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La traición de la oposición y el juego estratégico de Trump: la realidad que muchos no quieren ver

La reciente reunión entre el enviado de Trump y Maduro ha sido un golpe devastador para muchos de nosotros. Los acontecimientos que se han desatado, como la eliminación definitiva del TPS y el cuestionamiento del liderazgo de la oposición, son solo la punta del iceberg. Los líderes de la oposición, que recibieron millones de dólares […]
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La reciente reunión entre el enviado de Trump y Maduro ha sido un golpe devastador para muchos de nosotros. Los acontecimientos que se han desatado, como la eliminación definitiva del TPS y el cuestionamiento del liderazgo de la oposición, son solo la punta del iceberg. Los líderes de la oposición, que recibieron millones de dólares de la USAID, no han obtenido resultados concretos ni la más mínima rendición de cuentas por parte de sus administraciones. Esto puede conducirlos a una investigación por parte de las autoridades. Bastante que solicité que presentaran auditoría en mis escritos. A esto se suma la ineptitud del presidente Edmundo González y el discurso flojo y poco convincente de María Corina Machado, que solo ha exacerbado la crisis.

Con respecto a la presencia del enviado de Trump en Venezuela, el señor Richard Grenell, entiendo que, en realpolitik, es absolutamente normal que un gobernante negocie con quien ostenta el poder en otro país cuando su seguridad e interés nacional así lo exigen. Maduro tomó el poder de facto, tiene una dictadura. Trump simplemente dejó atrás la ficción que impedía resolver un asunto interno urgente, sin dejar de reconocer que Maduro es un dictador.

Hay que entender que el TPS no está ligado a la existencia de una dictadura en Venezuela. Eliminar el TPS no embellece ni maquilla al dictador, ni desconoce la realidad. Las evidencias sobre la instauración de una dictadura formal en Venezuela están más que demostradas. El TPS es, ante todo, una medida política que muchas veces responde a la conveniencia de un Estado para implementarlo o retirarlo. Esto depende en gran parte del tipo de lobby político que hacen los nacionales que lo reciben.

En el caso de los venezolanos, el lobby político detrás del TPS inicialmente concentró mucho apoyo porque beneficiaba a una comunidad que llevaba años en EE. UU., había agotado sus casos de asilo y, por haber emigrado en otro contexto, estaba realmente vinculada a casos de persecución política. Me refiero al TPS del 2021, que representó una oportunidad para estas personas.

Pero luego ocurrió algo distinto: llegaron miles de venezolanos por el Darién y la frontera sur, desbordando los mecanismos del TPS y desdibujando su propósito. Su comportamiento y origen político —claramente provenientes del chavismo— hicieron que la comunidad venezolana en Estados Unidos quedara dividida. Por eso, hoy en día no hay una línea de apoyo más allá de la solidaridad humanitaria, porque nadie merece ser devuelto al infierno de Maduro, pero al mismo tiempo, muchos venezolanos en Estados Unidos no están dispuestos a cargar con las consecuencias de esta nueva ola migratoria.

Me llama la atención que la migración venezolana sea tan masiva sin haber sufrido una guerra civil. Lo que hemos vivido es una persecución sistemática. Recientemente leí un post en X de Leopoldo López: "La crisis migratoria de Siria ha recibido un financiamiento de 300 dólares por migrante, mientras que la crisis venezolana solo ha recibido 40 dólares por migrante".

Esto me hace pensar en muchas cosas. ¿Será que realmente hubo un negocio detrás de cada migrante? Actualmente, se cuestiona la ayuda humanitaria y los fondos destinados a ONG que trabajan con refugiados y migrantes. No sería descabellado investigar si esta crisis migratoria ha sido utilizada para beneficiar a ciertos sectores, más allá de la realidad de la persecución sistemática en Venezuela.

La migración chilena durante la dictadura de Pinochet alcanzó las 200.000 personas. Fue un régimen que persiguió sistemáticamente a la oposición, muy parecido al de Maduro. Sin embargo, este último ya ha generado más de 8 millones de migrantes. Algo no encaja en esto. Siempre me ha llamado la atención que, en las concentraciones de venezolanos protestando en el exilio, seamos apenas un puñado de personas.

La eficiencia en la remoción de una dictadura no está determinada por el número de migrantes exiliados, sino por la inteligencia detrás de la migración política. En nuestro caso, al mezclarnos con la migración económica, se ha distorsionado el alcance de nuestro potencial e incluso se ha puesto en riesgo la vida de los verdaderos perseguidos políticos. Ha habido casos de asilos políticos inmerecidos, donde personas sin peligro real obtienen protección, mientras que los verdaderos perseguidos son devueltos a Venezuela. Es el caso del teniente Naranjo y, como él, muchos otros.

