Apóyanos

Abstracta y oscura

Salvo mejor opinión el espionaje como género literario nace con el siglo veinte con dos novelas de dos escritores gigantes. El Kim de Rudyard Kipling, en 1901, tenía a las tensiones entre la Rusia zarista y la Inglaterra victoriana como telón de fondo de una historia de lealtades y dudas. Seis años más tarde El […]
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Salvo mejor opinión el espionaje como género literario nace con el siglo veinte con dos novelas de dos escritores gigantes. El Kim de Rudyard Kipling, en 1901, tenía a las tensiones entre la Rusia zarista y la Inglaterra victoriana como telón de fondo de una historia de lealtades y dudas. Seis años más tarde El agente secreto de Joseph Conrad hacía de los anarquistas los villanos de una trama que también hablaba –como no hacerlo– de la lealtad al imperio. Ambas serían llevadas al cine con felicidad: la primera en 1950 por Víctor Saville, la segunda con brillantez y bajo el título Sabotaje por Alfred Hitchcock en 1936. Lo interesante es que las dos novelas prefiguran las dos tendencias que el género adoptará a lo largo del siglo.  La primera, abstracta, cerebral y fría hablará de los seres que entre tinieblas digitan las voluntades de sus reclutas y antagonistas. El anverso de un tapiz cuya cara verdadera y operativa se verá en las de los espías en el terreno. John Le Carre, con sus personajes humanos, torturados siempre al filo de lo moralmente aceptable será una buena prolongación de una de las tendencias. El frívolo Ian Fleming hará de James Bond un detestable “bon vivant” que siempre se sale con la suya en un mundo en el que solo cuenta la acción y la viveza. En todo caso, el género en el cine, ha sabido aprovechar las tensiones geopolíticas del momento (la Alemania nazi, la guerra fría, el deshielo post soviético) para aggiornar sus tramas y sobrevivir a los tiempos históricos. Los ingleses siguen teniendo un derecho de posesión del género, por haberlo inventado pero además porque la traición flagrante del círculo de Cambridge en los sesenta sigue agitando las aguas. La realidad confirmó con el escándalo de otro Kim –el Philby real– que  hay un tema que subyace en todas y cada una de las entregas literarias o cinematográficas. El objeto moral último en torno al cual rotan todas las tramas es la lealtad. Con un reparo. La lealtad es polimorfa y se adapta a los países, los amigos o la pareja. El cine de espías es siempre un cine moral o político. O ambos.

Black bag, traducida como Código negro, alude a las operaciones encubiertas las cuales, por su propia naturaleza solo muestran la punta del iceberg: sus resultados o sus daños colaterales. La premisa es sencilla y se nos presenta en la primera escena. En una comunidad cerrada de cinco miembros que conforman una unidad de inteligencia hay un traidor. Uno de los cinco, el insospechable, es encargado por el jefe de descubrirlo y neutralizarlo. Pero una precaución se impone. El traidor puede ser la esposa del espía que lleva la investigación. (Parece original pero no lo es, en 1969, Anthony Harvey, doble agente, recibía la orden de neutralizar a su otro yo soviético en Requiem por un dandy). En todo caso, y dado que el grupo incluye espías, asesinos a sueldo, operativos y una sicóloga, cada uno con sus cargas existenciales a cuesta, la tarea es eminentemente sicológica. El culpable es mucho menos aquel al cual se le compruebe un hecho, que aquel que demuestre una debilidad que lo haga traidor. Por supuesto que la trama, que no conviene revelar, transcurre entre charlas, zancadillas y claroscuros a los cuales rinde homenaje una  fotografía invernal, ominosa y nocturna. La acción, escasa, transcurre siempre en la noche, entre la nieve o en arroyos oscuros en los cuales el protagonista usa la pesca como excusa y como metáfora. Porque junto con la posibilidad de la traición, la trama abunda en su inmediato antecesor, consustancial a la contrainteligencia: la duda permanente, obsesiva, cartesianamente metódica de todo y de todos. Es un filme deliberadamente lento y afortunadamente breve (93 minutos) dirigido por el prolífico y todo terreno Steven Soderbergh. Un homenaje a la abstracción como método para el género.

Código negro. EE UU, 2025. Director Steven Soderbergh. Con Michael Fassbender, Cate Blanchett, Tom Burke.

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