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La inmortalidad, la próxima fantasía

Admirador a Jorge Luis Borges: – Maestro, ¡usted es inmortal! Borges : - Joven, no sea usted tan pesimista La ciencia ficción, esa variante comercial de la utopía comparte con ella un rasgo revelador: dice mucho menos sobre el futuro que describe que sobre el presente en el cual nace. En el caso del cine, […]
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Admirador a Jorge Luis Borges: – Maestro, ¡usted es inmortal!

Borges : - Joven, no sea usted tan pesimista

La ciencia ficción, esa variante comercial de la utopía comparte con ella un rasgo revelador: dice mucho menos sobre el futuro que describe que sobre el presente en el cual nace. En el caso del cine, especialmente el americano, este rasgo ha ido ganando terreno. Se insinuaba levemente en 2001, odisea del espacio cuando el Dr. Heywood Floyd se negaba a compartir información sobre el monolito con los científicos rusos. (Ya sabemos que en 2001 la guerra fría estaba muerta y enterrada pero en 1968 el libreto le auguraba larga vida). Más explícito era el caso de la saga Alien. En 1979 una nave privada , el “Nostromo” se distraía de su misión comercial para hurgar en un planeta raro donde se les coleaba el monstruo. Cinco años más tarde la misma empresa estaba detrás de los marines que invadían el planeta de los “Aliens”, que en su tercera entrega postulaba una cárcel privada en el espacio exterior. La última Alien Romulus imaginaba un mundo dominado por las trasnacionales que explotaban a sus trabajadores. Todas estas fantasías presuponían un capitalismo plutocrático y difuso cuya codicia gatillaba la trama y la catástrofe al tiempo que escamoteaba la identidad de la mente detrás de las compañías privadas aludidas. Otra nota al margen, así como el western fue el género privilegiado del cine en sus comienzos por ser el corolario lógico de la marcha hacia el oeste, en estos tiempos la ciencia ficción ha tomado el testigo y es el género que mejor captura el imaginario global.

La trama propone un salto tecnológico que permite la clonación de los seres humanos y posibilita la recreación de los mismos con su figura y memoria intactas, con lo cual la mortalidad se diluye ya que el hombre, en este caso MIckey vuelve a nacer y vuelve a nacer contando ya 17 resignadas y asumidas resurrecciones. Por supuesto que es el “utility” de la misión espacial que marcha al frente de toda tarea desagradable y peligrosa. Un poco como los replicantes de Philip Dick y sus “Blade runners”, los llamados “prescindibles” son el estado final de la esclavitud. Al no poder perder su vida, que recuperan al cabo de unas horas, no tienen nada que perder, ni que ganar siendo como son esclavos. Claro, no hay esclavo sin un amo y el villano de turno es uno de los personajes más siniestros e inventivos del año. Un político fracasado que elige la colonización de un planeta como solución final para los condenados de la tierra que lo idolatran y siguen incondicionalmente. Una mezcla de Trump, Elon Musk y predicador a lo Jim Jones, el bárbaro de Guyana. Por supuesto el planeta está poblado por unas criaturas amenazantes (aquí evitaremos el spoiler) con lo cual la ciencia ficción encuentra uno de los temas esenciales del western. El blanco de la arrogancia del jefe no puede ser otro que el “alien”, el Otro, ese ser que su ignorancia le impide conocer y contra el cual enfila sin mediar reflexión o escrúpulo alguno. El resultado es una de las mejores sátiras de los últimos años. Una síntesis perfecta de cine de aventuras, cuya trama reposa en  caricaturas que por su semejanza con algunos personajes actuales dan escalofríos (excelentes Mark Ruffalo y Toni Collette). Porque el poder de la pareja que ejerce el liderazgo está anclado casi exclusivamente en el poder de la imagen y el espectáculo. Los amos no gobiernan, reinan de forma absoluta solo por el hecho de ser ricos, sin tener barrera de contención alguna y en el camino provocan las catástrofes esperadas. Curiosamente, su deseo no es la inmortalidad, porque las resurrecciones sucesivas la han bastardeado y se la reserva para los “prescindible”. Su único objetivo es la riqueza y el poder porque por supuesto, han llegado a dominar la tecnología necesaria. Pero junto con la tecnología han amaestrado la noción de espectáculo. Son seres vanos, carentes de toda densidad que no sea la de mostrarse y ver cuanta más riqueza y poder pueden acumular. El resultado es una película impecable en la cual es mejor reír para no llorar porque no deja de ser una de las mejores descripciones de los tiempos que corren.

Otra nota al margen es que Donald Trump ha nombrado tres "enviados especiales" para Hollywood: Sylvester Stallone, Jon Voight y Mel Gibson. Su tarea no está clara pero es concebible imaginarla: lograr que los estudios desistan de hacer películas como Mickey 17.

Mickey 17. EE UU, 2025. Director: Boong Jong Ho. Con Robert Pattinson, Mark Ruffalo, Toni Collette.

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