La dictadura de Maduro sigue siendo una dictadura, y Trump lo ha dejado claro al llamarlo dictador. Sin embargo, lo que ha cambiado no es Maduro, sino la percepción de Trump sobre la oposición y la crisis migratoria venezolana. Trump no quiere más migración venezolana en Estados Unidos porque ha visto cómo algunos de los que llegaron por el Darién han formado comunidades problemáticas, replicando patrones delictivos de los barrios más peligrosos, abusando del sistema de ayudas y generando caos social.

Lo peor llegó cuando entre ellos se infiltraron criminales peligrosos, responsables de asesinatos y otros delitos, incluso contra ciudadanos estadounidenses. Trump es consciente de esta realidad, y por eso ha endurecido su postura. Aunque muchos venezolanos han migrado de forma honesta, el impacto de estos grupos ha dañado la reputación de toda la comunidad, que antes era vista con respeto en el exterior.

Trump también se sintió profundamente decepcionado, porque, al igual que la llegada de estos migrantes, lo ha sido la dirigencia de la oposición que tanto apoyó. Y aquí está la verdad que muchos no quieren ver: aquellos que Trump ayudó, aquellos que él apoyó públicamente, le dieron la espalda en su momento de mayor necesidad.

No puedo dejar de apoyar a Trump, aunque sí le he pedido que reconsidere el impacto generalizado de su medida sobre los beneficiarios del TPS. Si me preguntas, no quiero una migración económica, porque no contribuye a nuestro objetivo político de remover a Maduro. Lo que necesitamos es proteger una migración política, aquella que responde a la persecución que sufrimos, no una migración masiva motivada por intereses económicos de unos pocos.

Las cosas se han hecho mal desde el principio. La oposición, lo que representamos todos nosotros, se ha convertido en un caos lleno de contradicciones. Apoyé a María Corina porque tenía un enfoque diferente al de otros líderes de la oposición, pero al final no fue ella la candidata, sino Edmundo González. Esa fue la oposición que nos ofreció el régimen de Maduro. De todos los candidatos que quedaron en el tintero, a mí personalmente me parecía más adecuado Enrique Márquez, pero el enfoque de clase social lo perjudicó en el intento de María Corina. Esa es la verdad. Así que apoyé a Edmundo. Con el tiempo, me di cuenta de que mi percepción era correcta: Enrique es un lobo y Edmundo un colibrí.

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Nosotros ganamos el 28 de julio, pero nos robaron las elecciones, y después vino inmediatamente el golpe de Estado. Mi apoyo fue abierto y rotundo para Edmundo desde el principio. Usé las redes sociales para darlo todo en favor de su candidatura, y, para mi sorpresa, mis publicaciones alcanzaron cifras impresionantes: 400.000 reproducciones por cada post, con un promedio de 150.000 por mes. Es digno de respeto. ¿Qué aprendí? Que la lucha contra Maduro y sus influenciadores se gana con hechos y no con promesas vacías.

Pero aquí es donde todo se torció. El 28 de julio lo que ocurrió no fue una simple irregularidad electoral. Maduro perpetró un golpe de Estado. Se proclamó vencedor, pero lo que siguió fue la declaración de Padrino López, que juró lealtad a Maduro y comenzó a llamar traidores a la oposición. A partir de ahí, la represión se intensificó, y las persecuciones y muertes no tardaron en llegar. Esto ya no fue un fraude electoral; fue un golpe de Estado.

¿Qué hizo la oposición? En lugar de denunciar este golpe, se centró en el fraude electoral. Y mientras tanto, las atrocidades seguían. Edmundo González, lejos de enfrentar este golpe, huyó a España, donde fue recibido como un héroe. Pero nunca habló de la dictadura, solo del fraude. Y me pregunto, ¿qué clase de asesores tiene Edmundo para ignorar lo que realmente importa? ¿Cómo es posible que no haya hecho nada al respecto?

Así fue como todos nos enteramos de que Edmundo ha sido asesorado por el mismo grupo de ineptos que rodeaban a Guaidó, y la situación solo ha empeorado desde entonces. Este grupo, que ha jugado sucio desde el principio, nos ha traicionado y ahora es parte del problema, no de la solución.

