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Educación, amor y convivencia: oxigonio hacia otra sociedad

Por Ana Tivisay Orozco Guzmán Dilige et quod vis fac, frase de San Agustín para referirse al término amor, en cuanto a una de sus múltiples variantes. Cuando se ama no se hace el mal siempre que ese amor tenga temor de Dios y se desarrolle la virtud de la caridad, servir desinteresadamente a los […]
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Por Ana Tivisay Orozco Guzmán

Dilige et quod vis fac, frase de San Agustín para referirse al término amor, en cuanto a una de sus múltiples variantes. Cuando se ama no se hace el mal siempre que ese amor tenga temor de Dios y se desarrolle la virtud de la caridad, servir desinteresadamente a los demás. Como lo consideraba Platón el amor celeste, ese que produce el conocimiento y lleva al conocimiento, así pues, se podría decir que el amor es esa fuerza fundamental que nos impulsa a buscar el bien del otro y construir bases sólidas para sumar en la conservación de las buenas prácticas. Considerando que el amor es una virtud que nos permite amar lo que se debe amar, lo bueno, lo justo, lo cual hace parte de ese rol docente cuando se parte de la vocación, fuerza poderosa que nos impulsa a hallar el bien del prójimo, fundamental para vivir una vida plena llena de eudaimonía. Todo esto se traduce en acciones concretas para impulsar a los estudiantes a construir competencias de convivencia democráticas como el diálogo, la empatía y la resolución pacífica de conflictos a partir de la creación de ambientes de comprensión donde se sientan valorados y apreciados, motivo para aprender y crecer.

Ahora bien, se estaría proponiendo una regeneración del pensar como una nueva forma de entender el pensamiento humano, que busca trascender la fragmentación entre las ciencias humanas. Porque la educación del siglo XXI requiere de una integración holística del pensamiento, la filosofía y la práctica educativa para formar individuos críticos y reflexivos, ya que la injusticia y la desigualdad contemporáneas; verbigracia, pobreza, guerra, corrupción y crisis ambiental actúan en el pensar incentivando la animadversión en los individuos. 

Es hora de que desde el poder se priorice el desarrollo de los pueblos y se hable de una integración de políticas públicas que realmente beneficien a la sociedad, pero, ¿cómo podemos hablar de convivencia en lo estudiantes, si desde los líderes se sigue hablando de educación de izquierda y educación de derecha?, es como si se estuviera creando una grieta entre nosotros. Sería importante que trabajaran unánimes para que nuestros jóvenes crezcan en un entorno de respeto y tolerancia, así pues, es hora de que desde el poder se dé un ejemplo de integración y desarrollo y no de división. Por ello, resulta relevante observar que los seres humanos tienen un cerebro conformado por dos hemisferios, lo cual permite procesar la información y generar pensamientos de manera profunda, reflexionando y reaccionando ante los factores exógenos y de esta manera a través de la escritura, la pintura, la música, la poesía, se interactúa con el mundo creando conexiones efectivas con los demás, porque estas, bien llamadas, texturas del pensamiento buscan un bienestar colectivo. 

En este sentido, pensar desde la sindéresis genera la renovación y transformación del pensamiento humano para crear un impacto positivo en la sociedad. Si el pensamiento humano tiene un origen biológico, es decir, que está relacionado con la estructura y el funcionamiento del cerebro humano; entonces, debemos valorar que las teorías sobre el espacio cognitivo deben reconocer que el pensamiento trasciende lo meramente físico y, por ende, abarcar dimensiones espirituales, emocionales, culturales y cosmológicas que configuran la totalidad del ser humano. De este modo, la forma en que los individuos piensan y conviven está estrechamente relacionada con la forma en que regeneran su pensamiento.

