de Superiores Generales, había adquirido experiencia en asambleas sinodales. El papa Francisco lo había incluido entre los miembros de los Dicasterios para la Evangelización, para la Doctrina de la Fe, para las Iglesias Orientales, para el Clero, para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, para la Cultura y la Educación —por algo ya como nuevo Papa pidió a los hermanos de La Salle “…evangelizar educando y educar evangelizando…”—, para los Textos Legislativos, y la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano. 

El lema episcopal elegido por Su Santidad el papa León XIV «In Illo uno unum», acoge la frase pronunciada por Agustín de Hipona —San Agustín— en un sermón que comentaba el Salmo 127: “…Hay un hombre que así es bendecido, y únicamente teme al Señor aquel que se halla entre los miembros de este hombre; son muchos hombres y un hombre solo; muchos cristianos y un solo Cristo; no es Él uno y nosotros muchos, sino que, siendo nosotros muchos en Aquel uno, somos uno…”. 

Quienes nos reafirmamos en la fe y la esperanza, no podemos menos que celebrar el ascenso a la Cátedra de San Pedro del papa León XIV, el Romano Pontífice que desde ya se proyecta con sosegada moderación —sin omitir la imprescindible firmeza—  y espíritu conciliador, sin ceder en cuestiones esenciales de doctrina cristiana ni descuidar el propósito ineludible de corregir desviaciones comprobadas y de modernizar la Iglesia Católica, para de tal manera terminar de adecuarla a los cambios sociales, culturales y tecnológicos de los tiempos actuales. 

 

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