
La IX Cumbre de la Celac que se desarrolló en Honduras no podía terminar de otra forma: dividida por las posiciones ideológicas, sin objetivos claros frente a la remetida arancelaria del presidente Trump, pero con muestra de esa viveza criolla típica de los latinoamericanos pocos transparentes. La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, a fin de poder presentar algún avance positivo, cerraba a toda carrera el evento proclamando consenso, cerrando el micrófono para tratar de que no se oyera el desmentido que Argentina y Paraguay a gritos hacían para ser oídos, a la que se unió Nicaragua, de que no estaban de acuerdo, por lo tanto, no había la bendita unanimidad en la Resolución final que el sector de izquierda intentaba dar a entender a la opinión nacional e internacional.
Esta cita de la Celac estuvo ambientada en unas circunstancias políticas, económicas y sociales adversa, fragmentada y sin una estrategia común frente a la nueva política exterior de migración y arancelaria de Trump que aplica 10% a la mayoría de los países del hemisferio, salvo Venezuela 15%, Nicaragua 18% y curiosamente Guyana con 38%, además de una política de deportaciones masivas que afectan al continente y la declaración de Trump de terrorista a las bandas del narcotráfico con señalamiento a determinados gobiernos de la región, incluido el país sede. Como si todo esto fuera poco una manifiesta división ideológica entre la izquierda progresista y la derecha liberal, entre “regímenes democráticos autocráticos” y “regímenes autocráticos democráticos” que se disputan el rumbo del continente y, como si todo esto no fuera suficiente, unas relaciones complicadas con el gobierno de los Estados Unidos.
Lo que presenciamos en la Celac fue más de lo mismo, mucha retórica y ataques al norte, pero ninguna solución, ni siquiera planteamientos frente a las propuestas de Trump, lo que ha demostrado una falta de estrategia de la región frente a las nuevas presiones económicas y las masivas deportaciones de migrantes. Mientras los mandatarios de todo el mundo se reúnen para ver cómo actuar frente a los nuevos retos económicos y comerciales, los latinoamericanos se reúnen para simular gritar contra un Trump imperialista mientras muchos de ellos negocian calladitos e individuales con el gobierno estadounidense. ¡Una verdadera tragedia!
El texto de la Declaración de Tegucigalpa, sin duda alguna, es un canto a la contradicción pues manifiesta apoyar “la democracia, el Estado de Derecho y la protección y promoción de los derechos humanos” cuando en sus propios países no se respetan los resultados electorales y entre sus miembros se encuentran regímenes que violan los derechos políticos y humanos impunemente como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela, a menos que en la Celac se haya convenido que estos gobiernos son democráticos y defensores de los derechos humanos. ¡Eso sería harina de otro costal!
También fue muy curioso y sarcástico oír a la representación cubana denunciar el arresto de los inmigrantes por parte de las autoridades norteamericanas “sin respeto al debido proceso, sin demostración de culpabilidad y en condiciones duramente represivas”, como si ellos fueran tan respetuosos de los derechos humanos y no hicieran los mismo y mucho peor, en su país y las cárceles no estuvieran repletas de ciudadanos cubanos, maltratados y golpeados, que disienten de ellos.
Es importante resaltar que, a diferencia de la OEA, las resoluciones de la Celac no son vinculantes, su presupuesto es un chichero y no tiene Secretaría Permanente. La Secretaría de esta organización es rotativa y ahora le tocó a Colombia, cuya relación con el norte no está en su mejor momento y cuyas opiniones en el evento fueron las más duras.
A diferencia de la Cumbre de enero de 2023 en Argentina, donde se criticó la participación de Venezuela, Cuba y Nicaragua debido a preocupaciones sobre su compromiso con la democracia y los derechos humanos, en esta ocasión, irónicamente solo se hizo un llamado al boleo, al respaldo a las democracias y a los derechos humanos.
La Reunión de la Celac en Honduras no se produjo en el mejor de los momentos y con una participación fundamentalmente de mandatarios de izquierda, con una actitud crítica y antiimperialista contra el gobierno del presidente Trump. Gobierno éste, que está en medio del desarrollo de un juego geoestratégico global, intentando frenar el avance estratégico-militar de China, especialmente en rutas claves como el Canal de Panamá y la ruta Ártica. Cuando realmente mire a América Latina unos despotricarán y otros lo bendecirán.
Lo cierto es que el gobierno de Estados Unidos no le dio ninguna importancia a esta Cumbre de la Celac en Honduras, hasta el extremo de que ni una opinión emitió al respecto. Fue como si no existió, tal vez por aquello de los discursos de los alter egos que ya consideran demasiado trillado, sin sustancia y vacíos por los intereses políticos e ideológicos individuales que se anteponen a los intereses nacionales y regionales y, por lo tanto, al bienestar de la gente.
Definitivamente, desperdiciaron la oportunidad de construir una respuesta unitaria contra la arremetida arancelaria y migratoria del gobierno americano hacia la región. Lamentablemente la Reunión de la Celac terminó como siempre, con una elevada retórica vacía, egos blandiendo espadas alzadas al vacío peleando con molinos de viento y sin objetivos definidos que permitieran defender al ciudadano latinoamericano contra la política migratoria y arancelaria del norte y menos, el intentar incorporarse al nuevo juego geoestratégico global.