Trasnocho Cultural siempre se mantiene activo a pesar de las circunstancias. En esta época de premiaciones, el pasado sábado 25 de enero organizó un cineforo sobre la película La sustancia, con expertos en psicoanálisis.
La película sin lugar a dudas no deja indiferente al espectador. En el marco de una estética muy particular que recordaba escenas de películas como Carrie (1976) o El resplandor (1980), el personaje actuado por Dennis Quaid soltaba frases que resonaron de inmediato con mi experiencia.
Nuestro personaje principal, Elizabeth Sparkle, representada magistralmente por Demi Moore, debe soportar a un grotesco y soez Dennis Quaid en un almuerzo y oír la frase «a los 50, se detiene». Sparkle pregunta: «¿qué se detiene?». Sin una rica vida interior; buscando la validación siempre externa; viviendo del «sparkle» que otros le dan; a lo largo de toda la película Sparkle parece responder a esta pregunta: la vida es lo que se detiene.
Como acertadamente describió una de las ponentes del cineforo, la estética de la película dirige la atención hacia un apartamento sin retratos, salvo el propio de Elizabeth Sparkle en su programa de televisión; pasillos angostos; con pocos muebles y una sola silla en la cocina. Su vida, representada en escenas de colores primarios y llamativos (rojo, amarillo, azul), chocaba con la imagen de un antiguo compañero de clases representado por colores normales y no estridentes.
Sparkle sólo tenía su estrella en el paseo de la fama y su programa de televisión. Desde ese punto de vista, y por decisión propia, al asociar lo que eres con lo que haces, claro que la vida se detiene si te despiden de tu programa de televisión y tu estrella se agrieta.
Son constantes las referencias a la anulación propia y a la búsqueda de validación externa por parte de Sparkle. La primera que se anula como persona es ella misma. Por ejemplo, en el calendario que Elizabeth utiliza para organizar la regla de siete (7) días para el uso de la Sustancia, ella es X y su mejor versión, Sue, está identificada por su nombre.
Mientras Sue está cayéndose literalmente a pedazos, y no olvidemos que Sue es la misma Elizabeth, Quaid le dice que «las chicas bonitas siempre deben sonreír» y Sue sonríe.
Esta imagen es sumamente poderosa. La directora, guionista y coproductora de la película, Coralie Fargeat, lleva hasta el absurdo situaciones cotidianas a las que todas hemos estado expuestas. Ciertamente, en el mundo de Hollywood ese «…siempre deben sonreír» es «…siempre deben estar hermosas», «…siempre deben estar jóvenes», «…siempre deben estar perfectas». Una película es poderosa cuando una historia, que aparentemente no tiene absolutamente nada que ver con mi realidad, logra resonar conmigo. Esa frase perfectamente pudo ser «…siempre debes sacar 20», «…siempre debes estudiar», «siempre debes estar delgada», y cumples todas esas expectativas mientras te estás cayendo a pedazos.
Una primera lectura de la película pareciera ser una fuerte crítica a las excesivas demandas que la sociedad impone a las mujeres.
Pero no caigamos en el error de pensar que «la sociedad» funciona como la matrix de las hermanas Wachowski, es decir, como una entidad con vida propia y aparte de los elementos que la integran. Por temas de practicidad hablamos de sociedad, país, nación, pueblo; pero lo que existe realmente son individuos que conforman grupos afines por distintas razones (territoriales, culturales, lingüísticas, etc). Tal como lo refiere de manera extensa y documentada Ricardo M. Rojas en su libro Individuo y sociedad, la sociedad no es un organismo o cuerpo como tal sino un orden espontáneo formado por un proceso de intercambio entre individuos.
Elizabeth Sparkle es la que decidió no tener una rica vida interior; buscar la validación siempre externa; vivir del «sparkle» que otros le dan; vivir en un apartamento sin retratos y con pasillos angostos, pocos muebles y una sola silla en la cocina. Elizabeth decidió no aceptarse. Sue decidió tener relaciones vacías con hombres, sólo físicas. Elizabeth-Sue decidieron atacarse a sí mismas.
Si hay algo que debemos advertir de los tiempos actuales es la libertad de elección. Desafortunadas críticas por parte de las ponentes del cineforo se dirigieron al capitalismo como el origen de los problemas que denuncia la película. Esta es una forma colectivista de analizar el problema que expone la película y de caer justamente en lo que se denuncia, la anulación del individuo e integrarlo a una masa, sin poder de decisión.
No quiero restar importancia al hecho de que efectivamente existen menos espacios para las mujeres en razón de su edad o de su condición de mujer. La película expone, a través del género del terror corporal, una realidad que en algún momento de nuestras vidas hemos experimentado. En más de una oportunidad he sido la única ponente rodeada de hombres en una conferencia o me han llamado señora en lugar de profesora o doctora y al resto de los panelistas doctores.
Pero una visión o aproximación colectivista del problema restará la responsabilidad individual que tenemos en el mismo. Decir que el capitalismo es el responsable del consumismo y que nos hace esclavos, es echarle la culpa a otros; ponernos en una situación de minusvalía y de incapacidad de actuar.
No repitamos reflexiones del siglo pasado y veamos los verdaderos aprendizajes que esta película nos trae.
Demi Moore es ejemplo del poder que tenemos como individuos. Siendo un ícono de belleza en las décadas de los ochenta y noventa, a los 62 años tuvo la entereza de exponerse en un proyecto arriesgado, bajo la dirección de otra mujer, y demostrar que está en su plenitud y sigue habiendo un lugar para ella. Ella es responsable de su proyecto de vida, como también lo somos cada uno de nosotros con el nuestro.