
Resulta muy llamativo que la cinematografía rusa descubra abiertamente un carácter predominante en la sociedad de ese país como es la inocultable y masiva presencia de personajes que declaran haber sido criados y educados en orfanatos pertenecientes al Estado. Si profundizamos en las instituciones sociales rusas nos topamos con una realidad extraña para nosotros, existe como parte de la red institucional del Estado ruso un conjunto de instituciones cuya misión es vigilar a la familia, inspeccionar el modo de vida, intervenir en los espacios domésticos y procesar a las familias hasta el punto de arrebatarles la patria potestad y entregar el infante al Estado depositándolo en una inmensa red de orfanatos la educación de los hijos.
En el socialismo practicado por la nación rusa uno de los objetivos implícitos en la gestión de la vida social ha sido expropiar a la familia, arrebatar la crianza de la nueva generación, de su descendencia y entregarlo a instituciones de un estado portador de una ideología comunista que niega la existencia del individuo con sus valores y deposita el futuro de sus nuevas generaciones en manos de instituciones comunistas que intentan borrar la identidad particular de cada persona y suplantar por un “hombre nuevo” sumiso, sometido al poder implacable de un estado totalitario.
Una vía totalmente opuesta a lo que nos plantea Hannah Arendt, la defensora de la libertad humana quien supo leer la vida del hombre con todos sus contrastes:
“Vio al hombre como un elemento de una estructura relacional y ejecutor de pautas de comportamiento; lo descubrió como ser individual enfrentándose a sí mismo, es decir, como ser de espíritu capaz de crear incesantemente nuevos mundos y nuevos modos de ser hombre, y observó cómo unas veces permitía su anulación y otras veces reafirmaba, por sobre todas las cosas, su propia grandeza. Se admiró, ante todo, de ese poder espiritual que configura al hombre y lo induce a la acción desde su propia originalidad -impidiendo que se pierda en la inmediatez del acontecimiento o en las determinaciones de los comportamientos preestablecidos- y funda en él la posibilidad de ser inmortal. Para Hannah Arendt lo más propio de la fuerza del espíritu consiste en hacer del hombre un ser "originario" -no un producto de circunstancias o determinaciones previas -y en mantener viva dentro de él la certeza y la esperanza de llegar a la realización total de su ser proyectándose hacia los otros”.
En contraste con Hannah Arendt, el nuevo hombre que pregonaban las cartillas comunistas tiene como principio cimentar la obediencia y la fe en el Estado como supremo gestor de la vida, castradora de las familias, esta ha sido el punto que acelera la caída y destrucción del mundo soviético, huérfano de respaldo de los millones de seres humanos que padecían bajo su poder férreo.
Es por tanto de particular interés que en propuestas escuchadas recientemente de parte de expertos en educación en Venezuela uno de los planteamientos sea separar a la familia de la escuela. La legítima aspiración es que cualquier ser nacido en Venezuela tenga como universo base de su formación cultural y espiritual a la familia, es su centro afectivo, donde se gestan sus emociones, afectos, preferencias, esto ha sido así porque hemos carecido de un sistema de educación inicial que pudiese colaborar con la familia en las primeras etapas de su vida, especialmente hasta los 6 años de edad.
Hoy que la educación inicial y básica está en crisis, como lo confirman todos los centros de investigación social, la relación entre familia y escuela debería ser mas poderosa porque el núcleo de atención a la infancia y a la juventud reposa en la capacidad protectora de la familia. Los niveles educativos básicos están en plena crisis, sin capacidad para ejecutar un eficaz programa de alimentación escolar, sin maestros con las condiciones económicas y culturales para garantizar la educación de estos sectores poblacionales.
En el mundo de países socialistas y en Rusia especialmente la familia es una institución acechada, amenazada, ante cualquier evento de naturaleza política, la familia es presionada desde el Estado para que contribuya a la sumisión de la población rusa, tales eran los mensajes que emanaban del centro de poder del Estado soviético, como divulga este panfleto en las calles rusas:
"Tus hijos irán a un orfanato" Los niños y la represión de las protestas. Las autoridades rusas, en su implacable represión de la disidencia y, en particular, de quienes se oponen a sus políticas, no solo silencian y encarcelan a los adultos, sino que también atacan a los niños.
