La relación entre Israel y Hamás ha sido marcada por décadas de conflicto y violencia. A pesar de los esfuerzos por alcanzar una paz duradera, la situación sigue siendo volátil y frágil.
En 2014, la Operación Margen Protector llevó a una escalada de violencia en la Franja de Gaza, dejando miles de muertos y heridos. Desde entonces, han habido numerosos incidentes y enfrentamientos entre Israel y Hamás.
En 2021, se produjo una nueva escalada de violencia, con ataques aéreos israelíes y lanzamientos de cohetes por parte de Hamás. La comunidad internacional condenó la violencia y llamó a una cesación del fuego.
A pesar de los esfuerzos por alcanzar una paz duradera, los desafíos siguen siendo significativos. La cuestión de los asentamientos israelíes en Cisjordania, la situación de los refugiados palestinos y la seguridad de la Franja de Gaza son solo algunos de los temas que deben ser abordados.
La paz entre Israel y Hamás requiere una solución política y diplomática que tenga en cuenta las necesidades y preocupaciones de ambas partes. La comunidad internacional debe seguir trabajando para promover el diálogo y la cooperación entre las partes, con el objetivo de alcanzar una paz justa y duradera.
Hoy, cuando se observa que Israel ha suscrito un acuerdo de paz con Hamás, este se ve amenazado por las mismas posiciones antisemitas del principio, incluso antes de que la ONU estableciera un pedazo de tierra en el desierto para que los israelíes se asentaran en esas tierras áridas en 1948, hoy el país con mayores aportes en medicinas, tecnología y desarrollo económico del mundo. Hoy Israel vuelve a ser noticia por el plan que propone Donald Trump para que la paz sea duradera y posible, que yo me permito resumir con una comparación: si dos hermanos no se soportan y uno de los dos (Hamás) se niega a aceptar al otro y jura que no descansará hasta lograr su expulsión definitiva del vecindario, ¿no será lo mejor para la paz duradera?
