Registramos a lo largo del siglo XX y continuamos en este complejo siglo XXI la presencia del populismo como ideología, práctica, retórica y realidad que no distingue ni derecha ni izquierda. Ciertamente, uno de los fenómenos recurrentes y que vuelve a tomar importancia en diversos ámbitos académicos, además de casos de estudio y experiencias cotidianas, y que ciertamente reiteramos, estuvo presente básicamente en nuestra América Latina en la segunda mitad del siglo XX, y que renace con fuerza en este siglo XXI, ya no sólo en nuestra América Latina sino en los Estados Unidos de Trump o algunas experiencias de Europa, es precisamente el populismo, por lo demás siempre nocivo.
Por tanto, el abordaje, análisis y estudio del populismo como ideología y práctica política recobra importancia, y en nuestros países su reemergencia coincide con la crisis y transformación de la política, básicamente con los problemas y distorsiones que manifiestan parte de sus actores políticos, especialmente los partidos nuevos y viejos.
Partimos de la premisa de que no hay golpes de Estado buenos y malos, como tampoco populismos buenos y malos. El populismo se ha convertido en una perversión que produce efectos, consecuencias y secuelas en toda América Latina, destaca y sobresale para mal nuestro, la experiencia y drama de Venezuela.
Sin excepción en lo que América Latina refiere la emergencia del populismo ocurre en contexto de crisis económicas, desarraigos y confrontaciones con los actores y modelos económicos y a la vez los populismos emergentes reproducen la crisis y sus aristas por las cuales llegaron al poder sin excepción. Son las experiencias históricas de países como Argentina, Bolivia, Ecuador, Brasil y Venezuela.
Los recientes y acreditados estudios e informes de entes como el Banco Mundial, Latinobarómetro, BID y otros describen y tabulan a fondo cifras reales que dejan claro que salvo excepciones, los regímenes populistas han reproducido el subdesarrollo, la corrupción, la pobreza y los males económicos y sociales a los gobiernos antecesores y tan cuestionados.
La corrupción se presenta como un rasgo notable, como una de las manifestaciones más lacerantes de la quiebra de principios y valores en la sociedad contemporánea y nunca olvidemos que no hay corrupción sin corruptores, y el populismo representa un notable caldo de cultivo en donde germina la corrupción. Recordemos en América Latina en estos últimos años el caso más emblemático de corrupción, la empresa brasileña Odebrecht, donde están implicados e incluso judicializados varios expresidentes y ministros. La única vacuna que medio puede controlar la corrupción es con educación, instituciones fuertes, procedimientos, nada de impunidad, empleo productivo y progreso humano, espiritual y material.
Una diversidad de autores han estudiado el fenómeno del populismo y su relación con la democracia y el populismo que es sin dudas ambigua y se alimentan de los mismos ingredientes. Destacan la soberanía popular, la evocación redentorista del pueblo, la subversión del orden y la propuesta de un nuevo orden más justo en favor de los desposeídos y clases marginales, nuevos textos constitucionales con la pretensión de ampliar derechos y crear una nueva arquitectura institucional, en la que paradójicamente se promueve la democracia directa y participativa, pero se agota o limita a movilizaciones inducidas y proselitismo, se concentra más el poder y recentraliza frente a la descentralización, dádivas, poderes y beneficios al estamento y sector militar en el caso venezolano.
Los venezolanos tenemos mucha tela que cortar por la presencia del populismo, que no es un fenómeno exclusivo de la quinta república y revolución bolivariana sino anterior. Sin embargo, se disponen de informes contentivos de tablas, datos, porcentajes, indicadores y estadísticos que muestran cómo se pasó en los últimos años de ser un país inmensamente rico a uno inmensamente pobre. Industrias que fueron modelo por su gestión, gerencia y productividad, entre ellas nuestra principal industria Pdvsa, las empresas básicas de Guayana Sidor, Alcasa, Venalum, Bauxilum, Ferrominera del Orinoco, por señalar algunas que en estos años retrocedieron cuando el populismo o la mala gerencia dominó frente a la meritocracia.
El país clama una recuperación en todos los órdenes. Sacrificios, disciplina, inversión, educación, empleo, valor agregado, rescatar la institucionalidad democrática, superar el caudillismo y militarismo, por supuesto la recuperación de las industrias y la economía, un gran acuerdo nacional y una nueva visión de desarrollo acorde con las potencialidades de Venezuela.