
Corea del Sur ha alcanzado un hito sorprendente: recicla el 97% de sus residuos alimentarios, una cifra que lo coloca entre los países más eficientes del mundo en la gestión de desechos. Este logro no ha sido casual, sino el resultado de décadas de políticas innovadoras, inversión en tecnología y una intensa campaña de concienciación ciudadana.
Lo más destacado es su sistema de "pago por peso": los hogares surcoreanos deben pagar según la cantidad de restos de comida que desechan. Esto se controla a través de contenedores inteligentes que pesan la basura orgánica y cargan automáticamente el importe correspondiente a una tarjeta del ciudadano. Además, en muchas zonas urbanas ya no está permitido tirar los residuos de comida mezclados con otra basura. Esto no solo ha reducido drásticamente el volumen de desechos, sino que ha modificado el comportamiento de la gente, que ahora se lo piensa dos veces antes de desperdiciar alimentos.
Los residuos recolectados son tratados para convertirse en abono, biogás e incluso comida para animales, evitando que terminen en vertederos o incineradoras, prácticas que contribuyen al cambio climático. Desde 2005, está prohibido en Corea del Sur tirar comida a los vertederos, una política que podría parecer drástica, pero que ha dado resultados impresionantes.
¿Y si España adoptara este modelo?
España se enfrenta a un reto considerable: cada año se desperdician alrededor de 1.300 millones de kilos de alimentos, según datos del Ministerio de Agricultura. Aunque existen campañas para fomentar el consumo responsable y algunas ciudades han empezado a mejorar la recogida selectiva de residuos orgánicos, el reciclaje de restos de comida aún está lejos de alcanzar niveles óptimos.
El modelo surcoreano podría servir de inspiración para avanzar hacia una economía circular más efectiva. Implementar un sistema similar de “pago por peso” —adaptado a las realidades locales— no solo fomentaría el ahorro de alimentos, sino que también aliviaría la presión sobre los vertederos, reduciría emisiones y generaría nuevos empleos en el sector del reciclaje.
¿Y en Venezuela, es viable algo así?
En Venezuela, el escenario es muy diferente, pero no menos urgente. La crisis económica y estructural ha afectado profundamente los servicios públicos, incluida la recolección y tratamiento de residuos, que en muchas regiones es irregular o inexistente. A esto se suma la falta de recursos y tecnología adecuada para el reciclaje.
Sin embargo, precisamente por estas dificultades, mirar hacia modelos exitosos como el surcoreano puede abrir puertas a soluciones adaptadas a nivel comunitario. Por ejemplo, iniciativas de compostaje local, educación ambiental en barrios y escuelas, o alianzas con ONGs y empresas para recuperar y reutilizar alimentos podrían ser un primer paso hacia una transformación más amplia.
Además, en un país donde el desperdicio de comida contrasta duramente con la inseguridad alimentaria que padecen millones de personas, reducir los residuos podría tener un impacto social aún más fuerte.
Un modelo global con lecciones locales
El caso de Corea del Sur nos recuerda que una buena gestión de los residuos no es solo una cuestión técnica, sino también cultural. La clave de su éxito ha sido una combinación de políticas públicas firmes, innovación tecnológica y, sobre todo, la implicación de los ciudadanos, que entienden que el manejo de la basura también es responsabilidad de cada uno.
España, con su capacidad institucional, y Venezuela, con su necesidad urgente de soluciones creativas y sostenibles, podrían tomar caminos distintos pero igualmente inspirados por este modelo.
Especialmente en días simbólicos como el Día de la Tierra, es fundamental repensar cómo nuestras acciones cotidianas pueden ayudar a construir un futuro más limpio y justo.
El desafío es común: reducir el desperdicio de alimentos, cuidar el planeta y mejorar la calidad de vida. Y Corea del Sur ha demostrado que sí se puede.
Ambiente: Situación y retos es un espacio de El Nacional coordinado por Pablo Kaplún Hirsz
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