
No hay palabras que puedan aliviar el sentimiento de pesar que nos embarga ante el repentino tránsito a la eternidad de nuestra muy querida Mercedes Enriqueta López de Blanco —Checheta para la intimidad familiar y sus amigos cercanos—. A su garbosa figura, dilatada cultura y don de gentes, se añadirán esas excelsas cualidades morales, intelectuales y profesionales que siempre la distinguieron, así como también esa pasión venezolana fraguada en el ejemplo y en el recuerdo de su ilustre padre, el general en jefe y expresidente de la República Eleazar López Contreras —de él y de su madre, María Teresa Núñez Tovar, heredará Checheta esos principios y valores cristianos expresados en la conducta del buen ciudadano, en la cortesía del trato social y en el espíritu público, fragua de una determinación tan suya que la acompañará hasta el final de sus días: la indispensable alimentación y nutrición del pueblo venezolano, con énfasis en la suerte de los niños—. A todo esto, se añadirá su particular interés por la educación, tanto como sus notables contribuciones docentes —no en vano había decretado su padre en octubre de 1936, la creación del celebrado Instituto Pedagógico Nacional, impulsor y protector de una fecunda producción intelectual y humana, formando a hombres y a mujeres afirmativamente influyentes en la vida del país—.
Checheta había nacido en Maracay en 1935, pocos meses antes del ascenso de su insigne padre a la presidencia de la República —a partir de entonces y por obvias razones, el hogar doméstico será trasladado a la ciudad de Caracas—. Años después, la familia se establecerá en Nueva York, donde Checheta completará sus estudios de educación secundaria. Será en Nueva York donde la familia López Contreras estrechará lazos de afecto y de amistad perdurable con nuestra abuela Graciela Briceño Iragorry y sus hijos, un grato recuerdo que solíamos compartir y celebrar con Checheta en repetidas e inolvidables ocasiones. En 1967, obtendrá de la Universidad Central de Venezuela el título de Médico Cirujano, con mención Magna Cum Laude. Entre los años de 1969 y 1971, completará su formación académica en el Institute of Child Health, en el Great Ormond Street Hospital y en la Universidad de Londres —Royal College of Physicians y Royal College of Surgeons—, especializándose en Pediatría. Finalmente, en el año de 1986, concluirá sus estudios de doctorado en la Universidad del Zulia —su tesis de grado titulada “Evaluación del desarrollo del tejido muscular y adiposo en pre-escolares de los estratos altos de Caracas”, mereció no solo Mención Honorífica, sino además fue recomendada su publicación—.
La trayectoria profesional, académica, docente y de investigación de Checheta es sencillamente admirable —su producción intelectual queda consignada en enjundiosos trabajos que han sido merecedores de amplio reconocimiento dentro y fuera de Venezuela—. Se ha dicho con objetividad y merecimiento, que con esas investigaciones comenzó una nueva y fructífera etapa de la alimentación en Venezuela: la que condujo a una novedosa visión y acercamiento a los temas del crecimiento, el desarrollo y la madurez de niños y adolescentes y su evaluación nutricional —el estudio transversal llevado a efecto en Caracas, el longitudinal en su área metropolitana y el examen del crecimiento y desarrollo humano a lo largo y ancho del país, entre otros estimables alcances—. Sorprenden igualmente las considerables funciones y cargos ocupados en instituciones diversas dedicadas a la docencia, a la investigación y al desarrollo de conocimientos y experiencias relacionadas con la salud pública y la nutrición. En este último punto, queremos resaltar su apasionada contribución a la Fundación para la Alimentación y Nutrición “José María Bengoa”, una organización civil, sin fines de lucro y de carácter privado que funciona en Venezuela y en otros países del mundo, destacándose en la gestión de proyectos, programas, asesorías y asistencia técnica en tan relevantes materias. Y es que Checheta se erigió en las últimas décadas de su actuación profesional y hasta su postrer aliento, en verdadera conciencia de la nación venezolana en materia de alimentación y nutrición, sobre todo en lo que concierne a la suerte de los niños y su esencial importancia para el desarrollo, el bienestar y el futuro de la sociedad nacional. Tuvimos la suerte de conocer al erudito doctor Bengoa y de compartir repetidas veces con él y con Checheta en 1989, cuando coincidimos como frecuentes colaboradores en la Comisión de Seguridad Alimentaria del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa.
La doctora López de Blanco fue merecidamente admitida como Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela y a lo largo de su vida recibió numerosos reconocimientos y condecoraciones. Valga también la oportunidad para recordar y elogiar el trabajo de Checheta al frente de la Fundación Eleazar López Contreras. Uno de sus más importantes logros, ha sido la conservación y clasificación del archivo personal del presidente López Contreras, el verdadero artífice —a partir de 1936— de la transición a la democracia en Venezuela. Se trata de una recopilación de documentos de incalculable valor familiar e histórico.
Como corolario de estas breves y afectuosas anotaciones, reproducimos de seguidas un pensamiento de Checheta que la describe tal cual fue en cuanto le vimos hacer o decir siempre: “…Toda mi vida ha sido orientada para servir a Venezuela. Y para eso me preparé desde siempre, no lo hice conscientemente, pero así fue. Estoy segura de que en eso tuvo mucha influencia mi padre, pero igualmente mi madre, quien no sembró en nosotros rencor ni odio, y vivió el exilio trabajando para mantener la casa, con esperanza y optimismo de volver a la patria. He tratado de devolverle al país todo lo que me dio y, aunque adoro viajar y conocer el mundo, y me encantan las grandes ciudades como Nueva York y Londres (donde me siento como pez en el agua), la vida fuera de Venezuela para mi es inconcebible…”.
Honra insigne es para quien esto escribe, recordar en tan sentida ocasión, a una gran dama venezolana que siempre nos distinguió con su afecto familiar y el privilegio de su amistad.