
En mayo próximo la OEA estrenará un nuevo secretario general que será por primera vez de origen caribeño, Albert Ramdin, lo que ha puesto en evidencia la crisis política de la región hispanoparlante dividida ideológicamente entre derecha e izquierda y que algunos analistas lo ven entre democracias y autoritarismos, lo cierto es que el triunfo del Canciller de Surinam se debe, sin duda alguna, a la solidez del grupo caribeño en sus posiciones políticas y a los regímenes de izquierda democráticos como Colombia, Chile, Uruguay, Bolivia liderados por Brasil que terminaron por bendecir al nuevo secretario general del organismo regional latinoamericano.
El nuevo secretario general tiene ante sí una gigantesca tarea para sacar a la OEA del marasmo y división en que se encuentra, que ha terminado por paralizarlo, además, con filigrana tendrá que lograr integrar los dos bloques definiendo intereses geopolíticos de integración sin caer en la tentación de lo ideológico y a su vez institucionalizar al organismo, a parte, de acercarse y amalgamar los intereses muy definidos democráticos de Estados Unidos en la región, si no quiere caer en la restructuración financiera del gobierno de Trump. Además, tiene que bregar con la crisis política de Venezuela y su reclamación de la Guayana Esequiba, el hundimiento de Haití en la violencia delincuencial, la migración regional huyendo de la violencia y la pobreza, la violación de los derechos humanos, el aumento de los aranceles por parte de Estados Unidos, la seguridad regional, el autoritarismo y el desinterés del gobierno americano en el multilateralismo.
El gobierno de Estados Unidos ha fijado clara posición con relación a la gestión política del nuevo secretario general, en la que expresa su interés en trabajar con él a fin de que el organismo “mantenga su misión de defender la democracia, promover y proteger los derechos humanos, así como avanzar en la seguridad y la prosperidad económica en el hemisferio… el fortalecer las alianzas con los socios democráticos para enfrentar los desafíos regionales compartidos, especialmente la migración ilegal, el crimen transnacional y los regímenes autoritarios corruptos de Cuba, Venezuela y Nicaragua”.
En este sentido y en la actualidad Ramdin tiene su primera prueba, como es el de resolver las discrepancias surgidas de las declaraciones del secretario de Estado, Marco Rubio, quien amenazara con restringir las visas de los países del Caricom involucrados en misiones cubanas y que ha denominado como “trabajo forzado”. Los distintos líderes de la región del caribe, encabezados por el Primer Ministro de St Vincent, han declarado al respecto “Prefiero perder mi visa antes de dejar morir a 60 pobres y trabajadores”. Similares expresiones de los distintos Primeros Ministros del caribe se han hecho públicas, todos ellos, defendiendo las misiones médicas de Cuba, que el Instituto Nacional de Transparencia de México acusó al régimen cubano de retener el 94,4% del salario de los médicos enviados en misión. Los países del caribe están actualmente en conversaciones con el gobierno de Trump. Un reto interesante de Ramdin para desarrollar su capacidad de negociación con el gobierno del país sede de la OEA.
Analistas políticos internacionales ven detrás de Ramdin la sombra del China tal vez por las relaciones desarrollada como canciller de su país, la cooperación con Surinam y por sus expresiones del rol que debe jugar china en la región, “que cada vez es más importante especialmente en términos del comercio e inversión, pero también en términos de conexiones diplomáticas”. Tomando en cuenta que la China es observador en el organismo, en su presentación como candidato defendió “Todos los países deben tener la misma oportunidad de poder hablar, influir y contribuir” tal vez visualizando los futuros recortes presupuestarios del principal contribuyente de la OEA, que de ocurrir sería un verdadero desafío al gobierno de los Estados Unidos.
En el caso de Venezuela, el nuevo secretario General deberá desplegar su experiencia y dotes diplomáticas para aplicar su principal destreza como es la del diálogo y negociación para la resolución de nuestra crisis. Su primera declaración al respecto y que ha planteado discrepancia política, ha sido el de “solicitar opinión legal sobre el estatus de Venezuela en la OEA. Lo quiero de diferentes lados para poder entender realmente cómo abordar el asunto” el cual demuestra su intención de darle prioridad a buscar una salida política a la crisis venezolana siguiendo el camino de Almagro pero sin confrontar, en su caso, enfatizando en el “Dialogo y la Negociación” que, en definitiva, es el único camino para encontrar una salida política a nuestra estancada crisis.
Ramdin tendrá que hacer malabarismo político y diplomático para ver cómo puede justificar cualquier posibilidad de mediar en la situación venezolana cuando el organismo desconoció a Maduro desde su primera elección del 2018 y en esta del 2024. Si a Maduro se le da la oportunidad de participar en la OEA, sin duda alguna lo aprovechará, porque dando ese paso logra el reconocimiento y la legitimidad de su gobierno que la inmensa mayoría de los gobiernos hispanoparlantes y del caribe no reconocen, excepto cinco caribeños incluido Cuba que lo reconocen y otros que no lo reconocen, pero mantienen relaciones diplomáticas y de cooperación.
La gran ventaja que tiene el nuevo secretario general de la OEA es que el bloque del Caribe y los países latinos de izquierda democrática están dispuestos a contribuir a buscar una solución política pacífica y negociada a la crisis venezolana, sobre todo, con el convencimiento de Ramdin que ha señalado que “para resolver los problemas es necesario dialogar. Si te excluyes de esa oportunidad, cierras la puerta a la influencia y la búsqueda de soluciones” pero ha destacado además que “la única forma de tratar la crisis en Venezuela es mediante un diálogo con el gobierno de Maduro”, pero al mismo tiempo enfatiza que “en todos los países, y no solo en Venezuela, debe haber elecciones pacíficas, en las que todos puedan participar y que se respeten los resultados”.
Todas estas declaraciones institucionales y democráticas nos indican que Albert Ramdin tiene un muy claro enfoque respecto a Venezuela y su crisis. Con esa experiencia diplomática y esa flema neerlandesa e inglesa por su posición, pudiera ser un personaje neutral e importante que pudiera terciar en la crisis venezolana, si encuentra una figura jurídico-política para poder mediar oficiosa u oficialmente sin reconocer al gobierno de Venezuela, en un diálogo y negociación con Maduro y la oposición venezolana, que en estos momentos se encuentra estancada por la posición irreconciliable entre Maduro y la oposición, el principio de respeto de las democracias a los resultados electorales y la firmeza del gobierno de Trump de encontrar una salida a un gobierno de unidad nacional.
Las cartas están echadas y en la voluntad política de los venezolanos está la solución.