
Soul of a Nation es el nuevo documental de Jonathan Jakubowicz sobre el conflicto entre Israel y Palestina tras los cruentos ataques terroristas de 2023, según la perspectiva más autoral del director, pasando de la tercera a la primera persona, mediante una sentida locución en off.
La primera gran película venezolana de la diáspora que he visto en el año y es un documental, como otros que vienen en camino.
El cineasta venezolano profundiza en una investigación dedicada a la cuestión judía, que lo inspiró desde su primer documental, Barcos de la esperanza, hasta su más reciente ficción, Resistencia.
Con Jonathan pude debutar precisamente en la creación documental, al brindarnos la oportunidad de trabajar en el equipo de producción de Barcos de la esperanza.
A partir de entonces nos une una larga amistad, que se ha visto interrumpida físicamente por la distancia, pues tuvo que abandonar el país por ser víctima de la intolerancia y cacería de brujas, a raíz del éxito de Secuestro express.
En efecto, Soul of a Nation cuenta parte del relato del realizador, como hijo de sobrevivientes del Holocausto y un venezolano que debió emigrar para salvar su vida.
La película de no ficción establece un paralelismo entre el conflicto de Israel con el mundo árabe, y nuestra nación fragmentada por 25 años de una revolución fallida.
Además, el largometraje desafía cualquier prejuicio y concepto que circula en los medios tradicionales, proponiéndonos un discurso poliédrico, donde se entrevistan a una cantidad impresionante de voceros de todos los ámbitos sociales, culturales, raciales y políticos.
Por tanto, comprendemos que hay una crisis no solo de la izquierda en el país, sino de la derecha y que la principal víctima de la polarización es la nación, como en Venezuela, por la falta de una visión de conjunto que permita exorcizar a los demonios de la intolerancia, en pos del bienestar común y del planeta. En defensa de la democracia.
No en balde, la cinta culmina con una visión del mundo, en su galaxia, en su atmósfera cósmica, que nos interpela para superar nuestras barreras y diferencias, en pro del rescate de una especie humana que sufre por guerras, terrorismos y manipulaciones de viejas intolerancias.
La edición del material es increíble, lo mismo que la rigurosidad en el trabajo de campo.
Jonathan sale a la calle, para registrar testimonios de protestantes y líderes de todas las toldas, como un Pino Solanas en Memorias del saqueo.
Considero que se trata del mejor documental de Jonathan, uno que lo expone en su lugar de padre y esposo, bajo la compañía creativa de Claudine Jakubowicz, quien aparece a su lado y figura como productora.
Una llave que fortalece el desarrollo del proyecto, que lo consolida y que lo refresca en términos de tratamiento audiovisual.
Ojalá Soul of a Nation pueda verse en Venezuela, que nos llegue a través de un festival o una plataforma en un futuro cercano.
Se trata de un documental logrado que supera la visión reduccionista de varios de los maestros de Jonathan, de algunos de los que tocaron el tema en el pasado, como Oliver Stone en Persona Non Grata.
Soul of a Nation es más complejo, más tridimensional y más conseguido en sus formas, al tiempo que refrenda el buen sentido del humor que tiene Jonathan, su lado más optimista y cercano, de aquel estudiante de la Universidad Central que quería llegar lejos y que alcanzó su sueño, siendo fiel a sus principios.
Es un gusto testificar que el cine lo mantiene joven y coherente, con esperanza y alegría.