
Debe haber sido finales de 1972 o comienzos de 1973. Andaba yo por las calles del centro de Caracas y llegué a la esquina de Aserradero, en las cercanías del liceo Fermín Toro. Allí estaba el edificio Junín, sede de Radio Rumbos y en su planta baja funcionaba el cine de igual nombre.
El día al que me refiero, un poco antes de mediodía, llegué y encontré una fila inmensa frente a la taquilla de la sala. Leí con grandes letras rojas en la marquesina: “Nuestra Cosa Latina”. Le pregunté a uno de los que esperaba de qué se trataba esa película, y su respuesta fue: “¡La vaina más sabrosa que se ha hecho en el mundo! Esta es la cuarta vez que la vengo a ver, en verdad debe ser la doce porque como aquí es sesión continua... Eso sí, no vayas a entrar a mitad, así no tiene gracia, espérate a las 12:30 que empieza.” Por supuesto, me puse en la cola.
Eran días en que lo más tropical que uno escuchaba era a Carlos Santana. Él, con “Samba pa' ti” había comenzado a abrir un espacio entre una muchachada que vivíamos deslumbrados con Pink Floyd, Chicago, Rolling Stones, y detengamos el conteo.
Tal como me había dicho el que esperaba a la entrada, entré a la hora sugerida y me sumergí en la butaca de la cual me levanté luego de verla tres veces seguidas. El inicio sobre una azotea neoyorquina donde un grupo de niños juega y empieza a oírse un resonar de unos tambores lejanos que va in crescendo nunca la he olvidado. Después un niño va corriendo por las calles, mostrando la dureza del entorno latino en Harlem, hasta llegar donde un grupo de niños y adolescentes encaramados en un andamio están tocando toda clase de instrumentos y objetos que producen ritmo es sublime. Luego estas imágenes se funden a un primer plano de las manos de Ray Barretto tocando las congas y entran Las Estrellas de Fania con su canción introductoria, en la que Héctor Lavoe entona las primeras estrofas.
Salí alucinado y reconciliado con mis raíces. Entendí que aquella “Vaca Vieja” de Billo's de mi niñez era infinitamente más mía que "Rocket Man" de Elton John. Salí sabiendo que Los Dementes, La Sonora Matancera y Tito Rodríguez habían dado forma a mi felicidad mucho antes que Alice Cooper, Led Zeppelin y Carole King.
Fue una epifanía para mis gustos musicales, tuve que aprender a conciliarlos todos, y entender que no había conflictos entre las grandes orquestas de Benny Moré y Glenn Miller. También que Nabucco estaba al mismo nivel de la riqueza rítmica de Pérez Prado. Comenzó una búsqueda obsesiva de excelencia y ritmo, de lo que me gustaba por su calidad, pero también de lo que me sacudía y hacía vibrar al escuchar a Daniel Santos o a Pedro Infante.
Uno con los que más comencé a sintonizar fue con Ray Barretto. Por supuesto que su maridaje con el jazz tuvo un rol importante. Dentro de las muchas piezas que oí hasta el cansancio del “Manos Duras”, como le llamaban, estaba “La hipocresía y la falsedad”.
El piano de Louis Cruz marca una entrada a la que rápidamente se suman Barretto, los metales de Roberto Rodríguez y Papy Román, para luego entrar un coro que entonaba: “La hipocresía y la falsedad / al fin se descubrirán. / Este consejo te voy a dar / traición trae la soledad”. Al siguiente compás entraba la voz inconfundible de Adalberto Santiago: “Hablando de la traición / si sigues ese camino / fallar será tu destino / triste y sin compasión.”
No puedo dejar de evocar esta canción cuando leo y oigo a una sarta de mequetrefes clamando por la participación en las “elecciones” regionales que con tanto afán la dictadura anda convocando.
A ver, manada de ignorantes, practicantes y confesos, militantes inagotables de la estupidez, si no fueron acatados los resultados de las elecciones presidenciales del año pasado ¿por qué serán autorizados los de ahora? Luego claman exigiendo sumisión al oficio político, cuando dan sobradas demostraciones de prestarse a toda clase de zanganerías con tal de mantener sus mezquinas cuotas de gobierno.
No hay participación posible en unos comicios que solo legitiman al tropel de hampones que se han robado el control del poder en Venezuela; banda a la que ahora pujan por integrarse los mal llamados “dirigentes” de una oposición que nunca han hecho suya.
© Alfredo Cedeño
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