A mediados del siglo XX el neoyorquino Joseph Campbell publicó El héroe con las mil caras, texto que se convirtió en libro de cabecera para una cantidad ingente de científicos sociales e intelectuales de variopinta laya. En la primera página pregunta: “¿Por qué la mitología es la misma en todas partes, por debajo de las diferencias de vestidura? ¿Qué nos enseña?”.
El estudio de los mitos, y acudo al diccionario de folklore, mitología y leyenda, de Maria Leach y Jerome Fried, para definirlo: “Una historia, presentada como si realmente hubiera ocurrido en una edad anterior, que explica las tradiciones cosmológicas y sobrenaturales de un pueblo, sus dioses, héroes y rasgos culturales, sus creencias religiosas, etc. (…) los mitos hablan de la creación del hombre, de los animales, de los lugares importantes; explican las características específicas de ciertos animales (por ejemplo, por qué el murciélago es ciego o solo vuela de noche), por qué o cómo ocurren los fenómenos naturales (por ejemplo, por qué sale el arcoíris, o cómo llegó al cielo la constelación de Orión), o por qué empezaron los rituales y ceremonias y por qué se siguen llevando a cabo”.
Esto nos permite entender nuestras religiones y muchas otras cosas. Antes de los dioses existieron los héroes. Teseo es un ejemplo de ello. Las primeras referencias escritas sobre él se pueden encontrar en La Ilíada y La Odisea, que se atribuyen a Homero en el siglo VIII antes de nuestra era. En la centuria siguiente lo mencionó Hesíodo en su Catálogo de Mujeres, obra de la cual se conservaron fragmentos. En el V a.C. fue Píndaro, quien lo alabó en las odas Istmias y Nemeas. También Eurípides, en sus obras Hipólito y Los Heráclidas, lo mienta. Después fue Plutarco, quien lo metió en sus Vidas Paralelas. Esto para hacer un breve recorrido por lo escrito.
Podría seguir abordando todo lo que representó Teseo en la consolidación de Atenas en el mundo griego. Héroe simpar que venció al Minotauro, entre otras proezas. Su influjo fue tal que incluso llevó a Plutarco a plantear su llamada paradoja del Barco de Teseo. Resumo de nuevo. Los atenienses conservaban el supuesto navío del guerrero, al cual le realizaban labores de mantenimiento de todo tipo para hacerlo permanecer. Y es donde el bachiller Plutarco entró al ruedo en su libro mencionado.
Se puede leer allí: “La nave de treinta remos en que con los mancebos navegó Teseo, y volvió salvo, la conservaron los atenienses hasta la edad de Demetrio Falereo, quitando la madera gastada y poniendo y entretejiendo madera nueva; de manera que esto dio materia a los filósofos para el argumento que llaman aumentativo, y que sirve para los dos extremos, tomando por ejemplo esta nave, y probando unos que era la misma, y otros que no lo era”.
Este planteamiento por supuesto dio mucho de qué hablar, y es la pregunta que hasta nuestros días sobrevive, de manera sucinta: ¿Es la misma nave pese a que ya todas sus piezas originales fueron sustituidas?
Y me pasa cuando pienso en nuestro país. Me viene a la cabeza la bendita goleta del titán Teseo y empiezan las preguntas a martillarme inmisericordes.
¿Es Venezuela la misma luego de haber sido destruido todo su tejido social durante un cuarto de siglo por la plaga roja rojita?
¿Pueden los partidos políticos, plagados de alacranes y cuanta sabandija existe, restaurar la institucionalidad democrática en nuestra tierra?
¿Se puede contar con las fuerzas armadas para el rescate del decoro nacional?
¿Será que…?
¿Tal vez podremos…?
Por lo pronto, todo va como arena escurriéndose entre los dedos de una niña que juega inocente de su entorno… Mis ruegos son para que el 2025 sea el año de un nuevo barco, nos merecemos llegar a buen puerto.
© Alfredo Cedeño
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