Apóyanos

El Oscar de Anora sin Sustancia

Anora arrasa en el Oscar pero sin premiar La Sustancia de Demi Moore, en una noche de control de daños por la crisis de Emilia Pérez. Por un lado, los cinco galardones de Anora resultan algo redundantes, si consideramos la cantidad de buenas cintas que se fueron de vacío, como Nickel Boys. En el mismo […]
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Anora arrasa en el Oscar pero sin premiar La Sustancia de Demi Moore, en una noche de control de daños por la crisis de Emilia Pérez.
Por un lado, los cinco galardones de Anora resultan algo redundantes, si consideramos la cantidad de buenas cintas que se fueron de vacío, como Nickel Boys.
En el mismo sentido, la Academia favoreció a Mickey Madison, en desmedro de la actuación de la protagonista de La Sustancia, cuyo guion precisamente habla de cómo Hollywood desdeña la veteranía, en favor de la exaltación de las chicas jóvenes, lo cual produce una cacofonía en la categoría, pues parece un calco del Oscar a Emma Stone por su papel en Pobres criaturas.
Pareciera que el Oscar está obsesionado con el cliché, con el estereotipo de la mujer lozana que es cosificada y explotada, para sobrevivir. Tiene un perfil de un voto inconscientemente baboso y blandiporno.
Demi Moore proponía un storytelling más crítico hacia la industria, que finalmente el Oscar ha dejado opacado y plantado.
Por el otro, el efecto negativo de los tuits de Karla Gascón produjo que no hubiese una presentación personalizada de los nominados a mejor interpretación principal, generando una narrativa incoherente que sí se detuvo para introducir hasta los nominados a mejor vestuario.
Por lo visto, nadie quería deshacerse en halagos con la actriz española. El único en citar el caso, buscando desdramatizarlo, fue el conductor, Conan O'Brien, quien hizo un trabajo destacado, logrando conectar con un humor directo, a la altura de las circunstancias.
De lo mejor de la noche.
También recibieron aplausos las merecidas estatuillas para Adrien Brody, la fotografía de El Brutalista, la animación de Flow, la coronación de I'm Still Here en categoría internacional, los reconocimientos técnicos de Dune 2 y las presentaciones en vivo del equipo de Wicked.
De nuevo, la organización optó por autocensurarse en vivo, al no dar espacio a los performances de las cantantes de Emilia Pérez, un filme que a la postre se convirtió en la papa caliente de la velada.
Emilia Pérez obtuvo dos de trece nominaciones, solo dejándole el protagonismo a Zoe Saldaña, que brindó uno de los discursos sentidos de la ceremonia, al sentirse orgullosa de ser hija de migrantes dominicanos.
Entre los momentos discutibles vimos el homenaje de Quincy Jones, a cargo de Queen Latifah, en un show que evidencia la “gramificación” del Oscar para subir sus números, cabalgando sobre el éxito de la música.
Fue emotivo el tributo a Gene Hackman, así como el in memoriam que recordó la impronta de Lynch y James Earl Jones.
Cuando Anora ganó el premio de guion, el resto de la noche confirmaría la quiniela y la victoria del equipo de Sean Baker, sobrevalorando el impacto de un filme indie que se extraña y que antes se hacía como churros en los noventa.
Por eso volvió Tarantino para entregar el premio de dirección a uno de sus discípulos, quizás explicando el déjà vu y exculpando la repetición del signo que se agota por el voto cansado y entubado de los académicos, que se fueron por la solución más fácil de refrendar el resultado de la Palma de Oro de Cannes.
Sí y no.
Por una parte, está bueno que Sean Baker se siente en la mesa de los grandes, con los que dialoga y establece una conversación, recuperando la esencia de los años setenta, de la generación dorada del Hollywood concienciado con las problemáticas sociales, en la línea de Scorsese y Coppola, reivindicando el relato de los inmigrantes que sortearon múltiples escollos, para conquistar el sueño americano, desde una visión alucinada y pesadillesca.
El triunfo de Anora evoca el de la derrota dulce y melancólica de un Rocky, el de los golpes de la vida que sufrieron Los Toros Salvajes y los moteros intranquilos de ayer.
La cinta gusta porque pone el dedo en la llaga, de una forma seductora y sexy, cónsona con las aspiraciones del mercado del milenio.
Al mismo tiempo, aporta un símbolo, una metáfora a las relaciones carnales que vive el Estado americano con el capital ruso, en una relación de amor y odio, que tiene una guerra civil y una guerra global, como telones de fondo.
Pero no es tan contundente en lo estético y político como I'm Still Here y El Brutalista, para señalar al mal del despotismo que nos agobia, sin medias tintas, sin anestesia, sin glamour y una hora de loca evasión.
El Oscar, con su intro musical y su cierre reiterativo en plan de amamos a Anora, se buscó el veredicto menos complicado, uno de consenso, que igual no termina de cerrarle al crítico de cine, porque nota el ocultamiento de mensajes que debieron calar hondo, como el de La Sustancia y hasta Cónclave.
Pero en cualquier caso, un Oscar que mira al presente y al futuro del cine, que está en manos de los cineastas de la generación de relevo, en modo excéntricos y de tragicomedia, como los Daniels de Todo en todas partes al mismo tiempo.
¿Será que volvimos a la dumbification de un cine autoral que refleja la crudeza del mundo, como un viaje psicodélico de colores cool y pop?
¿Se trata de la glorificación del indie mainstream que cuestionan en las páginas de Cahiers Du Cinema, porque es más condescendiente de lo que aparentan sus efectos de aparente transgresión?
Sin duda, un premio que da mucho que pensar.
Hay conversación, hay juego, al menos.
La Academia continúa viva, con sus contradicciones, pero es buena noticia que se mantenga y sirva estímulo.
Ahora bien, nos ha dejado a todos fundidos, la última temporada de premios, con cuentas, costos extras y facturas adicionales, que hasta preocupan a un Brady Cobert.
¿Qué quedará para los cronistas que se pagan todo y que cubren estrenos como pueden, teniendo que honrar hasta los precios exorbitantes de tres estacionamientos por semana, a 5 dólares cada uno? Cosas de la externalización, que llaman.
Al final, es un mundo, un oficio duro y precarizado como el de Anora.
Ahí tenemos otro guiño al planeta que nos engloba.
Anora es sobre la desigualdad, una anti-romcom acerca del privilegio y la soledad. Por ahí justifica su existencia y victoria. Pero no tanto para cinco Oscar.
Tiempo de descansar, para recargar baterías.

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