Por otro lado, la convivencia se enriquece cuando las personas comparten sentidos comunes, creando una conexión afectiva y personal entre ellas, desarrollando que la vivencia sea una experiencia de vivir algo de manera directa, donde lo aprehendido y lo vivido aunque intenten ser una misma cosa; son diferentes, complementarios. En esta perspectiva, denota que la vivencia y el sentimiento están íntimamente ligados, por lo que los sentimientos son la respuesta emocional y subjetiva a las experiencias y sensaciones que se viven en la convivencia. 

Estas características sugieren que el estudio científico de la vivencia y el sentimiento pueden proporcionar una comprensión más profunda de los patrones y tendencias que se producen en la convivencia, lo que a su vez nos permite alcanzar un saber más profundo y completo sobre la naturaleza de la realidad y la condición humana. Así, el estudio científico de la vivencia y el sentimiento puede ser visto como un camino hacia el saber, con el fin de comprender mejor la realidad y la condición humana. Esto implica una reflexión sobre los fines y objetivos de la educación, específicamente en el contexto de las situaciones de convivencia, donde se busca desarrollar habilidades y competencias que permitan a los individuos interactuar de manera efectiva y respetuosa con los demás y resolver conflictos de manera constructiva. Esto entraña regenerar el pensamiento, cuestionar las estructuras mentales existentes y desarrollar nuevas perspectivas y enfoques para abordar los desafíos y conflictos que se presentan en la convivencia.

La necesidad de trabajar en construir convivencia en educación requiere una profunda reflexión sobre la forma en que pensamos y nos relacionamos en sociedad. Requiere ir más allá de la superficie y explorar las estructuras del pensamiento, sus contradicciones y convergencias para entender cómo podemos forjar un nuevo paradigma que se centre en la esencia humana y se manifieste en las relaciones interpersonales, por ejemplo, imagina que estás en un laberinto de espejos donde cada reflejo muestra una versión diferente de ti mismo. Cada espejo representa una forma de pensar, una perspectiva, una interpretación del mundo. Pero, ¿cuál es el reflejo verdadero?, ¿cuál es la esencia del ser humano que se esconde detrás de todas estas imágenes? La regeneración en el pensar implica cuestionar las estructuras mentales que hemos heredado, las que nos han enseñado a ver el mundo de una manera determinada. Implica explorar las contradicciones, las paradojas y las ambigüedades que se esconden detrás de nuestras creencias y valores.

Para crear un nuevo pensamiento, donde haya conexión entre la educación, el amor y la convivencia, tenemos que entender los sentimientos de la fenomenología, los cuales se centran en la experiencia subjetiva. Esto significa volver a la experiencia vivida, a la forma en que experimentan el mundo y se relacionan con los demás, sin preconcepciones ni teorías previas. Así, llegamos hacia un estadio de regenerar el pensar dejando de lado las ideas preconcebidas y las teorías sólo en marcos dogmáticos, y concentrarnos en la experiencia directa y vivida. Dicho de otro modo, se trata de volver a la raíz de la experiencia humana, a la forma en que sienten, perciben y experimentan la realidad, sin la influencia de las ideas preconcebidas o teorías previas. Esto conlleva una especie de vuelta a la realidad, una vuelta a la experiencia directa y vivida, sin la mediación de conceptos, se trata de experimentar el mundo de manera auténtica y directa sin suposiciones.

En el contexto de la educación, del amor y la convivencia, semejante fenomenología requiere enfocarse en la experiencia vivida de los individuos y las comunidades, y profundizar en cómo se relacionan con el mundo y con los demás. Cuando alguien tiene una visión clara de lo que quiere lograr y se esfuerza por alcanzarla, lleva dentro de sí la capacidad de superar la mediocridad y alcanzar la excelencia. Las personas que tienen una gran imaginación y se sienten atraídas por ideales y objetivos elevados, son un grupo especial dentro de la humanidad. Estas personas son idealistas, es decir, tienen una fuerte conexión emocional con sus ideales y objetivos. El ideal es una fuerza que impulsa a la persona a buscar la perfección y la excelencia. Desde este punto de vista, las texturas del pensamiento pueden ser vistas como una forma de potenciar esta búsqueda permitiéndoles un pensamiento más reflexivo y analítico, esto ayudaría a las personas a explorar y expresar sus propias subjetividades, lo que llevaría a una mayor comprensión y respeto hacia las perspectivas y experiencias de los otros.

