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Un nuevo secretario general para un maltrecho elefante blanco

Mañana lunes 10 de marzo, salvo que surjan imprevistos, la OEA procederá a elegir un nuevo secretario general. Este proceso se da tras dos períodos de gestión de Luis Almagro, quien ha generado un revolcón en la dinámica de este organismo internacional, a extremos que, por su gestión en esta década, la OEA no solo […]
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Albert Ramdin, ministro de Relaciones Exteriores de Surinam, se perfila como el próximo secretario general de la OEA

Mañana lunes 10 de marzo, salvo que surjan imprevistos, la OEA procederá a elegir un nuevo secretario general. Este proceso se da tras dos períodos de gestión de Luis Almagro, quien ha generado un revolcón en la dinámica de este organismo internacional, a extremos que, por su gestión en esta década, la OEA no solo ha perdido gran parte de su relevancia y efectividad en el continente, sino que su desatino político lo ha llevado a abrir la puerta por primera vez, desde su creación, a que un caribeño dirija el ente nacido hispanoamericano.

El organismo, que originalmente fue concebido como un foro neutral para abordar problemáticas comunes de América Hispana, ha sido criticado por su creciente injerencia en los asuntos internos de los países miembros. Esto ha comprometido su finalidad como espacio político para tratar temas fundamentales como la defensa de los derechos humanos, el desarrollo económico y social, la lucha contra la pobreza, la corrupción, la seguridad hemisférica, y, sobre todo, la promoción y defensa de la democracia y la observación electoral, tal como lo establece la Carta Fundacional de la OEA. Lamentablemente, esta última ha demostrado ser ineficaz por su indebida ejecución, generando resultados contrarios a sus objetivos originales y generando fricciones y divisiones políticas.

No podemos negar que Almagro fue un gran defensor de la democracia y los derechos humanos en el continente y ha desplegado una efectiva observación electoral, lo que se le cuestiona es la forma, que en muchos casos estuvo reñida con el respeto a la soberanía y la autodeterminación, al mismo tiempo, que en muchas oportunidades olvidaba que no era un actor político sino el secretario general de un organismo internacional conformado por Estados que son, a fin de cuenta, a los que les corresponde tomar decisiones políticas y es al secretario general al que le concierne ejecutarlas y viabilizarlas. Este accionar político de Almagro generó confrontaciones, profundizó diferencias y divisiones en lugar de armonizar y construir consensos.

La Organización de los Estados Americanos (OEA) ha atravesado diversas etapas a lo largo de su historia, desde su papel en la defensa de los sistemas políticos democráticos y la búsqueda de soluciones a problemas comunes, hasta momentos de inactividad o acciones inoportunas que han afectado negativamente los objetivos del organismo.

Sin embargo, en los últimos dos periodos de Almagro se ha profundizado la crisis que heredara de José Miguel Insulza, erosionando aún más los principios fundamentales de la OEA y profundizando las divisiones que han alcanzado niveles preocupantes y que lo hemos visto reflejar en esta elección del secretario general. Sin duda alguna, esta circunstancia es aprovechada por el Caribe, que con actitud socarrona veía el desastre de nuestra desunión profundizada por las diferencias políticas y de sistemas, dando un paso adelante con la certitud de que el candidato del Caribe asumirá la dirección del bochinche hispanoamericano, por primera vez, del organismo tradicionalmente vinculado al mundo hispanohablante.

Este hecho no solo refleja el estado crítico en el que se encuentra la OEA, sino también las profundas fracturas que afectan a nuestros países en la región. Es un mensaje contundente que trasciende nuestras fronteras, enviando una inquietante señal no solo a Estados Unidos en la nueva "Era Dorada de Trump”, sino también al resto del mundo.

Por cierto, el bloque hispano en ningún momento ha percibido al Caribe desde una perspectiva discriminatoria o racista. Sin embargo, sí siente la percepción inversa hacia el mundo hispanohablante, esperando que éste no se refleje en el organismo. Esto tal vez no se debe a prejuicios, sino a las diferencias en los valores que representan ambos bloques, lo que ha dificultado una integración auténtica que, por lo visto, ideológicamente se encamina a resolver.

Las diferencias entre ambos bloques en problemas políticos fundamentales en la OEA se suelen expresar en posturas políticas que divergentes, cuando no, en muchos casos orientados por una amistad y cooperación profunda con el régimen cubano, salvo en situaciones relacionadas con la recepción de cooperación por parte de nuestros países, que consideran “burros cargados con plata”. Es fundamental reflexionar sobre estas dinámicas para avanzar hacia una relación menos pragmática, más equitativa y de mayor entendimiento mutuo.

La realidad política, hoy más que nunca, se impone en la OEA con la elección del surinamés Albert Ramdin, que con su bloque de 14 votos del Caribe, la sombra china, la mano cubana y la declaración conjunta de apoyo emitida por los 5 países de tendencia izquierdista de América Latina (Colombia, Chile, Bolivia, Brasil y Uruguay) terminan por garantizar su elección como el nuevo secretario general de la OEA, sin contar además con el voto seguramente favorable de Canadá que mantiene excelentes relaciones de cooperación con el Caribe, México con el Acuerdo de Puebla y la Honduras de Zelaya, lo que será seguido del resto de países que le gusta jugar a ganador y por lo cual el candidato paraguayo retiró su candidatura, con lo cual dicho organismo toma un camino distinto del esperado por la nueva administración americana que dará cuenta, quizás con presupuestos recortados dirigidos a la asfixia o arrodillarse (el bloque Caribe solo aporta 0,8% del presupuesto del organismo) ante quien paga su funcionamiento y la utilidad a sus objetivos políticos, que seguramente serán distintos de quienes lo dirigirán. No le quedará más remedio a la nueva gestión del organismo… ¡O corre o se encarama!

Esperemos que la elección del nuevo secretario general, Albert Ramdin, marque un punto de inflexión y permita recuperar el propósito esencial de la OEA como un verdadero instrumento de acción política, integración y cooperación para enfrentar los desafíos comunes de nuestra región, sobre todo, que trabaje en conjunto con el Consejo Permanente y que actúe como una fuerza unificadora y constructora de consensos. ¡Que no nos sorprenda si vemos a Venezuela reincorporarse a la OEA!

 

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