Los acontecimientos ocurridos el fin de semana pasado son parte de una batalla geopolítica e ideológica, que va mucho más allá de lo percibido como un evento interno y propio de la República del Ecuador. Se presenta como parte del conflicto entre la administración Trump y los gobiernos de izquierda radical en Latinoamérica y fuera de ella, también como parte del conflicto existente entre Estados Unidos y la República Popular China.
Para ello, debemos entender que estamos en una Guerra Fría 2.0 entre ambas superpotencias, donde se está definiendo la supremacía tecnológica, económica y comercial, que deriva en la hegemonía política del ganador de dicho conflicto, tal como ocurriese en la Guerra Fría contra la Unión Soviética (1946-1991), que dio paso a un mundo abiertamente capitalista a nivel global.
En esta dinámica geopolítica, se debe recordar la importancia estratégica que tiene para el gobierno chino la existencia de un foro político como el Foro de Sao Paulo, de 123 partidos u organizaciones políticas creadas después de la caída del Muro de Berlín (1989), para salvaguardar el discurso revolucionario y los gobiernos de izquierda del colapso ideológico y mediático que se llevó por delante a la desaparecida Unión Soviética y gobiernos aliados de Europa Oriental.
Para comprender esta situación regional debemos incluso volver 10 días atrás, cuando se presentó la IX Cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe en Honduras, en la que su presidenta pro tempore, Xiomara Castro, ha tenido la ocurrencia de ignorar por completo las formas democráticas y diplomáticas más elementales, que establecen que dicho organismo no puede publicar un documento formal final o declaración si no tiene el consenso total de todos los gobiernos integrantes del foro político en cuestión.
Lo cierto es que la presidenta de Honduras y sus aliados presentaron una denominada Declaración de Tegucigalpa con la abierta oposición de Argentina, Nicaragua y Paraguay. Señalaron que había sido aprobado con el "necesario consenso" de un grupo de gobiernos de izquierda, que poco les importaron las formalidades de la organización y cuyo contenido es simplemente una declaración política de enfrentamiento abierto a la administración Trump, con la fortuna de que la misma está enfocada en su enfrentamiento comercial con China y no adelanto de un conflicto que luce inevitable con dichos gobiernos a nivel regional por motivos políticos y económicos, que nadie hace esfuerzos por ocultar o disimular.
El apoyo abierto de los estadounidenses al presidente de Ecuador, Daniel Noboa, que tiene acceso privilegiado a la administración estadounidense, hasta el punto de garantizar la presencia de funcionarios militares, policiales e incluso contratistas de seguridad (fue un hecho público la presencia de Erick Prince, el fundador de Blackwater, la más famosa de las empresas militares de 1° generación) de Estados Unidos en Ecuador.
Estos hechos señalados tenían 3 aristas muy concretas, como son, en primer lugar, evitar la vuelta al poder de Rafael Correa, que es sin duda el líder político de mayor verbo y cultura política del grupo de políticos de izquierda regionales, capaz de convertirse en un auténtico líder de la izquierda continental en los países de habla hispana, después de los fallecimientos de Hugo Chávez y Fidel Castro, siendo necesario recordar que en su momento era la República del Ecuador la sede de la Unasur o Unión de Naciones Suramericanas, que tenia por objetivo construir un modelo de integración supranacional muy parecido al de la Unión Europea, que incluía Parlamento Sudamericano, Banco del Sur, Instituto Suramericano de Salud, Escuela Sudamericana de Defensa, Agencia Espacial Sudamericana y hasta Universidad Suramericana, siendo todos estos proyectos la motivación para construir un monumental centro de reuniones, conocido como Complejo Ciudad del Mundo, del cual se destaca el edificio Néstor Kirchner, el difunto presidente de Argentina y primer secretario general del organismo, siendo una obviedad decir que dichos esfuerzos se fueron a pique con el cambio político e ideológico de los gobiernos ecuatorianos a la salida de Rafael Correa.
Este precedente político es muy importante para entender la insistencia del gobierno de Venezuela en crear una Secretaría General permanente, que traslade todas las experiencias de la Unasur a la Celac y con la adición de Centroamérica, el Caribe y México, presentar un cuadro renovado de enfrentamiento continental al gobierno estadounidense, lo cual, en mi opinión, el nuevo presidente pro tempore y presidente de Colombia, Gustavo Petro, no dudaría en apoyar plenamente para vengar la humillación contundente que sufrió hace unos meses ante una crisis diplomática con el mismo Trump por redes sociales.
En segundo lugar, se trata de evitar la ampliación de la izquierda en un país estratégico como Ecuador, debido a que además de ser un exportador de petróleo es un usuario del dólar estadounidense y por ello una fuente abierta de legitimación de capitales. Si su gobierno pasa a ser un enemigo de la administración estadounidense, siendo finalmente un lugar estratégico por su ubicación entre un gobierno del Perú, que tiene enormes afinidades con el gobierno de China y un gobierno de Colombia, que no oculta su desdén y enfrentamiento en todos los campos con el gobierno estadounidense.
En tercer lugar, se trata para los estadounidenses de recuperar las instalaciones militares y de inteligencia que tenían en dicho país, tomando en cuenta los dos eventos electorales muy importantes en Suramérica como son las próximas elecciones en Bolivia y Chile, donde van a buscar el apoyo al retorno de un gobierno afín a los postulados ideológicos de derecha que haga alianza con la Argentina de Javier Milei y buscar la forma de aprovechar el conflicto interno del partido boliviano Movimiento al Socialismo, cuya pugna interna, entre sus líderes fundamentales, puede llevar a situaciones absolutamente inesperadas, como ocurriese en el caótico gobierno de Jeanine Áñez, que puso a la izquierda boliviana en situaciones muy difíciles de persecuciones políticas y judiciales.
Por todo lo señalado anteriormente es sin duda la elección de Noboa una grave derrota para el Foro de Sao Paulo y por ello, la respuesta política de desconocer al presidente electo por parte de diversos gobiernos de la región, que no pueden aceptar esta derrota geopolítica, sin importar que se inicie un conflicto que termine de disolver el resto de las organizaciones existentes creadas para la integración como la misma Celac, que muy posiblemente va a implosionar cuando se comience esta lucha abierta de los gobiernos de izquierda que apoyan a China contra los gobiernos de derecha que apoyan a Estados Unidos.
Falta por unir a este cuadro otras variables que, sin duda, aparecerán como la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada trasnacional, que ha convertido a Ecuador en un campo de batalla y que debe ser comentado en otros espacios.