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Educación rural y aulas multigrados en el olvido de Colombia

  Por Marcela Patricia Banda Martínez   I La educación en una importancia sociohistórica La educación se erige como uno de los derechos fundamentales y como el principal motor de desarrollo en cualquier sociedad. A lo largo de la historia, el acceso al conocimiento ha sido una herramienta que empodera a las personas y promueve […]
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Por Marcela Patricia Banda Martínez

 

I La educación en una importancia sociohistórica

La educación se erige como uno de los derechos fundamentales y como el principal motor de desarrollo en cualquier sociedad. A lo largo de la historia, el acceso al conocimiento ha sido una herramienta que empodera a las personas y promueve la equidad social. Esta puede definirse como un proceso dinámico y complejo de transmisión y construcción de conocimientos, valores, habilidades y actitudes que permiten el desarrollo integral del individuo y de la sociedad. Este proceso no se limita únicamente a la acumulación de información, sino que implica la formación de sujetos críticos y comprometidos con su entorno. Según Freire (1996), la educación debe entenderse como un acto liberador, en el que el diálogo y la reflexión crítica se construyen en herramientas fundamentales para transformar las estructuras sociales exigentes. En este sentido, el enfoque de una “pedagogía del oprimido” destaca la importancia de empoderar a los estudiantes para que reconozcan su realidad y se conviertan en agentes de cambio.

Desde otra perspectiva, Vygotsky (1978) enfatiza el papel del entorno social y cultural en el desarrollo cognitivo, postulando que el aprendizaje se produce de manera significativa a través de la interacción social. Este enfoque socioconstructivista resalta cómo los procesos educativos se nutren de las relaciones interpersonales y de la mediación de experiencias compartidas. Así, la educación se configura como un proceso colaborativo en el que el conocimiento se construye en contextos reales y cotidianos, permitiendo que los aprendizajes sean pertinentes y contextualizados.

Las escuelas a lo largo del tiempo han presentado diferentes perspectivas de lo qué es la educación y ha evolucionado de acuerdo con los cambios sociales, económicos, políticos y culturales de cada época. En las civilizaciones antiguas, como las de Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma, la educación se encontraba reservada principalmente a las élites.  En Grecia, pensadores como Sócrates, Platón y Aristóteles sentaron las bases del pensamiento pedagógico, promoviendo una formación integral del ciudadano a través de la paidea (Bernal, 2015). En Roma, el enfoque educativo se centró hacia aspectos pragmáticos como la oratoria, el derecho y la administración. Durante la Edad Media, la Iglesia Católica tuvo un papel central en la educación europea, por lo que tuvo un carácter teológico y escolástico. Las instituciones monásticas y catedralicias se convirtieron en los principales centros de enseñanza, en esta época se marcó el inicio de una educación más formalizada.

De igual manera, la educación en América Latina, y sobre todo en Colombia ha estado influenciada también por diversos factores políticos, económicos y sociales que han determinado su configuración. Desde la época colonial hasta la actualidad, el sistema educativo ha experimentado transformaciones significativas que han impactado en su acceso, organización y enfoques pedagógicos. Durante la época colonial la educación en Colombia estuvo bajo el control de la Iglesia Católica, con el objetivo de evangelizar a la población y formar una elite criolla en teología, artes y administración. El acceso a la educación estaba restringido para los sectores populares, indígenas y afrodescendientes. 

Con la independencia en 1819 se promovió una reforma educativa que buscaba consolidar la identidad nacional y formar ciudadanos útiles para la nueva República. Francisco de Paula Santander impulsó la creación de un sistema educativo público en 1826 y la Universidad Central de la República en 1827 (Jaramillo, 2005). Sin embargo, los conflictos entre liberales y conservadores dificultaron la implementación de un modelo educativo uniforme.

A partir de la Revolución Industrial se instauró la obligatoriedad de la educación en muchos países, incluida Colombia, orientada a dotar a la población de competencias básicas necesarias para el desarrollo económico y social. Es este periodo emergieron teorías como el constructivismo y metodologías que promueven el aprendizaje activo. En la actualidad se hace necesario escuelas donde la educación sea inclusiva, igualitaria y con acceso a las tecnologías de la información. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la educación colombiana transitó hacia una mayor influencia del pensamiento positivista, promoviendo una formación científica y técnica. Se implementaron reformas que buscaban la modernización del currículo, aunque la educación seguía siendo mayormente influyente para las clases populares y con la llegada al poder de los liberales, se pretendió en esa época por una educación gratuita, obligatoria y laica. 

II El olvido de la educación rural y multigrados en Colombia: una problemática en contextos de planificación y reordenamiento curricular

En la actualidad, la educación en Colombia enfrenta nuevos retos y oportunidades con la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Los modelos educativos actuales buscan integrar el aprendizaje digital, la educación inclusiva e intercultural, y enfoques basados en competencias para responder a las demandas de un mundo globalizado. Sin embargo, a pesar de los avances que se han logrado en materia educativa, aún persisten desigualdades en el acceso a una educación de calidad, particularmente en las zonas rurales y en aquellas comunidades que enfrentan condiciones de vulnerabilidad. Estas brechas no solo se manifiestan en términos de infraestructura o recursos materiales, sino también en la disponibilidad de docentes capacitados, en la pertinencia de los contenidos curriculares y en las oportunidades reales que tienen los estudiantes para desarrollar su potencial. Es evidente que el lugar de residencia y las condiciones socioeconómicas siguen siendo factores determinantes en la experiencia educativa, lo cual plantea la necesidad urgente de repensar las políticas y enfoques pedagógicos que se aplican en contextos rurales para garantizar una educación inclusiva y equitativa.