La escritura, la pintura, la música y la poesía, puede tener un impacto positivo en la convivencia. Al cultivar la creatividad y la expresión personal, las personas pueden desarrollar una mayor empatía y comprensión hacia los demás. Esto se ve potenciado por el ideal, que actúa como una fuerza que impulsa a la persona a buscar la perfección y la excelencia. De esta forma las texturas del pensamiento pueden ser vistas como motor para trabajar en la mejora de nuestro comportamiento en el vivir, fomentando la escucha activa, la tolerancia y el respeto.

Los ideales son formaciones naturales que surgen cuando la imaginación puede anticiparse a la experiencia, y contribuyen significativamente a la convivencia al establecer metas y objetivos que guían nuestras acciones y decisiones. Permiten crear un ambiente más armonioso y respetuoso, donde las personas pueden crecer y desarrollarse de manera positiva. Si bien los ideales pueden inspirar a las personas a trabajar hacia una convivencia más armoniosa, es fundamental considerar como las costumbres y las leyes pueden fijar derechos y deberes comunes para todos los hombres, creando una apariencia de igualdad y justicia. Sin embargo, esta igualdad es solo superficial, ya que la naturaleza humana es inherentemente desigual. Al igual que las olas que erizan la superficie de un océano, los seres humanos son únicos y diferentes, con sus propias características y circunstancias que los hacen desiguales.

La convivencia es un tema complejo que requiere tener en cuenta la desigualdad inherente ante la naturaleza humana. Aceptar esta desigualdad es fundamental para deconstruir una convivencia armónica, dado que pretender que todas las personas sean iguales o se comporten de la misma manera, se pueden generar expectativas irreales y frustración. Por lo tanto, la educación y la empatía son clave para enseñar a las personas a respetar y valorar las diferencias, y a entender que la desigualdad es una condición natural de la humanidad.

La educación puede ser una herramienta poderosa para moldear las texturas del pensamiento y promover un comportamiento adecuado en la sociedad. Desde temprana edad, es fundamental enseñar a los individuos a pensar de manera crítica y reflexiva, a valorar la diversidad y a respetar las diferencias. Al educar a las personas para que sean más empáticas y tolerantes, se puede contribuir a la formación de ciudadanos con una mayor sensibilidad hacia las necesidades y perspectivas en su entorno social. En este marco, la búsqueda de un ideal que importe y motive se vuelve indispensable para vivir de manera plena. La vida tiene valor por el uso que hacemos de ella y por las obras que realizamos, y no solo por la cantidad de años que vivimos. 

Así, es prioritario que las personas desarrollen habilidades para gestionar conflictos de manera efectiva y fomentar ámbitos de diálogo. La consecución de este ideal requiere un enfoque sistemático y sostenido: especificar objetivos claros y específicos, y diseñar estrategias y planes de acción para alcanzarlos, poner en práctica y evaluar su efectividad de manera regular, identificar áreas de mejora y ajustar las estrategias y planes de acción según sea necesario, asegurarse de que el esfuerzo sea sostenido y continuo, y no solo un esfuerzo aislado, que implique la reflexión crítica y la acción colectiva. Educación, amor y convivencia: oxigonio hacia otra sociedad.

Referencias

Ferrater, J (2017). Diccionario de Filosofía. 3° Edición. 1951. I tomo de 1047 páginas. Sudamericana. Versión electrónica en formato PDF

Ingenieros, J. (1997). El hombre mediocre. Panamericana

Vivas, J. (2016). La regeneración del pensar y las texturas del pensamiento generadas por la epistemología de la trans-onto-complejidad: Una interpelación hermenéutica como aporte desde las ciencias de la educación. Ápeiron

 

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