Niegan a los niños su derecho a la libertad de expresión, en violación de las obligaciones internacionales de Rusia, y utilizan las amenazas y represalias contra los propios niños y sus padres como represalia por sus intentos de ejercer este derecho. Las autoridades no dudan en enjuiciar a menores de edad, incluso mediante la utilización de cargos de terrorismo por motivos políticos contra quienes participan en protestas, en procedimientos que violan el derecho a un juicio justo, las represalias contra los propios niños y sus padres/cuidadores por oponerse a la guerra de agresión de Rusia, como el acoso por parte del personal escolar, las detenciones arbitrarias, los registros y el enjuiciamiento penal, se han vuelto más comunes y considerablemente más duras. Las autoridades les quitan a los niños, o amenazan con hacerlo, a los padres que critican a las autoridades. Al mismo tiempo, las escuelas estatizadas promueven la propaganda a favor de la guerra para adoctrinar a los niños y señalar a los estudiantes que no comparten la opinión oficial. Las autoridades rusas no respetan a los niños, no garantizan los derechos de los niños y sus familias,”. Es imprescindible conocer este nefasto ejemplo.
Somos conscientes de que los venezolanos nos estamos debatiendo por nuestra libertad, por la posibilidad de realizar nuestros proyectos de vida, el peor ejemplo que podríamos seguir sería acoger el modelo ruso cuyo objetivo era eliminar la institución familiar y ceder todos los derechos a una red institucional cuya misión era arrebatar los derechos a las familias y entregar esta nuevas huestes poblacionales en manos del Estado tal como ha sucedido en ese lejano país.
Como afirma la educadora Olga Kozlovsky: “En este mundo al revés en el que se ha convertido Rusia, si eres menor y no estás de acuerdo con el gobierno, tanto la policía como los tribunales —e incluso las escuelas— suponen una amenaza directa”.
Amnistía Internacional insta a las autoridades rusas a que respeten y protejan los derechos de la infancia, la libertad de expresión, asociación y reunión pacífica, garantizando el disfrute de estos derechos sin temor a represalias. En el socialismo son parte de la vida cotidiana las prácticas de restringir y retirar la patria potestad, así como poner a niños y niñas bajo custodia del Estado, como castigo por ejercer los derechos humanos o protestar. Los servicios sociales y los comisarios de los derechos de la infancia actúan de espaldas al mejor interés de los niños, al incumplir los derechos humanos. Las autoridades rusas deben poner fin a la práctica de juzgar a civiles, especialmente niños, en tribunales militares y dejar de utilizar el sistema judicial para perseguir a la disidencia. Debe cesar la propaganda belicista y el adoctrinamiento político en las escuelas”.
Resulta inconcebible que en propuestas para transformar la educación en Venezuela aparezca como un gran objetivo “separar la escuela de la familia”, la experiencia histórica señala claramente que este es un camino a la esclavitud y al sometimiento de una población, sumisa ante el único poder que se erige frente a la unidad familiar como lo es y han sido los Estados totalitarios en el mundo.
“Cuando somos jóvenes, nuestros padres son nuestros protectores. Nos alimentan, nos visten, nos cobijan y nos protegen de los peligros del mundo. Desafortunadamente, hay tantos niños pobres que han perdido a sus padres por enfermedades, hambre, conflictos y más. En términos generales, estos niños ya estaban experimentando dificultades antes de la muerte de sus padres y perderlos los ha hecho más vulnerables a los terribles efectos de la pobreza y las amenazas en el mundo”.
Incentivar la entrega de infantes a sistemas estatales de orfanatos es simplemente robar la posibilidad de crecer en el seno del grupo familiar de origen, someter a los niños a un sistema de educación ideologizada que convierte a las personas en entes sumisos frente al poder aplastante del Estado. Nada distinto puede suponer la iniciativa de separar a las familias de las escuelas.
En realidad a diferencia de las practicas de países socialistas, el interés primordial en nuestro país presente en todos los ámbitos ha sido lograr como gran objetivo la formación de ciudadanos libres y responsables, comprometernos con iniciativas que tiendan a favorecer, potenciar la capacidad protectora de la familia tanto en el cuidado y compromiso con el desarrollo de las potencialidades físicas de las nuevas generaciones con base en una alimentación adecuada -problema crucial en estos momentos donde cada vez más la desnutrición infantil se convierte en urgencia prioritaria en la escuela inicial y básica, en estrecha vinculación con el proceso cultural implicado en la valoración del aprender a aprender, como un universo a explorar sin límites, auspiciado desde el seno de la familia. Aspiraciones orgánicamente concebidas con el propósito de lograr un desarrollo espiritual fundado en valores humanos que propicien la responsabilidad individual, el respeto “al otro” como fundamento ético y la búsqueda por caminos legítimos de mayores capacidades para ser y hacer lo mejor posible, tal como propone Amartia Sen: “El desarrollo es la expansión de las capacidades reales de los individuos para vivir una vida que vale la pena vivir”.
Termino por proponer un compromiso, en lugar de separar la familia de la escuela, nuestro gran objetivo sería comprometernos en lograr, activar, la capacidad protectora de la familia, institución que conjuntamente y al unísono con la escuela se conviertan en el soporte fundamental para convertirnos en un país de ciudadanos libres y responsables consigo mismo, con nuestras familias y con la sociedad.