Otro aspecto clave es la transformación de la evaluación. Los métodos tradicionales, basados en exámenes estandarizados y calificaciones numéricas, operan como mecanismo de clasificación y normalización que pueden perpetuar relaciones de poder y exclusión. Desde la perspectiva de Foucault es fundamental plantear alternativas evaluativas que favorezcan la autorreflexión y el aprendizaje continuo. La autoevaluación, la evaluación entre pares y la retroalimentación formativa se proponen como instrumentos que, en lugar de imponer un juicio externo, invitan a los estudiantes a asumir el papel activo en la construcción de su propio conocimiento. Estas estrategias favorecen una “auto-vigilancia” positiva donde la transformación personal surge de la reflexión crítica sobre la propia práctica.

Asimismo, la crítica al currículo oculto, entendido este como la transmisión implícita de valores, normas y formas de ser, invita a los educadores a examinar de manera crítica qué mensajes se están reproduciendo en el aula. La formación docente debe incluir la reflexión sobre el poder y la ética educativa, incentivando a los profesores a identificar y cuestionar los valores subyacentes que se transmiten de forma indirecta. Esto podría implicar, por ejemplo, la revisión de contenidos, la incorporación de perspectivas diversas y la promoción de un debate abierto en el que se reconozcan y valoren las experiencias y saberes de todos los actores involucrados.

La educación rural en Colombia enfrenta múltiples desafíos, desafíos que han generado brechas significativas en comparación con la educación urbana y que afectan la calidad, el acceso y la permanencia de los estudiantes en el sistema educativo, limitando sus oportunidades de desarrollo (MEN, 2021). A lo largo de los años, el Ministerio de Educación Nacional ha implementado diversas estrategias y programas para mitigar estas desigualdades y fortalecer la educación en las zonas rurales del país. Uno de los principales problemas que afectan la educación rural es el acceso limitado a la educación. La lejanía y las condiciones de infraestructura deficientes inciden de manera directa en la calidad de la educación que reciben los estudiantes en contextos rurales. Muchas veces los niños beben recorrer largos trayectos para llegar a la escuela, enfrentando caminos en mal estado y condiciones climáticas adversas, lo que no solo afecta su asistencia regular, sino también su disposición para el aprendizaje. 

Además, la precaria infraestructura escolar, como aulas deterioradas, falta de acceso a servicios básicos, escasez de materiales didácticos o ausencia de tecnologías, limita las posibilidades de ofrecer experiencias educativas significativas. Esta realidad contribuye a una ausencia de abandono y desigualdad que, en muchos casos, desmotiva tanto a los estudiantes como a los docentes. Por eso, hablar de equidad en educación rural implica conocer estas barreras físicas y estructurales como factores que deben ser atendidos de manera prioritaria se quiere garantizar un acceso justo y digno al derecho a la educación. 

En tal contexto, la calidad educativa también es un factor crítico en la educación rural. La disponibilidad de docentes cualificados en esta zona es limitada, lo que genera una serie de interrogantes ¿Están las Instituciones Superiores y las Escuelas Normales formando docentes capaces de enfrentarse a entornos rurales y aulas multigrado? ¿Cómo incorporan las universidades y Escuelas Normales el enfoque rural y multigrado en sus planes de estudio? ¿Qué metodologías se enseñan para afrontar la diversidad de edades y niveles en un aula multigrado? ¿Qué tan alineada esta la formación que reciben los docentes con las necesidades reales de las comunidades rurales?

Ante tales complejidades; en el marco de la educación rural en Colombia, el Programa Todos a Aprender (PTA) ha sido una estrategia clave para fortalecer la formación docente y mejorar los aprendizajes en aulas multigrado. Sin embargo, su pertinencia y efectividad en estos contextos aun presentan desafíos que requieren un análisis profundo desde la investigación educativa. En este sentido surgen interrogantes como: ¿Cuál ha sido el impacto del PTA en la formación de docentes rurales y su desempeño en aulas multigrado? ¿Cómo perciben los maestros la formación recibida y en qué medida responde a sus necesidades pedagógicas? Igualmente, es relevante indagar sobre la relación entre la formación docente proporcionada por el PTA y las estrategias de enseñanza implementadas en contextos rurales, así como evaluar si esta iniciativa ha contribuido a la reducción de brechas educativas entre la educación rural y urbana. Estas preguntas permiten orientar un estudio que aporte al mejoramiento de las políticas educativas y a la construcción de estrategias más contextualizadas para la educación rural en Colombia.

En definitiva, formar docentes para la ruralidad no puede seguir siendo un tema marginal o voluntario en los programas de formación inicial. La realidad de muchas escuelas en Colombia, sobre todo en zonas apartadas, exige una preparación diferente, sensible a las condiciones del territorio y capaz de responder a los desafíos de las aulas multigrado. Sin una transformación real en los currículos universitarios y en las escuelas normales superiores seguiremos enviando maestros sin las herramientas necesarias para ejercer una pedagogía pertinente, creativa y comprometida con su contexto.

Mas allá de una necesidad académica, hablar de educación rural es también un acto de justicia social. Es reconocer que los niños del campo tienen derecho a una educación que dialogue con su cultura, con su entorno y con su manera de ver el mundo. Y para lograrlo se necesita de una investigación profunda, que no solo describa lo que falta, sino que proponga, cuestione e innove a través de la reflexión crítica, de la palabra escrita y desde la convicción de que la escuela rural de calidad si es posible.

***

*Doctorante en Educación, Universidad de Tecnología y Educación (UTE), Florida

 

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