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El Foro Celac-China

En la segunda mitad del siglo XX y en la aurora del siglo XXI las corrientes políticas que se disputaban su influencia en América Latina ingresaron con más ímpetus, sobre todo, nuevas fuerzas políticas globales dispuestas a disputar la hegemonía americana. Los países de la región tomando en cuenta la experiencia de la fracasada corriente […]
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En la segunda mitad del siglo XX y en la aurora del siglo XXI las corrientes políticas que se disputaban su influencia en América Latina ingresaron con más ímpetus, sobre todo, nuevas fuerzas políticas globales dispuestas a disputar la hegemonía americana. Los países de la región tomando en cuenta la experiencia de la fracasada corriente comunista soviética que intentó imponer por la fuerza, la revolución basada en la dictadura del proletariado, con su caballo de Troya de Cuba, ésta se constituyó en el mejor ejemplo de lo que era la dictadura eterna de una cúpula que usufructúa el poder en nombre del proletariado. Cuba fue ese espejo en el que los latinoamericanos no quisimos ni queremos reflejarnos.

Esta experiencia del fracaso político soviético fue asimilada por el régimen comunista chino que entendieron que la mejor forma de acercarse a los pueblos del Sur-Sur no era por la imposición de una revolución y un régimen político comunista autoritario, sino el de paliar la pobreza y la construcción del desarrollo, que es por lo que nuestros pueblos claman; de esta manera, el esfuerzo del gobierno chino se ha centrado en priorizar lo que mejor saben hacer: “comerciar” implementando la milenaria “Ruta de la Seda” como primera etapa, para luego acompañarlo con lo de la inversión, penetrando así continentes y países e incrementando su influencia que utilizan en una tercera etapa, una manifiesta solicitud cuando requieren el respaldo en algún organismo internacional o cuando lo necesitan para enfrentar a la contraparte global, como lo subrayó en esta oportunidad el Foro Celac-China.

El continente americano no ha sido la excepción, sobre todo por el abandono y la confianza por parte de Estados Unidos, por aquello de la Doctrina Monroe de “América para los americanos”, y sin darse cuenta el norte, los chinos de la mano de Chávez se infiltraron en América Latina y se han ido constituyendo en una fuerte influencia que compite con la de Estados Unidos. El mejor puente que construyeron las fuerzas de izquierdas para el incremento de esa ascendencia del régimen chino en América Latina fue la creación de la Celac, por aquel sueño de algunos líderes de izquierda de crear un organismo paralelo a la OEA, que estos consideran de influencia americana.

El Foro Celac-China que se desarrolló esta semana en Beijing es una muestra de los avances de la influencia de China en el continente americano, disputándose el llamado “patio trasero”, con paciencia, constancia, sin algarabía y en absoluto bajo perfil, ha competido de tú a tú con Norteamérica, gracias también a su estrategia de no interferir o condicionar su cooperación en asuntos políticos sino en desarrollar comercio e inversión, economía por política, aunque al final, la política siempre aparece y se impone cuando los chinos requieren un apoyo.

También es una realidad que las exportaciones chinas han caído más de 60% desde que comenzó la guerra comercial con Estados Unidos, por lo que América Latina se convierte en estos momentos en foco de atención de los chinos; continente este en el que necesitan desarrollar nuevas estrategias y diversificarse geopolíticamente para no depender en demasía de Estados Unidos. Tomando en cuenta esta realidad, América Latina le ofrece a China una buena oportunidad para absorber el exceso de producción y así compensar el descenso de sus exportaciones.

En su discurso Xi Jinping destacó la importancia de la cooperación, la inversión y la Ruta de la Seda en Latinoamérica que asciende a los 500.000 millones de dólares, comprometiéndose a importar más productos de calidad de la región y animar a sus empresas a aumentar las inversiones en América Latina, la implementación de 100 proyectos de cooperación en 3 años, y anunció 20 medidas para apoyar el desarrollo de América Latina, en contraste con la política de imposición de aranceles de Trump a nuestros países. En este sentido, Xi Jinping enfatizó: “Las prácticas intimidatorias y prepotentes solo sirven para aislarse”.

No cabe la menor duda de que el acercamiento de China con nuestra región, considerándose parte del Sur-Sur, tiene como propósito fortalecer sus aspiraciones y las intenciones de liderar ese Sur global. La sutileza de Xi Jinping en su discurso fue presentarse precisamente como parte del Sur Global contra la hegemonía de Estados Unidos, cuando en realidad él representa la otra parte del imperialismo y de la hegemonía política que compite con Trump y Estados Unidos. De allí que él toca el tema político y reafirma el compromiso de China con respecto a la soberanía de los países del continente expresando su apoyo a estos: “Rechacen interferencias externas y sigan caminos de desarrollo acorde con sus condiciones nacionales”, que es la política del gigante asiático.

Es una realidad que Estados Unidos observa con preocupación cómo China multiplica su presencia económica, diplomática y tecnológica a través de la Celac y le preocupa que aproveche esa relación para consolidar posiciones geoestratégicas tales como puertos, telecomunicaciones, minería, etc., en la región, por lo que advierte a los gobiernos del continente los riesgos de endeudarse con China y a cambio promete inversiones alternativas a través de programas como “América Crece” o el BID.

Lo cierto es que los Brics y la Celac representan una reconfiguración estratégica del Sur Global que debería significar una posibilidad de ampliar márgenes de maniobra política por parte de América Latina frente a las dos grandes potencias, pero esto exige visión grande de un liderazgo político latinoamericano que en los actuales momentos ha demostrado, subordinación a una u otra de las hegemonías que se disputan la supremacía.

La creciente relación entre China y los países de la Celac está provocando una transformación del sistema de alianzas tradicionales de la región. Esto implica nuevas oportunidades económicas y desafíos estratégicos, en un contexto de competencia creciente entre las dos grandes potencias. Para América Latina, China pudiera significar la posibilidad de ampliar márgenes de maniobra frente a las dos potencias tradicionales y buscar la ansiada autonomía política, pero ello exige también habilidad política para lograr equilibrar intereses y evitar nuevas formas de dependencia. Debemos esforzarnos por construir una América Latina no alineada que mantenga el equilibrio y aproveche lo mejor que ofrecen ambas potencias.

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