Así pasó, que Edmundo, estando muy mal asesorado, se prestó para un evento con Biden justo a días de que Trump se juramentara. Y ahí selló el destino de toda la oposición. Eso nunca debió pasar, pero ocurrió. Biden recibió a Edmundo en ese momento más como un elemento de distorsión política contra Trump que como un hecho que nos merecíamos, porque Edmundo ganó. A esto hay que agregar que estos tipos de la oposición que acompañan a Edmundo son unos fracasados, son repudiados por la población, y además parece que ahora están siendo investigados por haber recibido fondos de la USAID. ¿A quién se le ocurre semejante plan? Estos tipos de la oposición que llaman falsa, que han recibido fondos de la USAID, que argumentaban que los usarían para liberar a Venezuela, pero que en los hechos se han gozado este dinero, son los mismos que recibieron el apoyo del presidente Trump en su primer mandato. Y ver a Edmundo con esta gente no le gustó al presidente. Esto es lo que ha dañado la imagen del presidente Edmundo González. Él es un presidente constitucional, pero lamentablemente se trata de hacer bien las cosas, y esto no ha funcionado, precisamente con el jefe de Estado que podría ayudarnos, que es Trump.

Nosotros lo derrotamos electoralmente, pero ahora Maduro se quitó la careta y dijo: “Aquí estoy yo, y ya no importa las elecciones, me quedo con el poder, y como yo tengo las armas, se las tienes que calar. El que no quiera, se puede ir o sufrirá las consecuencias.” Edmundo lo sabe porque huyó a España, así que esa es la razón del porqué hay temor en Venezuela, porque maduro es capaz de amenazar la vida de quien sea. Porque un poder de ese tamaño, que es el que tiene Maduro ahora, solo debe ser combatido con otro poder. Hay que entender que Maduro es parte de algo más grande, es parte de una alianza con Rusia y con China.

Si no logramos que haya un respaldo de la administración Trump a la causa de Venezuela, prácticamente nos quedamos sin nada.

La gente me pregunta por qué he cambiado mi actitud respecto a Edmundo.

Francamente, me cansé de esperar que el presidente actuara con lógica. Cualquiera con dos dedos de frente y un mínimo de responsabilidad habría tomado nota de los hechos desde el principio, habría denunciado en consecuencia el golpe de Estado sangriento y la horrorosa persecución el mismo 28 de julio. Habría creado un registro detallado de los hechos para que sirviera como un dossier histórico y habría machacado esa verdad desde el principio. Pero Edmundo obvió todo y se desvió hacia la narrativa del fraude electoral, ignorando la brutal represión, los miles de arrestados y las decenas de víctimas fallecidas. Solo reaccionó paulatinamente, de una forma lenta, con un discurso cargado de evocaciones, incoherencias y contradicciones. Por un lado, dice que Maduro es parte de una organización criminal y, por otro, afirma que todo terminará con una transición pacífica. ¿Qué busca este señor con ese discurso? La impresión que tengo es que alguien le escribe sus declaraciones para que legitime alguna forma de apoyo a su presencia como presidente en peregrinación, y de ese modo él y su comitiva sean beneficiados con respaldo financiero.

Parece que con Edmundo comenzó a repetirse la misma historia de los fracasos de la oposición del pasado: miles de personas detenidas y asesinadas, mientras sus líderes terminan a salvo y disfrutando de la vida en el exilio. Eso es vergonzoso. La indiferencia hacia la vida de la gente deja mucho que desear de quienes se suponen líderes de la oposición venezolana. Un general debe estar al frente de su ejército, no al revés. Y cuando se pierde una batalla, se debe dar la cara y reconocerlo. Si eso significa caer en manos del enemigo, entonces que así sea. Pero no es buena imagen ser visto como un cobarde que espera que otros hagan algo.

Esto realmente es insoportable y no lo comparto. Eso es lo que ha cambiado en mi percepción de Edmundo: ha sido un cambio paulatino, pero que con el tiempo se ha consolidado. Verlo rodeado de las mismas figuras de la oposición que repudio por traicionar la confianza de la gente no encaja con mi mentalidad ni con mi personalidad. Además, son los que llaman eternos perdedores, no solo porque no movilizan a nadie ni logran victorias electorales, sino porque moralmente han destruido vidas. Engañaron a quienes creyeron en ellos y luego los abandonaron. Y lo peor es que, con total descaro, reaparecen como si nada hubiera pasado, queriendo ganar influencia con el sacrificio ajeno.

Nunca fui parte de la oposición venezolana del G4 ni de la clase política, por eso no espero mucho de ellos. Siempre he sido un liberal que ha buscado la libertad sin usar a otros como escudo y luego dejarlos tirados como si sus vidas no importaran.

