La política exterior de la segunda administración de Donald Trump ha sido calificada por analistas políticos como imperialista y expansionista en su enfoque hacia las Américas, mientras que hacia Europa se ha considerado aislacionista, promoviendo una agenda realista bajo el lema "Estados Unidos Primero". Asimismo, se ha descrito como si fuera una versión más estricta de la famosa Doctrina Monroe, pero sin duda alguna, su política exterior va dirigida a su contraparte China para frenar su influencia aprovechada por el adormecimiento de Estados Unidos en estas últimas dos décadas. Otros analistas señalan que esta nueva administración de Trump rompe el Orden Internacional liberal basado en reglas posteriores a 1945, por lo que abandona el multilateralismo que a su vez China trata de fortalecer con sus aliados.
Desde los inicios de su gobierno asombró al mundo cuando expresó su decisión de comprar Groenlandia, convertir a Canadá en el Estado 51 y el recuperar el Canal de Panamá, así como, cuando impuso sanciones a México por el fracaso migratorio y ha impuesto 20% a remesas y autopartes hasta que acepte un centro de detenciones de migrantes financiado por Estados Unidos, le impuso sanciones a Colombia por tratar de negarse a recibir migrantes e impuso sanciones a Venezuela prohibiendo las transacciones con Pdvsa y sanciones secundarias a países que compre su crudo.
Trump ha reconfigurado su política exterior con sus aliados como la OTAN, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, etc, basándose en un enfoque acentuado financiero y transaccional, abandonando los principios tradicionales de la diplomacia multilateral y alianzas estratégicas de largo plazo, comenzando por aplicar su lema “Primero Estados Unidos” exigiendo que las relaciones con los aliados generen beneficios directos para esa nación y rompiendo con el tradicional enfoque de los beneficios geoestratégicos a largo plazo.
Desde el principio de su toma de posesión cuestionó los financiamientos a los organismos internacionales y se retiró del Acuerdo de París y de la OMS, ordenó la reestructuración de USAID y notificó al Congreso el retiro formal de la OTAN argumentando cargas financieras injusta y golpeando a su principal socio estratégico. Su cercanía con Putin ha preocupado a sus aliados ya que no ha denunciado a Putin por su invasión a Ucrania, por el contrario, se ha negado a firmar una declaración formal que atribuya a Rusia las causas de la guerra, afirmando a cambio, que su política se centrará en poner fin a la guerra y no a sus causas. La primera reunión de Trump y Zelenski fue un desastre y terminó abandonando la Casa Blanca sin firmar ningún acuerdo, con lo cual condujo a tensiones con la UE, sobre todo, la mercantilización de la ayuda a Ucrania, con lo cual, muchos aliados europeos buscan alternativas a la ayuda de Estados Unidos y el depender menos de sus apoyos. Finalmente, Ucrania firma un acuerdo de explotación de tierras raras a objeto de garantizarse protección frente a Rusia.
La política de Trump sobre el sureste asiático se caracteriza por un enfoque bilateral centrado en contrarrestar la influencia de China, una menor participación en foros multilaterales y políticas comerciales proteccionistas. Esta combinación ha generado tanto oportunidades como desafíos para los países de la región, que deben navegar cuidadosamente en un entorno geopolítico cada vez más complejo. Los países de la Asean han adoptado un enfoque pragmático buscando interactuar con Estados Unidos donde los intereses coincidan, tomando en cuenta los compromisos de seguridad y cooperación en regiones donde la influencia estadounidense ha sido una fuerza estabilizadora.
Su política comercial busca corregir los déficits mediante medidas unilaterales, rompiendo con el libre comercio multilateral tradicional, para ello utiliza los aranceles como herramienta clave de negociación, bajo la doctrina de “comercio justo” convencido de que los aranceles han forzado a 70 países a iniciar negociaciones comerciales con Estados Unidos, apostando a acuerdos bilaterales y poniendo como ejemplo el recién acuerdo firmado con el Reino Unido diseñado para consolidar las relaciones bilateral. Es importante destacar que Trump combina la presión económica con maniobras diplomáticas como en el caso de Irán, negociando aliviar las sanciones mediante un nuevo pacto nuclear y con China para negociar acuerdos comerciales, aun cuando en lo político envía una delegación a Taipéi reconociendo a Taiwán y rompiendo con la política de “Una sola China”.
No cabe la menor duda, que la imprevisibilidad de Trump y su enfoque unilateral ha generado preocupaciones en los países del sureste asiático, en especial en países como Indonesia y Singapur, que valoran un equilibrio de poder en la región. La falta de un compromiso claro por parte de Estados Unidos podría empujar a estos países de la región a fortalecer sus lazos con China para salvaguardar sus intereses económicos y de seguridad.
La política exterior de Trump plantea nuevos retos para un sistema internacional ya de por sí complejo y tenso. Su escepticismo hacia las alianzas tradicionales y su preferencia por el unilateralismo podrían debilitar los vínculos estratégicos existentes. Esto llevaría a los aliados de Estados Unidos a reconsiderar sus posicionamientos estratégicos y a reevaluar sus compromisos en materia de seguridad y cooperación multilateral, especialmente en aquellas regiones donde la influencia estadounidense ha sido históricamente un factor estabilizador.
Definitivamente estos primeros cuatro meses de Trump han sido complicados, con amenazas, avances y retrocesos, empezando por los aranceles y continuando con su promesa de poner fin a las guerras de Ucrania y Gaza, aun cuando no ha dado pasos para desmantelar sus alianzas y acuerdos de seguridad de décadas en Latinoamérica, Europa y Asia, sus aliados y socios no son ajenos a señales de alerta y comienzan en previsión, a estudiar cómo compensar un posible vacío de Estados Unidos, en sus posiciones de cooperación y defensa. Esperando que las nuevas realidades globales den paso a sopesadas decisiones que cohesiones y no exacerban las rivalidades del liderazgo mundial, a fin de que no se altere el equilibrio y la paz mundial.