Si para defender esa postura tengo que decirle la verdad en la cara a la gente, lo haré. Por eso, es posible que a veces me quieran mucho y al rato terminen odiándome. Cuando veo cómo nos han usado, eso me produce una enorme arrechera y no puedo callarlo. No me gusta mentir, aunque sé que en la alta política quién sabe cuántas veces se hace, sobre todo para no herir a quienes aprecias.

Lo cierto es que es muy doloroso ver el cambio de Estados Unidos hacia Venezuela.

Edmundo no tiene muchas opciones más allá de juramentarse en el exilio y como presidente puede empezar dando sus primeras órdenes, tales como invocar los artículos 333 y 350, auditar todos los bienes del Estado en manos de la AN 2015 y otros entes del gobierno interno que están manejando bienes, y depositarlos en un fondo de la república, no sin antes presentar la auditoría pública para que todos los venezolanos lo sepan. Además, convocar a la OEA, el R2P y otros instrumentos de las convenciones internacionales para llamar a la restauración de la democracia en Venezuela y solicitar investigar todos los crímenes ocurridos durante y después del 28 de julio con motivo de las elecciones presidenciales. Él es quien tiene que hacer esto. Y si también lo desea, puede convocar un consejo de militares para que le asesoren en esa materia. ¿Qué está esperando? No lo ha hecho, ese es el problema.

Así que, a partir de allí, solo era cuestión de tiempo para que Trump llegara a la presidencia y mandara al carrizo la representación oficial de Edmundo. Su valor es cero ahora.

Nos encontramos en una encrucijada. La verdad es que la situación ha llegado a un punto sin retorno. Trump ha suspendido el TPS, aunque ha dicho en sus declaraciones que Maduro es un dictador. Para su Departamento de Seguridad no lo parece así, ya que acabó con el TPS argumentando que realmente no existe tal amenaza de forma masiva para los venezolanos. Lo que a su vez significa que Maduro ha consolidado su dictadura. Lo que necesitamos ahora es un cambio radical, una nueva estrategia, una lucha real y efectiva para derrotar a la dictadura. Pero si seguimos con esta inercia seguiremos perdiendo.

Nos encontramos en una encrucijada. La situación ha llegado a un punto sin retorno. Trump ha suspendido el TPS, aunque en sus declaraciones ha reafirmado que Maduro es un dictador. Es claro que no quiere la migración del TPS, por lo que quienes deseen quedarse en este país deberán defender sus casos en una corte.

La postura del Departamento de Seguridad Nacional (DHS). Esta oficina ha señalado que, aunque en Venezuela existen condiciones extraordinarias, también han identificado mejoras en áreas como la economía, la salud pública y la seguridad. Según este criterio, el regreso seguro de los cerca de 300 mil venezolanos beneficiados por el TPS sería posible. Sin embargo, la realidad es que en Venezuela no hay condiciones para el retorno de su población, ya que sigue siendo una dictadura sin garantías constitucionales. Se ha denunciado un golpe de Estado, y negar esta realidad no soluciona el problema.

La dictadura en Venezuela es brutal. Maduro asesina y desaparece personas de manera sistemática. Ayer ocurrió otro suceso, y así sucede todos los días. Las víctimas son principalmente opositores o cualquiera que se rebele contra el régimen. Utilizan la desaparición forzada, el asesinato y la persecución como métodos de control. Todos los días, los defensores de derechos humanos denuncian nuevos casos de personas arrestadas, desaparecidas o ejecutadas. En Venezuela no ha desaparecido la dictadura; lo que tenemos es un tirano destruyendo vidas humanas.

El gobierno de Trump conoce esto, y pienso que ellos están trabajando en una alternativa al TPS para proteger a los que realmente están en peligro de ser perseguido por Maduro y, al mismo tiempo, devolver a aquellos que son parte del sistema de Maduro. Un opositor que es deportado a Venezuela está condenado a la muerte.

Los venezolanos necesitamos un cambio radical. Edmundo González debe adoptar una postura más firme para hacer respetar su presidencia y darle un verdadero valor. Nosotros, en la oposición, también debemos cambiar y transformarnos en algo más organizado y menos disperso. Es urgente crear una figura de parlamento en el exilio, una nueva estructura que nos dé una voz más fuerte y que apoye con determinación a los venezolanos exiliados.

Necesitamos una nueva estrategia, una lucha real y efectiva para derrotar a la dictadura. Pero si seguimos con esta inercia, seguiremos perdiendo. La historia no nos perdonará.

Nos seguimos leyendo en otro interesante capítulo de la vida política en El Nacional.

@estebanoria

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